¿Medios para la paz?

¿Medios para la paz?

"El tratamiento informativo de los principales medios de comunicación en Colombia ha sido una de las primeras víctimas de la guerra"

Por: Paulo Matamoros
agosto 30, 2016
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¿Medios para la paz?
Foto: contagioradio.com

La imagen de policías y guerrilleros tomando agua de la misma bolsa fue una de las más repetidas por los medios de comunicación durante el cubrimiento que realizaron en la instalación de los diálogos del Caguán el 7 de enero de 1999. Los noticieros vendieron esa escena como premonitoria de lo que podía vivir Colombia, una vez concluyeran esas conversaciones entre el gobierno presidido por Andrés Pastrana y las Farc.

Esos mismos medios, luego del fracaso que ese proceso supuso, han seguido ofreciendo información del conflicto armado. Su lenguaje ha cambiado según la postura que les interesa promover. Desde que la doctrina que considera terrorismo cualquier forma de violencia, ésta fue asumida por muchos periodistas. El tratamiento informativo ha sido una de las primeras víctimas de la guerra.

El rating, al parecer, ha justificado todo y las posturas que han funcionado en mediciones de audiencia son las que en apariencia han sido las políticamente correctas. Ahí surge la duda sobre si los medios generan opinión o por el contrario dicen lo que la mayoría desea escuchar.

En entrevistas realizadas durante la época del Caguán a líderes guerrilleros como alias ‘Raul Reyes’ y alias el ‘Mono Jojoy’, se les cuestionaba de manera válida por reclutamiento de menores y secuestros. Sin embargo, la forma y el tono al hacer las preguntas, sumado a la insistencia en determinados temas, denotaba la intención de los comunicadores, que distaba mucho de ser una actitud neutral.

Al bando contrario también se le dio espacio, aunque la actitud fue la opuesta. Las entrevistas hechas a Carlos Castaño y Salvatore Mancuso tuvieron un ambiente de reverencia, y a este último al preguntársele sobre si soñaba con ser presidente de Colombia, algunos quedamos con la sensación que el ejercicio de la profesión se inclinaba hacia un periodismo militante.

Transcurridos 15 años desde aquellos fallidos diálogos, las líneas editoriales de algunos medios retoman su campaña de generar tendencias, misión que no es precisamente aquella función social que debe cumplir el periodismo. La información necesita distanciarse de la opinión para que sea seria, porque de lo contrario sería como hacer campaña política sin decírselo a la audiencia.

Con la disrupción generada por internet, se rompió la hegemonía mediática. Crear un medio de comunicación virtual es tan sencillo como comprar un dominio, un hosting y adaptar una plantilla de contenidos. Lo anterior no significa que estemos mejor informados, pues gran parte de esos nuevos espacios son de nicho, y están orientados a públicos que quieren ver, leer o escuchar posiciones políticas coincidentes con su ideología.

En redes sociales se comparten infinidad de artículos y videos contradictorios entre sí, en los que presumo que los creadores solo buscan tener la razón sobre algún tema de actualidad, y para el caso en particular, sobre los acuerdos de La Habana. La campaña para el plebiscito para la paz se soporta más en las publicaciones con fachada de periodismo, que en el mismo texto de 297 páginas que contiene el acuerdo.

No se puede generalizar, pues hay portales serios que intentan ofrecer un panorama completo, así como medios de comunicación masivos que muy a pesar de su origen, guardan alguna ética y abren el espacio para mostrar más de una fuente noticiosa.

El Espectador ofrece un gran menú de columnistas para todos los gustos, y ese en mi opinión es su gran fuerte. Por allí han pasado las letras de un reconocido uribista como Ernesto Yamhure, hasta los escritos de académicos de izquierda como Alfredo Molano e intelectuales como Hecto Abbad Faciolince o de neoliberales como Salomón Kalmanovitz. Siempre ha habido claridad que ese periódico no se ha casado con una línea ideológica.

Lamentablemente, la anterior no es la constante y se pueden encontrar análisis periodísticos que solamente muestran pocos ángulos, así como ediciones mágicas en medios televisivos que difunden videos cortados, frases sacadas de contexto e informaciones anacrónicas que confuden.

Por el bien del país sería bueno que los medios de comunicación fueran claros con su público y definieran con sinceridad cuál es su ideología, en lugar de tener pretensiones de hacerse pasar como objetivos. El periodismo militante es válido y respetable, pues en una democracia todos los actores legales caben.

Fernando Londoño tenía una columna en el diario El tiempo, en la que exponía claramente su opinión. Aún conserva un espacio radial llamado La Hora de la Verdad, del que tiene todo el derecho a desarrollarlo, el problema es que no se sabe si es un programa informativo o de opinión. Es difícil determinar de cuál verdad habla, seguramente de la de él. Su singular manera de entender la realidad política nacional crea en sus oyentes un ambiente apocalíptico. Empezar el día escuchando una emisora con ese pesimista panorama, solo permite esperar que en el primer semáforo estallará una bomba, o que en el mejor de los casos se regresará a casa habiendo sido atracado. Su experiencia personal no lo habilita para hacer periodismo, aunque sí opinador, al fin y al cabo cualquier ciudadano con dinero puede poner un medio de comunicación a su servicio.

Ese mal no es solamente de la derecha, pues la izquierda también peca por caer en los sesgos informativos, cuyas publicaciones parecen panfletos aburridos con el mismo discurso desgastado. Telesur nació como una alternativa de CNN en español, TVE Internacional y buscando emular a Al Jazeera, pero terminó siendo el megáfono de Nicolás Maduro. Lo que el canal multilatino informa sobre Colombia es tan parcializado que da pereza buscarlo en la parrilla de programación del sistema de televisión por suscripción. Así sucedió con Canal Capital bajo durante la Alcaldía de Gustavo Petro. También se experimenta algo similar en páginas como Aporrea.org y Desdeabajo.info.

Como esos ejemplos hay varios en canales de televisión, diarios y portales de internet. Mezclar opinión con información en un mismo espacio no es lo más favorable para el proceso que vivirá Colombia en los próximos meses. Dar noticias implica un respeto en el registro de los hechos que las generan, y por supuesto por los protagonistas, sobre todo los involuntarios.

La importante es la noticia, no el medio. La protagonista es la paz, no la figura mediática. Los conocimientos son muy importantes, pero la egolatría o los intereses económicos o políticos están haciendo que a algunos periodistas les interese más imponer sus ideas que informar. La audiencia más que medida debe ser respetada, porque tal vez a la historia no le importe quién mostró más imágenes impactantes o cuál medio tuvo más rating, sino en dónde se produjo la información con mayor responsabilidad social.

Sólo el tiempo -el cronológico-, así como las urnas dirán si el País está preparado para la paz, aunque seguirá la duda si los medios de comunicación también lo están.

@paulomatamoros

 

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