Medellín, aislada en el fondo del valle
Opinión

Medellín, aislada en el fondo del valle

El aeropuerto de Medellín queda cada vez más lejos de la ciudad y llegar hasta allí es embarcarse en una aventura llena de obstáculos, trancones, accidentes

Por:
enero 27, 2017
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Que la segunda ciudad del país esté cada día más lejos del aeropuerto no tiene ningún sentido y sin embargo es así, pese a los esfuerzos que se hacen con el fin de evitar una situación no solo incómoda, onerosa, sino llena de peligros. Esfuerzos que a estas alturas los ciudadanos, limitados a conocer lo que informan los medios, percibimos como pañitos de agua tibia que no solucionan el problema, ni ofrecen garantías que puedan tranquilizar a los habitantes de la ciudad, cada día más aislados en medio de una situación que no da tregua.

Es bien conocido el mal estado de las carreteras del departamento de Antioquia. Ello es cuando las hay, porque si algo falta en esta parte del territorio nacional son vías de comunicación adecuadas a las exigencias del transporte. Como si fuera poco, desde hace ya varios meses las carreteras que comunican a Medellín y los demás municipios del Valle de Aburrá con  el Oriente Antioqueño son un verdadero caos, fuente de demoras y accidentes, debido a los deslizamientos en la autopista Medellín Bogotá.

El problema, que se creía solucionado, o al menos así quisimos pensarlo los optimistas luego del primer deslizamiento a finales del año pasado, hecho que cobró vidas y generó todo tipo de inconvenientes, ha vuelto a ocurrir de manera más grave al rodar otra parte de una montaña intervenida en el pasado, con desastrosos resultados. Los ciudadanos, que en realidad no conocemos la totalidad de lo que ocurre, tenemos la idea de que las personas llamadas a reabrir la vía sin poner en peligro las vidas de quienes transitan por allí, no saben qué más hacer para lograrlo. Y no es para menos. Basta mirar las fotografías de las toneladas de tierra que deben ser removidas, además de la titánica tarea de asegurar que el resto de la montaña no se venga abajo. Después de ver en los medios de comunicación la magnitud del derrumbe, es fácil dudar que las explosiones controladas, o las volquetadas de tierra que se remueven diariamente, lleven a una solución permanente. Porque tierra es lo que hay en esa imponente montaña para seguir deslizándose siempre que llueva.

A finales del año pasado se aseguraba cada dos días que el impresionante deslizamiento de tierra sería removido “en dos días,” que los vehículos podrían volver a transitar con alguna tranquilidad por la mal llamada autopista. Ahora los expertos reconocen no saber cuándo podrán anunciar el milagro que normalice el tráfico. Las momentáneas reaperturas parciales solucionan muy poco, por lo cual asegurar que el aeropuerto de Medellín queda cada vez más lejos de la ciudad no es ninguna exageración, y que llegar hasta allí es embarcarse en una aventura llena de imprevistos, de obstáculos, de trancones, de accidentes. Es imposible que un viajero pueda calcular cuánto tiempo se tomará para llegar de su casa o sitio de trabajo al José María Córdova, con cuántas horas de anticipación debe salir para no arriesgarse a perder el vuelo. El hecho es que se necesitan varias horas para avanzar por una carretera que absorbe el tráfico de otra, donde circulan buses, busetas escolares, volquetas y toda clase de vehículos pesados, además de miles de vehículos particulares. A esto se suman las motos, cada vez más numerosas, cuyos intrépidos conductores están dispuestos en muchos casos a violar con total impunidad las reglas del tránsito. Los accidentes en la vía de Las Palmas, son el pan de cada día. Un embotellamiento puede extenderse a lo largo de kilómetros. Entonces los viajeros deberán ejercitar la paciencia, llegar tarde a sus compromisos, perder el vuelo, la cita médica, la reunión de trabajo.

 

Existe la posibilidad de otro derrumbe en Las Palmas,
o de un hundimiento en la vía, cosa que ya comenzó a ocurrir.
Si esto sucede Medellín quedaría sin aeropuerto

 

Además, existe la posibilidad de otro derrumbe en Las Palmas, hecho frecuente durante las temporadas de lluvias, o de un hundimiento en la vía, cosa que ya comenzó a ocurrir. Si esto sucede Medellín quedaría sin aeropuerto, pues las otras dos carreteras que van de la ciudad a Rionegro, no ofrecen garantías a los conductores. El Escobero, con un escenario natural tan hermoso que corta la respiración, es una ruta estrecha, adecuada solo para carros particulares, no para vehículos pesados. Y la vieja carretera de Santa Elena también tiene curvas cerradas, es estrecha, carece de iluminación y de señalización que ayude a quien quiera tomarla desde Medellín cuáles son las nuevas calles por las que debe hacerlo porque el tranvía no permite la antigua ruta, y al conductor que llega a la ciudad, por dónde puede salir.

 

Pero no son solo los usuarios del aeropuerto quienes se ven perjudicados por este estado de cosas Siempre se dijo que Rionegro sería el segundo piso de Medellín, cuando ya la ciudad no tuviera más alternativas de crecimiento. Esa predicción ya se cumplió. Además de las múltiples urbanizaciones residenciales que proliferan en el mayor desorden prometiendo graves problemas de movilidad, abastecimiento de agua, el Valle de San Nicolás cuenta con industrias, centros comerciales, hoteles, hospitales de primer orden, universidades, colegios, razón por la cual un gran número de personas que viven en Medellín deben subir diariamente a Rionegro y viceversa, sometidas a la más terrible incertidumbre, pues sabe que su vehículo rueda por vías precarias. ¿Será el túnel la solución?

 

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