¡Me niego a elegir al menos peor!

¡Me niego a elegir al menos peor!

A propósito de las elecciones en la Universidad del Magdalena

Por: Maria José Navarro M
julio 07, 2016
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¡Me niego a elegir al menos peor!
Generalmente en Colombia estamos acostumbrados a elegir por descarte, para que no llegue un fulano u otro peor que éste. Elegimos al “menos peor”; elegimos por miedo y no por esperanza; elegimos para que nuestras condiciones en el futuro inmediato no sean peores que las actuales; elegimos para cerrarle el paso al que ha estado detentando el poder durante los últimos años, para darle paso a uno que “no ha robado mucho”. Y siempre elegimos mal, porque la esencia del menos peor es la misma que la del peor: utilizan la misma estructura, el mismo mecanismo y las mismas formas para llegar al poder. Finalmente, hacen parte de lo mismo, con diferente rostro.
Meterse en el juego de elegir “al menos peor” es perder la batalla, es entregarse a la mediocridad y aceptar que no hay líderes capaces, que la maquinaria del poder nos arrastrará por siempre; entonces ¿Para qué? ¿Para qué intentarlo? Demos por terminada la batalla y entreguémonos en la subordinación.
Hay una palabra que está de moda: cambio. Pensemos en el cambio… Cambio es cambiar las estructuras, las formas de ejercer la política; cambio es salirse del juego de elegir al menos peor y entrar al juego de lo ético; cambio no es elegir al más joven, al que “se viste como pelao”, al que se ve como diferente, pues puede verse, pero es necesario que también lo sea, y el más joven puede estar inmerso en el mismo círculo en el que el fin justifica los medios, el mismo circulo en el que: “yo llego porque llego”, en el mismo juego donde las condiciones ya están pactadas para favorecer a quienes por experiencia en el arte de engañar, comprar, amenazar, mover fichas, siempre ganan.
Entonces, el escenario siempre es el siguiente:
1. Un pequeño dictador, en su pequeño imperio, que para calmar los ánimos de un pueblo agotado a punto de revelarse, da un paso al costado, como una muestra de sus principios y de su sentido de la democracia. Entonces toca con su espada el hombro del elegido, ese elegido que guardará y cuidará sus más preciados tesoros y seguirá leal a sus órdenes e intereses.
2. La mano derecha del pequeño dictador, el más leal, el más dinámico y trabajador, arduamente y por años, ha forjado todas las condiciones dentro del imperio y dentro de la estructura de poder del imperio (que conoce casi como la palma de su mano) para dar un golpe de estado y presentarse él como el salvador, ese que representa el cambio, la esperanza de un futuro prometedor. Finalmente ambos hacen parte de la misma estructura, tomaron del mismo vino, se sentaron en la misma mesa, comieron del mismo banquete durante años. ¿Cuál es la única opción? Irse a un lado o al otro; elegir al menos peor, porque romper con esa estructura que los ha mantenido por años, no es tarea fácil, es casi una ilusión.
Me niego a ser parte del juego del menos peor. No es de líderes, es de oportunistas acomodarse a uno de los dos; como antes lo mencioné: ¡es dar por perdida la batalla! Y para ganar la batalla, necesitamos cambiar, cambiar el juego, cambiar las formas, cambiar los rostros, creer, elegir con la esperanza y no con miedo.
@MarijoNavarro
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