Toda campaña política está llena de promesas, algunas hechas con buenas intenciones, pero que al final por múltiples razones quedan en el olvido. Y otras son descaradamente mentirosas con el fin último de convencer incautos y lograr sus votos. Por esta razón y por la pérdida de ideas en los partidos políticos colombianos, lo que se está viendo en este período electoral son frases de cajón, razón por la cual a nadie le importa. En esta era visual, para llamar la atención, lo que se observa son unos pocos comerciales de campaña que rompen con los esquemas de esta sociedad pacata, como el del senador Armando Benedetti, de dos hombres besándose. Como respuesta la cabeza de lista a la Cámara del uribismo, responde con una imagen igual que termina reproduciendo la más tradicional de las imágenes de familia. El beso, en este caso, es entre un hombre y una mujer para transmitir ese mensaje subliminal propio de los conservadores para los cuales la comunidad LGBT no existe, para no usar el descalificativo terrible del senador Gerlein.
Pero el tema de fondo de este momento político es en qué consiste y como se arma la campaña para la reelección. Así lo que queda de la Unidad Nacional insista en que liderarán las estrategias para que repita el presidente Santos, la verdad es que el pilar de esta estrategia recae en el mismo Gobierno. Y por ello no se trata de escuchar promesas incumplibles o falsas sino de manejar las cifras del país. Pedirle a cualquier equipo gubernamental que muestre más los peligros que se avecinan que los éxitos es un ejercicio inútil. Razones serias lo impiden si, como afirman los economistas, las expectativas son claves a la hora de atraer inversión tanto interna como internacional.
Pero como se trata de reelegir al presidente no solo se evitan las noticias regulares sino que se entra en el triunfalismo que estamos viviendo especialmente en lo económico y también en temas de resultados sociales. Así por ejemplo, el gobierno ha hecho de la tasa de desempleo de un dígito una exagerada fiesta. Claro que ha aumentado la ocupación debido en gran parte al crecimiento de la economía. Pero decir que se ha cumplido con la responsabilidad de hacer del trabajo la oportunidad real de que todos los colombianos, independientemente de su ubicación sexo, edad, es una exageración. De 26 ciudades encuestadas, solo 7 tienen tasa de desempleo de un dígito, mientras el resto llega a casos extremos como el de Quibdó, más del 18%, Armenia, Popayán y Cúcuta con niveles superiores al de 15%. Esto es solo una muestra de los peligros de la campaña reeleccionista de Santos y de cualquier otro que, como decían los abuelos, no nosotros sino los de nosotros: exagerar es mentir. Estos son algunos de los menos.
Más grave aún para este panorama electoral es que los “más” corren únicamente por cuenta del presidente Santos. Por más Ley de Garantías, por más procurador, el presidente tiene la sartén por el mango: miles de subalternos, no necesariamente por convicción si no por no perder la chanfa, son parte de su ejército electoral; sale en televisión, y gratis, más que cualquier candidato por millonario que sea. Tiene la posibilidad de abrazar y tomarse la foto con el mártir y a la vez la esperanza de Colombia, Falcao, lo cual es un motor de su campaña mucho más que una seria propuesta de reforma de la justicia, por ejemplo, en lo cual ya nadie le cree.
En resumen, como en la época de los romanos, en una campaña reeleccionista el presidente de turno puede ofrecer pan y circo mientras que los demás se quedan sin el pan y solo con el circo.
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