Más allá del endurecimiento de penas por el feminicidio

Más allá del endurecimiento de penas por el feminicidio

Aunque no está de más que los castigos para quienes violentan a las mujeres sean más contundentes, se requiere un cambio social mayor

Por: Ramiro Guzmán Arteaga (*)
junio 06, 2019
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Más allá del endurecimiento de penas por el feminicidio
Foto: Pixabay

El lunes 27 de mayo un juez de Medellín condenó a 18 años y nueve meses de prisión a Luis Domingo Rodríguez Bello por el delito de feminicidio, pues mató a su compañera Celia Macrina González Pinzón, quien era natural del departamento de Córdoba y trabajaba en Medellín como empleada de servicio doméstico. El juez había dictado una sentencia de 25 años pero finalmente se acordó una rebaja de la pena en un 25 por ciento, a la cual tuvo derecho el condenado por haber aceptado los cargos.

Con esta sentencia la familia de Celia comienza a cerrar un poco el duelo de su ausencia. A su turno, la abogada defensora de la familia de la víctima y presidenta de la Fundación Feminicidios Colombia, doctora Yamile Roncancio, manifestó su preocupación por el creciente número de feminicidios en Colombia e hizo un llamado a la sociedad a no callar las agresiones de ningún tipo contra la mujer. Y es cierto, con tanto hombre creyendo tener a la mujer como un objeto privado, que deciden sobre ellas hasta la forma de morir, merecen que la sociedad reaccione categóricamente contra éste delito cargado de odio. La noticia que sobre este caso publiqué el jueves y que fue reproducida por distintos medios de comunicación local y nacional despertó airadas reacciones entre la opinión pública que reclama, con justa razón el endurecimiento de penas para feminicidios, porque, según el juez, el hombre encerró a Celia Macrina González Pinzón en la habitación y la atacó por la espalda con tres puñaladas en el dorso y otras ocho en el tórax.

Ahora bien, según la Fiscalía en Colombia los feminicidios se redujeron en el primer trimestre de 2019 frente al mismo periodo de 2018, pues mientras en el primer trimestre del año pasado se presentaron 84 casos, entre enero y marzo de este año hubo reportes de 48. Estas cifras son alentadoras, pero la sociedad no puede quedarse simplemente leyendo cifras que en determinado momento pueden resultar frías y sin rostros, y los periodistas no podemos quedarnos tampoco solo relatando el feminicidio. No basta relatar la muerte, pues a la larga son historias que en muchas ocasiones faltan completar y que en muchas otras ocasiones la gente deja pasar. Las cifras, en los casos de condenas y de los casos de feminicidios, son señales de que estamos en una sociedad enferma. Pero no podemos contentarnos con seguir viviendo de las cifras, como si los números fueran el único argumento de nuestra visión del mundo, en donde todo parece tener un número, una cifra.

Hoy el número de feminicidios baja, pero ¿qué garantiza que mañana no suba? Se busca medir, la Fiscalía y los gobiernos todo lo miden para saber si lo hecho estuvo bien o mal. Una persona de la calle lee que: “el feminicidio en los tres primeros meses se redujo en un 85 por ciento”, pero difícilmente comprenderá lo que está pasando, las razones ciertas de esa baja. Los números dan solo apariencia de los fenómenos, pero no llevan a la comprensión certera de lo que sucede. Lo que también cabe preguntarse, al lado de los años de condena y los porcentajes de feminicidios, es ¿qué tipo de sociedad es esta que crea monstruos capaces de matar a una mujer? Indudablemente, es una sociedad enferma que requiere de profundos cambios, empezando por la educación, pero no una educación cualquiera, porque también se sabe de reconocidos profesionales que cometen feminicidio. De modo que, entre muchos y profundos cambios y del endurecimiento de penas, se requiere de una educación razonable, que nos lleve a comprender que, definitivamente, “a una mujer no se le toca ni con el pétalo de una flor”.

 

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