Entonces es salir de la casa, ponerse los audífonos y escuchar a Martín, como si en vez de radio tuviéramos máquina del tiempo, nos devolvemos a la época en la que Bogotá era un hueco mal tapado y Martín y Santiago era el único consuelo que podíamos tener ante tanta fealdad. Después de un comienzo dubitativo Martin y Hernán se han afianzado y ha rehabilitado a muchos de nosotros del machista, anacrónico, sobreactuado Pulso del Fútbol post-Iván Mejía.
A Hernán Peláez le resultaba sumamente atractivo tener a Martin como contrapunteo no sólo en las conversaciones sobre fútbol sino en la música. Mientras Peláez apela al bolero, el son, Martin rompe todo con sus canciones de Metallica, Sepultura, Deep Purple, Ramstein, Skid Row y Iron Maiden. Hernán no suele aguantar más de un minuto e incluso cronometra cuanto se demora el cantante en entrar después de una larga intro. Uno estalla en carcajadas después del puntual comentario de Hernán sobre lo incómodo que le pone el Metal. Martin no es que sea un metalero consumado, tuvo su época por allá a finales de los ochenta y si fuera por él apelaría más al Jazz o a la salsa pero cumple su rol a cabalidad. Es otro de los personajes que ha interpretado este iconoclasta.
Hace poco me subí a un taxi. El chofer venía escuchando el programa. No le incomodó el estruendoso Master of Puppets, incluso se reía de los adjetivos de Martin a la hora de describir este rock: inclaudicable, poderoso, aplastante. Yo no escuchaba metal y ahora he encontrado de manera tardía una nueva pasión. Es que el metal es lo máximo:
