Marihuana en Colombia, ¿una sustancia prohibida o camino a la aprobación?

Marihuana en Colombia, ¿una sustancia prohibida o camino a la aprobación?

Se empieza a poner sobre la mesa la importancia de regular el cannabis y su uso recreativo ¿Cuáles son sus mayores beneficios y cuáles sus riesgos?

Por: Otto Hernán Lara Cardona
junio 03, 2022
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Marihuana en Colombia, ¿una sustancia prohibida o camino a la aprobación?
Foto: Archivo/Canva

Este escrito es el primero de una serie sobre el tema, y complementa otros de mi autoría que se encuentran publicados en internet.

Lo primero que habría que precisar, para quienes lean este artículo, es que no soy consumidor de esta sustancia ni de otras ilegales, por tanto no es esa mi motivación para escribirlo.

Lo segundo sería precisar que no todo el que usa drogas es un enfermo, trastornado, adicto o dependiente, ya que existen diferentes grados, tipos o niveles de consumo.

Lo tercero es que la producción, distribución y consumo del Cannabis ha tenido períodos en los que ha sido tomado como una sustancia legal y en otros se le ha dado el carácter de ilícita (ilegal). 

Esto muestra que dicha decisión, a pesar de que involucra múltiples factores a tener en cuenta (religiosos, médicos, jurídicos, culturales, sociales, económicos, etc.), finalmente es política.

En cuarto lugar, pese a que mucha gente no es consciente de ello, el tabaco (cigarrillo y afines) y el alcohol (bebidas alcohólicas, enervantes  o embriagantes) también son drogas (sustancias psicoactivas o SPAs, como igualmente se les conoce. 

Aunque estos términos, en última instancia, también podrían incluir a otros productos legales –solo que a algunos de estos se les llama medicamentos para diferenciarlos en su producción farmacéutica y en sus propósitos de uso).

Dicho lo anterior entremos en materia: el cannabis es una planta que existe desde hace miles de años e históricamente se le ha dado diferentes utilizaciones: medicinal, industrial, cultural e incluso recreativo dados sus efectos psicoactivos (mayores o menores, dependiendo de las variedades); es decir, sobre el funcionamiento del sistema nervioso central.

También, dependiendo del lugar, se le conoce con diversos nombres, como marihuana (el más común en Colombia), marijuana, jifa, ganza, yerba, etc.

Con la llamada “guerra contra las drogas”, impulsada hace más de cinco décadas por el Presidente Nixon de Estados Unidos (mismo que meses después se vio forzado a renunciar por el famoso escándalo de espionaje ilegal conocido como Watergate), se estableció mundialmente, en especial en los países occidentales (Europa, Estados Unidos y el resto del continente americano, etc.), una política que prohibió casi toda actividad que tuviera relación con la marihuana y otras drogas.

Dicha posición, aunque ha tenido triunfos importantes parciales (incautación de miles de millones de dólares en efectivo, bienes muebles e inmuebles, destrucción de cultivos y laboratorios clandestinos.  

A su vez, la captura o muerte de grandes capos del narcotráfico, por ejemplo, en Colombia Pablo Escobar; alias El Mexicano, los Rodríguez Orejuela y, recientemente alias Otoniel; en México, alias El Chapo Guzmán, entre muchísimos más. 

Finalmente no se ha logrado acabar con el fenómeno de las drogas y todo apunta a que ese fin es una ilusión porque, entre otras cosas, siempre habrá quien quiera drogarse y quien arriesgue su libertad y hasta su vida por tener grandes beneficios económicos.

El fracaso de la guerra contra las drogas es una de las tantas razones que existen para cambiar de estrategia y se pase a una perspectiva de legalización (o mejor, de regulación o regularización) de la Marihuana y otras SPAs. 

Esto no significaría que, automáticamente, o por el simple fracaso, agotamiento o falta de control sobre lo ilegal, necesariamente hay que convertirlo en legal. Las cosas son más de fondo.

Otra razón es que el ideal puritano (y a veces seudo o doble moralista) de que nadie altere su estado de conciencia por medio de productos externos a su cuerpo, es una utopía porque, como lo mencionara antes, no faltará quien quiera y haga todo lo posible por drogarse (sin que necesariamente sea un adicto). 

Se trata de decisiones individuales que se deben respetar (enfoque de derechos, incluido el del libre desarrollo de la personalidad), al igual que hay que reconocer que existen otros tipos de estrategias. 

Una de ellas es sobre el enfoque de salud pública que incorpora la promoción de la salud y la prevención, mitigación y superación de la enfermedad –en los casos que así se consideren–, que tienen en cuenta enfoques, paradigmas o perspectivas de reducción de riesgos, reducción de daños y finalmente de reducción o cesación del consumo, aunque lo último mencionado no es el punto de partida u objetivo principal.

Las políticas prohibicionistas radicales han fallado porque no es extraño que violen derechos humanos. En algunos países el solo consumo genera consecuencias penales importantes como multas, arrestos o prisión prolongada –por ejemplo varios estados del coloso del norte– en otros hasta la flagelación, como en algunos islámicos. 

La mencionada guerra contra las drogas no ha podido acabar con la cadena de producción, comercialización y consumo de las SPAs; por el contrario, podría decirse que dichas actividades se mantienen o hasta se han incrementado. 

En cambio, por el carácter de ilegal de al menos las dos primeras muchos delincuentes (y hasta prestantes empresarios y negociantes) se siguen enriqueciendo. 

Además, existen altos niveles de homicidios (Colombia fue un referente de esto en los años 80s y 90s, pero en mi concepto ahora México está peor) y corrupción en todos los niveles de la población, lamentablemente formando parte de ello importantes figuras políticas y miembros de la policía, las fuerzas militares y hasta la Rama Judicial.

En Colombia el asunto del consumo ha venido cambiando y, si siguiera vigente en ello la Ley 30 de 1986 (más conocida como Estatuto de Estupefacientes), una persona, por el solo hecho de portar la dosis personal o consumir alguna de las sustancias allí descritas, podría ser enviada a la cárcel hasta por 30 días si era la primera vez, o hasta por un año si era reincidente (artículos 51 y 87, ya declarados inexequibles, es decir, contrarios a la Constitución).

Aquí ya se han dado algunos pasos incipientes sobre el cannabis medicinal e industrial (con resultados muy positivos), pero es hora de tomar decisiones más sensatas y menos utópicas.  

Así ha sucedido en Uruguay, varios países de Europa y casi la mitad de los territorios de Estados Unidos y no sólo despenalizar. A su vez, legalizar, o mejor, regular, –porque no debe entenderse como algo generalizado– la Marihuana recreativa.

Dicha regulación o regularización sería algo un tanto similar (pero también diferente) a la que se tiene con el alcohol: producción limitada hasta cierto punto, venta y consumo controlados para algunas personas (no a menores de edad ni mujeres embarazadas, por ejemplo). 

Por su parte, limitaciones para actividades como la de pilotar un avión, manejar un vehículo u operar maquinaria peligrosa, entre otras; a su vez, para sitios públicos como escuelas y alrededores. 

No se niega que todavía existen cuestionamientos sobre los reales beneficios del cannabis medicinal en algunos casos ni que la marihuana pueda producir o incrementar efectos negativos en las personas que la consumen. 

Para quienes tienen predisposición a cierto tipo de trastornos o enfermedades preexistentes se abre el debate, pero muchos de quienes lo hacen habitualmente no dejarán de hacerlo simplemente porque sea prohibida. Otros tampoco se abstendrán de probarla.

La regulación del cannabis recreativo no es una panacea, no acaba con todas sus consecuencias negativas pero sí las puede disminuir e incluso convertir algunas de ellas en positivas (como contar con mayores recursos públicos, en forma de impuestos, para invertir en la población –v.gr. en medidas educativas o de salud-).

Para terminar esta primera parte, es necesario recordar que existen sustancias más “duras” o peligrosas (como la heroína) y están apareciendo otras igualmente derivadas del opio (el fentanilo y  la oxicodona, productos medicinales para dolores extremos, de los que se hace uso abusivo). 

Todo esto está produciendo consecuencias muchísimo más graves que la marihuana, como la generación anual de miles de enfermos y muertos, sobre todo por sobredosis (por ejemplo en Estados Unidos). 

Además, de aquellas sustancias que tienen gran aceptación sobre todo en los jóvenes y en ciertos ambientes.

Cada día están saliendo al mercado nuevas sustancias sintéticas (2cb, “Tucibi” o simplemente “Tusi”, para mencionar solo una de ellas) de las que finalmente ni siquiera se conoce su composición real y que están causando graves consecuencias.

En los próximos artículos aspiro a dar más detalles y ampliar otros aspectos. Bienvenidos sus comentarios, críticas, inquietudes y sugerencias, ojalá de manera respetuosa, a mi correo personal [email protected].

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