En la política, como en la física, los liderazgos no se inventan: se manifiestan. Y lo que hoy ocurre al interior del Centro Democrático es la constatación de una fuerza que, aunque algunos intentan minimizarla, se impone por el peso de la realidad digital, territorial y emocional de la derecha colombiana. María Fernanda Cabal no es simplemente una precandidata más; es, a estas alturas, la única figura con la potencia suficiente para evitar que el partido caiga en la irrelevancia en 2026.
Durante la última década, el Centro Democrático ha experimentado un desgaste acelerado. El partido nació como una maquinaria política cohesionada alrededor de la figura —casi totémica— de Álvaro Uribe. Sin embargo, esa centralidad no es eterna, y el país exige hoy un relevo que mantenga la identidad, pero recupere la eficacia. En ese terreno, Cabal emerge con una ventaja innegable: representa continuidad ideológica sin repetir fórmulas políticas agotadas.
Los datos recientes —esos que nunca mienten, aunque algunos pretendan maquillarlos— muestran que Cabal duplica o triplica a sus competidores en mediciones internas, encuestas independientes y análisis de tendencias digitales. Mientras Miguel Uribe Londoño y Paloma Valencia luchan por mantener un nicho, Cabal ya se mueve en un espectro nacional, convocando no solo al uribismo tradicional, sino al votante conservador desencantado y al ciudadano que busca orden, carácter y mano firme. Ese electorado, que algunos dan por marginal, hoy define elecciones.
Cabal ha logrado algo que pocos políticos en Colombia pueden exhibir: coherencia. No ha cambiado de libreto según sople el viento. Su narrativa de defensa de la libertad económica, la propiedad privada, la seguridad democrática y el orden institucional se ha mantenido intacta incluso cuando resultaba impopular. Esa coherencia —en tiempos donde la política parece un carnaval de disfraces— termina convirtiéndose en un activo electoral.
Más allá de su estilo directo, que genera adhesiones intensas y resistencias igual de profundas, Cabal tiene un rasgo que el partido hoy necesita: liderazgo. El Centro Democrático adolece de voces que logren capturar la agenda pública, defender con solvencia los principios fundacionales del proyecto uribista y, sobre todo, presentarle al país una narrativa de futuro. Ese vacío, por incómodo que resulte admitirlo, solo lo ha llenado Cabal.
La colectividad necesita un nombre con capacidad de confrontar el discurso del Pacto Histórico sin caer en la tibieza ni en la imitación. Alguien que pueda polarizar cuando es necesario, pero también construir una coalición amplia que reconecte a la derecha con el país productivo. Cabal, por formación, carácter y vocación, está mejor posicionada para hacerlo.
El Centro Democrático se enfrenta a una elección existencial. Si decide optar por el nombre más cómodo, más moderado o más “presentable”, se arriesga a desaparecer en la mitad del camino. Si, en cambio, asume el riesgo de respaldar la candidatura de María Fernanda Cabal, tendrá la posibilidad de recuperar su identidad, reactivar sus bases y presentarle al país una opción clara frente al proyecto de izquierda que domina el panorama nacional.
En política, las oportunidades no se repiten. Y el partido tendría que estar ciego para no ver lo obvio: María Fernanda Cabal no es una opción más; es la única alternativa viable para que el Centro Democrático vuelva a ser determinante en Colombia.
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