Manuel Cubillos: la prueba de que las manos de un caficultor pueden crear arte

Manuel Cubillos: la prueba de que las manos de un caficultor pueden crear arte

Hace más de 20 años huyó de los cafetales del Huila y llegó a Cali. Años después aprendió sobre la paciencia y el arte de la filigrana. Hoy es maestro en este oficio

Por: Manuel Tiberio Bermúdez Vasquez
septiembre 06, 2022
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Manuel Cubillos: la prueba de que las manos de un caficultor pueden crear arte
Foto: Cortesía

Es un arte milenario preciosista y delicado; una técnica en la que se usan finos hilos de oro o plata para realizar piezas de joyería y artesanía que se asemejan a un delicado encaje y que son apreciadas como obras de arte.

Realizar este tipo de trabajo requiere creatividad, entusiasmo, pero sobre todo, paciencia, ya que finalizar una pieza puede llevar muchas horas de trabajo. Las figuras así realizadas destacan por ser livianas, hermosas y sutiles de donde proviene el gran aprecio y valor que se les da.

En Colombia destaca Mompox, un pueblo al norte de nuestro país que tiene gran reconocimiento por la elaboración de hermosas figuras en filigrana de una fuerte influencia árabe y que llegó a esas tierras con los españoles, mal llamados conquistadores.

En el Parque El Peñón, de Cali, ese gran espacio caleño que es sitio de visita dominguera y que desde 1986 es una galería al aire libre, tiene su puesto de exhibición y venta un orfebre que destaca por su excelente trabajo como hacedor de filigrana.

Se llama Manuel Cubillos Quiroga, nació en Aipe, departamento del Huila, pero la vida lo sacó de ser un campesino que andaba entre cafetales y montañas y lo trajo hasta Cali, en donde hoy reside.

Ya en la capital, con mucha paciencia se convirtió en uno de los filigranistas más destacado en la ciudad. Es asociado al grupo del parque El Peñón,  hace unos 20 años. Le gusta el Parque, porque además de ser un sitio hermoso y agradable, convergen todas las clases sociales, es un lugar de encuentro, de paseo dominical, de disfrute para grandes y chicos en el que el quehacer artístico en las más diversas manifestaciones invita a la admiración, al asombro, a la contemplación y goce de los sentidos.

¿Cómo llegó a la filigrana?

“Hace ya algún tiempo –dice Manuel– vi un trabajo que me llamó mucho la atención y quien lo había elaborado me dijo que esa era una técnica que llamaba filigrana, y que era bastante antigua. Me contó además que el oficio había llegado a Colombia con los españoles y que se realizaba  en la Costa Pacífica, la caucana, pero que donde tenía más relevancia era en Mompox, Bolívar”.

“Empecé entonces a investigar para ver de qué manera en algún momento yo podía hacerla. Hice un curso de joyería en los talleres que tenía Comfandi, eso fue en el año 2006, pero aun no existía la enseñanza de la filigrana, entonces yo empecé a hacerla empíricamente ayudándome con tutoriales que veía en Youtube y con investigaciones que realizaba en bibliotecas”.

Un día asistió a una feria que se realizó en La Sagrada Familia y tuvo la fortuna de conocer al maestro Ángel Ortiz, oriundo de Mompox, quien al ver su trabajo le dijo que lo que hacía estaba bien pero que requería más formación para conocer las técnicas. Además el maestro no solo le descubrió el oficio, sino que le enseñó a hacer las herramientas pues no existen en el mercado.

“Hice con el maestro Ortiz unos talleres –rememora Manuel– y gracias a él hoy mi trabajo es reconocido. Llevo realizando filigrana hace unos 10 años”.

“Cuando comencé era muy poco lo que en Cali se hacía de este arte. Me extrañaba que algo tan bello, tan elaborado no tuviera muchas personas que lo realizaran y me preocupaba que la práctica de ese trabajo tan antiguo se perdiera. Esto acrecentó en mí  el interés por aprender para dejar una especie de legado y soñando que estos oficios ancestrales nunca desaparezcan”.

Hoy, gracias al profesor Ángel, la filigrana ha tenido un gran auge y esta práctica se ha puesto de moda con algunas variantes más contemporáneas. A las piezas se les agrega color mediante piedras, la plata se baña en oro, se le engastan esmeraldas, y otras piedras semipreciosas.

Los jóvenes han roto la tradición pero se sigue trabajando, adaptada a las necesidades de hoy, la filigrana. “La técnica sigue siendo la misma pero la moda ha ido evolucionando, asegura Manuel”.

La paciencia hecha arte

La filigrana tiene mucho trabajo. Debido a esto las nuevas generaciones de joyeros no la practican por la cantidad de labor que exige.

“La joyería contemporánea ha evolucionado con herramientas y máquinas que agilizan los procesos –señala Manuel- lo que no ocurre con la filigrana que exige tiempo para su proceso ya que es totalmente manual. Es de paciencia, quien no la tenga ni de vainas que piense en incursionar en esta técnica. No más en la preparación del material se va un gran tiempo pues toca fundir, adelgazar el hilo de oro o plata hasta el grosor de un cabello  humano; esto demanda mucho tiempo. Yo solamente trabajo la plata ya que el costo del oro en este momento está muy elevado”.

“Lo que yo hago no es trabajo, es pasión, es disfrute desde que hago el diseño hasta que armo la pieza. Lo bonito de la filigrana es que se parte de cero; es decir, uno ve la idea que puede provenir de una foto o de un bosquejo personal y se inicia la elaboración. Una sola figura puede estar formada por 300 o 400 pequeñas piezas individuales.

Asegura Manuel que la filigrana además de belleza “remueve los sentimientos” de quien la adquiere. Como es tan antiguo despierta en algunas personas muchos recuerdos pues se encuentra con gente que ven su trabajo y le dicen “mis abuelos me heredaron unos aretes de filigrana” y se admiran del oficio que este orfebre desempeña y que sigue aún vigente”.

Manuel asegura que le va bien con su arte y ha expuesto y vendido sus obras en distintos espacios: Boyacá; Medellín; Bogotá; y además se vale de las redes sociales para mostrar su trabajo, es decir, tiene una vitrina de ofertas abierta al mundo. Las figuras que más le piden son las flores que gustan mucho en pulseras,  aretes y dijes.

“Aunque -señala -hay algunas personas que cuando uno les dice el valor de una joya de las que vendo tienden a pensar que es muy costosa pero no entienden, o no piensan, en el trabajo arduo, en el extenso proceso que hay para llegar a ese producto que lucirán en su cuello, en sus orejas o en su muñeca y que será la admiración de muchos”.

Finalmente Manuel desea que este arte de la filigrana no se vaya a perder  y por eso está dispuesto a enseñar a quien tenga: pasión, paciencia y perseverancia y además estar dispuesto a ir descubriendo los bellos, novedosos y enredados vericuetos de la filigrana.

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