Los wayúu y su derecho consuetudinario

Los wayúu y su derecho consuetudinario

Un guajiro escribe a propósito del enredo que tuvo Elizabeth Loaiza en el Cabo de la Vela

Por: Alberto Palmarrosa Inciarte
febrero 05, 2021
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Los wayúu y su derecho consuetudinario

Me intereso por aprender más del derecho consuetudinario, porque, siendo guajiro, lo siento y lo vivo como todos los guajiros. No entraré en honduras sobre el tema por mi condición de economista, pero, aun no siendo jurista, estoy inmerso en él. Además, a pesar de ser E´iruku, hijo en línea paterna de un wayúu con una negra alijuna (civilizada), vivir en este terruño (La Guajira) nos produce un profundo sentimiento de patria chica, por lo que todos nos sentimos wayúu.

El derecho consuetudinario tiene una larga historia, el de más larga historia entre todas las ramas del derecho, enraizado en las costumbres, aunque no escritas, pero elaboradas en las profundidades de la vida cultural de la economía natural; el ius, derivado de la vida práctica; pero, el derecho consuetudinario a partir de los albores del siglo XVIII y del reinado napoleónico comenzó su debilitamiento, relegándolo por el surgimiento de nuevas relaciones sociales de producción, que necesitaba fortalecer la institucionalidad y la propiedad privada con el código civil, y, destruyendo la institucionalidad y la propiedad sobre los medios sociales de producción colectiva.

Hago esta alusión al derecho consuetudinario por las declaraciones que escuché en el noticiero Horizonte Informativo, dirigido por mi dilecto amigo el periodista Edgar Ferruccio Padilla, dadas por una joven modelo colombiana que vino a turistear al Cabo de la Vela, pero ella y su séquito tuvieron un percance en una dura confrontación con un grupo de indígenas wayúu. Hay turistas que no vienen a conocer, ni a descansar, sino a engrupir, descrestar con sus vehículos rústicos (cuatrimotos y camperos último modelo) y a embriagarse desmedidamente, etc. Sin entrar a detallar, las declaraciones de la señora modelo fueron fuertemente cargadas con la intencionalidad de hacer daño, cortó parejo sin consideración alguna.

La joven antes de venir a La Guajira debió de haber consultado sobre nuestro territorio y su convivencia, en Bogotá nada más tiene a Armando Valbuena Gouriyu, un wayúu expresidente y actual asesor de la Onic, declarado sabio por la Unesco. O al llegar a La Guajira, hablar entre otros con Juan Cambar Pushaina, erudito palabrero, a quien tuve la oportunidad de ver dejar en una sola pieza a un exgerente de la Texas Petroleum Company, en un litigio sobre tierras entre clanes en los alrededores de las oficinas de Ballenas (gas); el gerente, ignorante, pero con ínfulas derivadas de su poder, denostó y espetó concluyente, diciendo: “además, allí nadie tiene escritura”. Cambar, contundentemente le respondió, aclarándole, “no señor, aquí en La Guajira, las escrituras están depositadas en los cementerios de los wayuu, en las múcuras se puede establecer a que casta le corresponde el territorio”. Eso no lo sabe la joven en mención, así se hubiera evitado pagar la falta, y el significado de una falta y porque se paga. Según el artículo 246 de la Constitución Política de Colombia, pueden los indígenas ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial.

La joven, quien además es víctima de ese mercado capitalista del modelaje, que no instruye y las subsume en un mundo de veleidades; no sabe, no comprende que sus patrones los capitalistas, son los directos responsables de la degradación de nuestro derecho consuetudinario. Por ejemplo: han llegado en avalancha y con manos llenas de dinero a comprar las tierras de los wayúu llenos de miseria; inmediatamente compran: trazan y levantan sus linderos; en la cultura wayúu no se concebía el lindero, los límites estaban establecidos por los árboles, los caminos, los arroyos, etcétera, no por escrituras públicas notariadas.

Muy a pesar del embate artero del capitalismo sobre las culturas indígenas y en particular la wayúu, que cuenta en el terruño con sus desvergonzantes aliados del gobierno regional y con nativos corresponsables de la miseria que crece en la población indígena; no supo la joven modelo: porque encontró tantos peajes de cuerdas tendidas sobre el camino exigiendo plata por el tráfico en su territorio. La mendicidad que crece porque crece la pobreza.

Muy a pesar de todo, la etnia wayúu, sigue erguida como una gran nación, conservando su cultura, su historia, su economía y su lengua. Estercilia Simanca Pushaina, escritora wayúu, autora del libro fenomenal “Manifiesta no saber firmar, nacido 31 de diciembre,” denuncia el atropello a que fue sometida la identidad wayúu, llevado a documentales nacional e internacionalmente. Más sin embargo sigue enhiesta nuestra etnia.

La joven debió haberse leído los libros del poeta wayúu, Miguel Ángel López, Premio de Poesía Casa de las Américas en La Habana, Cuba, con el volumen Encuentros en los Senderos de Abya Yala en el año 2000, allí encontraría el hermoso idilio entre nuestra naturaleza.

Por último, para conocimiento de la modelo, ella tranquilamente puede retornar al territorio donde cometió la falta, porque pagó, acá no se aplica el destierro como acontece entre los alijunas o civilizados. Eso sí, tendrá que disculparse por su lenguaraz.

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