La estigmatización de la militancia de izquierda no cesa en un país donde figuras pública replican discursos de odio y extermino bajo el nombre de seguridad democrática o limpieza social. Pensar diferente en un país marcado por la violencia de los partidos tradicionales y la ideología paramilitar es cargar con la lapida en la espalda y vivir bajo constantes señalamientos. Sin embargo, asumir una postura distinta, donde impera el valor por la vida y la esperanza es orgullo para muchos que no queremos ver una Colombia que se sumerge en la injusticia social y se ahoga entre lágrimas y sangre.
El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948 desata la reacción del pueblo, quien sufrió de persecución por su pensamiento liberal, en la conocida “época de la violencia”. Han pasado tantos años y hemos sido bañados en ríos de sangre con aspersiones de odio recurrentes. Hoy, en época de reconciliación el asesinato a campesinos persiste, los lideres y defensores de derechos humanos continúan siendo hostigados, amenazados e incluso asesinados. Entre enero de 2016 y marzo de 2017 ocurrieron 156 homicidios, 5 desapariciones forzadas y 33 casos de atentados hacia estos. Tal parece que seguimos inmersos en esa época.
Señalamientos que por su talante manipulador e inculpador realizados de manera irresponsable en su página de Facebook por la senadora Nohora Tovar del Centro Democrático y replicados por algunos medios desataron los odios y se concretaron en sendos señalamientos y amenazas por parte de seguidores del Centro Democrático que bajo estas circunstancias ponen en riesgo mi vida e integridad como ciudadana colombiana, hasta el punto de llevarme a temer en este histórico momento por un derecho fundamental como la vida.
Los señalamientos de alto calibre constituyen una amenaza que atenta contra mi derecho a la vida, los mensajes tales como “balazo y pal río”, “quememos la viva” “hay que darle un regalito” no son más que expresiones de ajusticiamiento de quienes componiendo un aparato paraestatal se toman la justicia por su propia cuenta demostrando que la vida de los demás no tiene valor alguno.
Los grupos paramilitares se reorganizan y fortalecen, pero para el estado son inexistentes. Colombia cuenta con más de 2.400.000 desplazados, 4.382 falsos positivos y 3.000 asesinados en el exterminio sistemático de militantes del partido comunista durante el genocidio de la Unión Patriótica.
Las fotos que la senadora comparte fueron tomadas en el congreso Nacional del Partido Comunista, donde militantes de las FARC hablaron de paz, reconciliación y unidad. Estas fotos fueron el detonante perfecto para hacer pasar al senador Uribe —quien goza de un fortísimo esquema de seguridad— como una pobre victima de agresiones, para con estas alentar los odios y justificar cualquier acto de violencia en mi contra y pretender sostener el “argumento” de que pertenecí a un grupo alzado en armas, el cual se encuentran en proceso de reincorporación y constituyéndose como partido político dentro de un estado social de derecho, donde impera la democracia y convergen diversas corrientes ideológicas.
Agradezco de manera fraterna a las personas que se han puesto de este lado de la barrera, que reconocen el riesgo que esas acusaciones conllevan, a las personas que han defendido mi integridad porque conocen mi papel como lideresa y activista e identifican mi trabajo en la defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres y la construcción de paz desde las bases sociales y los espacios académicos. Si algo llegase a ocurrirme o a mi familia, no sería difícil identificar a los principales implicados causantes de cualquier daño posible. Quizás la justicia llegue cojeando o quizás quede inmóvil como muchos procesos.
Extiendo a toda la sociedad colombiana mi invitación para dar un paso en la construcción de una paz estable y duradera, una paz que no se encuentra en la Habana sino en cada uno de nuestros corazones. Porque construir la nueva Colombia es misión de todos y cada uno de los que queremos un país diferente, con equidad, justicia social y sobre todo un país en el que no nos asesinen por pensar diferente, el primer paso es dejar los odios, dejar de vernos como enemigos y tomarnos la mano como hermanos.