Los Planes A y B de Petro
Opinión

Los Planes A y B de Petro

Con la posible manipulación del software, Petro regaba sombras sobre la pureza del sistema electoral; desconociendo elección de Maduro, trataba de quitarse el sambenito del castrochavismo

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mayo 25, 2018
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Viendo el buen suceso de las acusaciones por el fraude cantado en el debate presidencial de Venezuela, hechas por varios países latinoamericanos, la Unión Europea y los Estados Unidos, el candidato Gustavo Petro se aventuró a cuestionar, previamente también, la tarea de la Registraduría Nacional del Estado Civil, aduciendo una posible manipulación del “software” de dicha entidad y confiado en que eso le aumentaría simpatías en la amplia base de sus admiradores. Parecía un Plan A de su estrategia final para la primera vuelta.

Al producirse el aguacero de réplicas de los demás candidatos, el gobierno y los medios de comunicación, Petro sacó su Plan B, que fue el documento, muy bien concebido y bien redactado, desconociendo la elección del señor Maduro con el fin de desembarazarse del sambenito que le colgó el Centro Democrático sobre sus fuertes vínculos con el castrochavismo. Con el primero, regaba sombras sobre la pureza del sistema electoral; con el segundo, despejaba de una vez por todas las sospechas que, sobre su extremismo de izquierda y sobre una eventual financiación de su campaña por el gobierno venezolano, ha esparcido el resucitado macartismo colombiano.

La polvareda obligó a que se convocara la Comisión de Seguimiento Electoral, con asistencia de los veedores internacionales, de los magistrados del Consejo Electoral, la Procuraduría y la Fiscalía, para analizar por qué no hay acceso al código-fuente (en el acceso es donde está el peligro), ni una auditoría técnica que trituren la manipulación o el fraude denunciado. Eso habló bien de las entidades oficiales, y el domingo sabremos si se dio o no un segundo capítulo del 19 de abril de 1970, origen del M-19, pues Petro anunció que, de ser así, habría plaza pública, a lo Andrés Manuel López Obrador, contra un nuevo abuso con los guarismos electorales.

Aun cuando hubiera sido mejor que existiera la auditoría técnica, la autoridad electoral confirmó por qué en Colombia, desde hace tres décadas, los procesos eleccionarios son menos proclives a las trampas conocidas de tiempos superados por la tecnología y la organización que surgió con la Constitución de 1991. Por lo tanto, ningún partido ni candidato tendría razones válidas para desconfiar de los desarrollos de unas jornadas en las que, unos y otros, tienen derecho a intervenir en el conteo inicial de votos, impugnando inclusive actuaciones de los jurados y contribuyendo a que los resultados del primer escrutinio sean fieles a la expresión de la voluntad popular.

Hace cuatro años fue el expresidente Uribe quien inventó un fraude monstruoso, sin aportar una sola prueba ni señalar siquiera una tentativa fallida. Los hechos infirmaron la acusación y el país aceptó de buen grado el fallo de las urnas como limpio. Ahora fueron mayores las precauciones tomadas por la Comisión de Seguimiento y hasta tribunales de garantías, aparte del concurso de los organismos de control penales y disciplinarios, habrá en todo el territorio a efecto de conjurar los delitos contra el sufragio.

 

Sobre su Plan B, es probable que Petro obtenga dividendos políticos
por poca que sea la tolerancia de los colombianos
con el populismo de izquierda

 

Sobre su Plan B, es probable que Petro obtenga dividendos políticos por poca que sea la tolerancia de los colombianos con el populismo de izquierda, donde lo ubican sus adversarios del populismo de derecha. Pero, ¿alcanzarán esos dividendos para repetir una avalancha de votos como la de la Alianza Nacional Popular en 1970, cosa que no descarta por haber alborotado el cotarro con el presunto fraude que teme? No parece. Después de todo, hay que esperar el desenlace de pasado mañana a ver qué pasa. Nunca se despejan todas las contingencias y siempre se aguarda a que se confirmen o se desmientan las encuestas. Por cierto que últimamente están perdiendo credibilidad, de lo cual aspira Petro a beneficiarse. O sea, a ser derrotado en las mediciones y ser ganador en las elecciones.

Hay que entender a Petro. Es un hombre aguerrido y a esa cualidad le suma su intuición de aguilucho desconfiado. En él son infrecuentes y efímeros los momentos de equilibrio en los cuales la vida se siente satisfecha de sí misma, y sucumbe, por eso, a los atractivos de una lucha que promete la plenitud del luchador y un acierto más del apogeo de sus fuerzas.

 

 

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