Los eternos serán quienes defienden la verdad
Opinión

Los eternos serán quienes defienden la verdad

El columnista recuerda los hechos de marzo del 2008 cuando murieron -en un mismo mes- Manuel Marulanda, Raúl Reyes e Iván Ríos

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marzo 30, 2018
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El 26 de marzo se efectuó en la sede nacional del partido de la rosa, un sencillo homenaje a la memoria de Manuel Marulanda Vélez, Raúl Reyes e Iván Ríos, tres integrantes del Secretariado Nacional de las FARC, cuyas vidas llegaron a su fin en el mes de marzo de 2008, es decir diez años atrás, en un verdadero calendario trágico.

Las tres muertes conmocionaron profundamente la organización insurgente. Raúl pereció como consecuencia del bombardeo de medianoche al campamento que ocupaba con su unidad en la provincia de Sucumbíos, en el Ecuador. Con él murieron dos decenas de muchachas y muchachos que lo habían acompañado durante años.

A Iván Ríos le ocurrió un hecho espeluznante. Al integrar su unidad en el área del Frente 47, escogió como oficial de servicio a Rojas, un mando medio que lo impresionó favorablemente, y en quien depositó toda su confianza. En medio de una gran operación enemiga, Rojas, acobardado por sus consecuencias, asesinó con frialdad una noche a Iván y su compañera.

Manuel se encontraba afectado por un malestar general hacía varios días. Amparo, la enfermera de su unidad, y Sandra, su fiel compañera durante las dos últimas décadas, se encargaban de cuidarlo. La tarde del 26, sentado en una silla en la sencilla habitación de su campamento en la montaña, tras experimentar un breve mareo, se despidió de la vida en forma sorpresiva.

 

El fin del fin, denominaron esos hechos los altos mandos militares,
los dirigentes políticos en el poder
y los grandes medios

 

Era el año 2008, de triste recordación para los integrantes de las Farc. Todos los que nos adversaban clamaban de alegría pues en su parecer aquellas noticias eran el símbolo de nuestro hundimiento político, militar y existencial. El fin del fin, denominaron esos hechos los altos mandos militares, los dirigentes políticos en el poder y los grandes medios.

Nuestro país vivía por entonces una agresión despiadada por parte del Estado, en contra de los sectores sociales y populares en lucha, calificados desde el gobierno como terroristas. Extensas zonas eran objeto de operaciones de represión, con desplazamientos forzados y detenciones masivas que perseguían el clásico objetivo contrainsurgente de secarle el agua al pez.

Los asesinatos selectivos de líderes sociales alcanzaban niveles inéditos. La práctica de las ejecuciones extrajudiciales era el pan de cada día por parte de las fuerzas militares, que se habían desbocado a secuestrar y asesinar miles de colombianos humildes, para presentarlos luego como guerrilleros dados de baja en combate, por quienes se pagaba jugosas recompensas.

La inteligencia militar se ocupaba de realizar las más sucias tramas con el objeto de golpear mandos insurgentes, siendo una de sus favoritas el inhumano acoso a quienes lograban identificar como familiares de los guerrilleros. Para obtener información, los sometían a allanamientos ilegales, secuestros y amenazas de muerte, en impunes expediciones de terror.

Todo eso mientras se sindicaba y perseguía a numerosas personalidades regionales o nacionales que no eran de la simpatía del régimen. Los magistrados de las más altas cortes, periodistas que alguna vez expresaron alguna opinión contraria y líderes políticos que criticaban las prácticas de gobierno, eran objeto de interceptaciones ilegales y sindicaciones públicas.

La sintomatología sicótica del poder dominante en Colombia se ponía de presente con el orgulloso alarde de sus crímenes. Los restos despedazados de sus víctimas se exhibían en los grandes medios, que además se encargaban de despresarlas moralmente con la atribución irresponsable de las conductas más infamantes. Colombia se hallaba convertida en un festín del horror.

Los tres hombres nuestros que perecieron en aquel marzo de 2008, fueron en realidad verdaderos paladines de la lucha por la vida y la justicia en nuestro país. Cada uno representó una de las generaciones rebeldes del siglo XX. Marulanda, a los herederos de los sueños de Gaitán, Raúl, a la izquierda de los años sesenta, Iván, a la juventud que vibró con la Unión Patriótica.

El 26 de marzo me trajo a la mente las canciones de Julián Conrado, quien en cada rincón de la montaña donde tuvo que amanecer, despertó siempre con un verso en los labios. A Raúl le hizo La Rueda de la historia, Por aquí pasó y dejó su huella, su huella bolivariana, pero miren que se fue y se queda, para ayer, hoy y mañana.

A Iván le hizo Tus manos, Las manos del monstruo que te cortó, cobardemente tus manos, no son peores que las de quien pagó, por habértelas cortado… Tus manos liquidarán la tristeza, tus manos revivirán la alegría, tus manos destrozarán la violencia, tus manos acariciarán la paz. Y a Manuel Marulanda, Arando la paz.

Con su fusil sigue Manuel arando la libertad, con su fusil sigue Manuel arando, arando la paz. Con Jesucristo lo mismo hicieron y con Bolívar pasó algo igual, los insultaron los persiguieron como a ti viejo, por la verdad. Excelente reflexión para Viernes Santo, los eternos serán quienes defienden la verdad, y nunca sus asesinos.

 

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