'¿Y si los colombianos aprendemos algo de los chilenos?'

'¿Y si los colombianos aprendemos algo de los chilenos?'

Los jóvenes en Chile desenmascararon el millonario negocio de los dirigentes políticos

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga
diciembre 21, 2015
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'¿Y si los colombianos aprendemos algo de los chilenos?'

A lo largo de la historia los colombianos hemos copiado –aprendido- ciertas cosas de otros países. En algunos casos porque nos metieron eso que aprendimos por los ojos, y en otros por puro gusto. De España, hace siglos, copiamos algo hermoso y algo infame: la lengua y la religión, en ese orden. De Argentina, hace poco, copiamos algo ruin: las barras bravas. Por eso, ahora, desde mi percepción, llegó el momento de aprender algo que un país vecino nos puede enseñar–Chile-, para así hacer de Colombia un lugar un poco más justo.

Chile es un país que, por desgracia, hasta hace poco tiempo estuvo dirigido políticamente hablando por un criminal vestido con uniforme militar. Hay que recordar que recién el 11 de marzo de 1990, el miserable asesino de Augusto Pinochet finalmente entregó el poder. Tan solo 25 años llevan, entonces, viviendo en democracia los chilenos, por lo que este país es seguramente el más conservador de todo el continente sudamericano.  Pero, por suerte, en Chile no todos tienen la mente anclada al pasado, sino que por el contrario millones luchan juntos con una única meta: lograr que la educación sea pública y gratuita. Por eso, ellos han decidido durante los últimos años salir a las calles a exigir que se les garantice este derecho fundamental. Y, al parecer, falta poco para que el objetivo se cumpla.

La lucha por la educación pública en Chile logró cosas que, sin lugar a dudas, en Colombia están lejos de suceder. Los jóvenes chilenos tuvieron la capacidad de cuestionar y criticar un negocio millonario, desenmascarar dirigentes de cualquier partido político, y -siendo esto lo más importante- abrirle los ojos a toda una nación. En Chile no solamente son héroes los Víctor Jara, Violeta Parra, Pablo Neruda y Roberto Bolaño. El pueblo mismo, en este caso, es el artífice de esta revolución mental. Líderes en el camino hubo varios, pero fue un trabajo netamente basado en el poder de la fuerza del pueblo. Por eso pienso, analizando la realidad de mi país, en Colombia lo que sobran son caudillos y lo que faltan son convicciones.

Colombia, un país con casi tres veces más habitantes que Chile, tiene problemas graves en términos de educación. Para nadie es un secreto que el modelo educativo colombiano es cada vez más excluyente, por lo que, como he dicho varias veces, a los muchachos les resulta más fácil ser sicarios que abogados, y las jovencitas tienen más posibilidad de ser putas que doctoras. Los políticos nos prohíben a los más jóvenes acceder a la educación superior en forma gratuita, y los jóvenes no hacemos nada para que esto cambie. Y esto es algo que, realmente, parece que solamente ocurre en la mente apática, adormecida, indiferente y egoísta del colombiano.

En Brasil, por ejemplo, unos muchachos del secundario se tomaron 200 colegios, y con ese acto lograron hacer que no se cerraran decenas de colegios públicos ubicados en San Pablo. En México, hasta hoy, siguen en pie de lucha millones de personas que, sin importar que su Estado criminal haya asesinado a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, le exigen a Peña Nieto que se respete la educación pública. En Sudáfrica, la policía tuvo que reprimir a miles de estudiantes que se tomaron las calles para protestar ante el aumento del costo de las matrículas universitarias. Incluso en países como Inglaterra y Estados Unidos, en el último tiempo, los jóvenes están saliendo a tomarse las calles, para poner contras las cuerdas a sus injustos gobiernos que buscan que ellos se endeuden eternamente para poder colgar un cartón que los valida como profesionales en la pared de sus casas.

Ojalá los medios de comunicación en Colombia, aunque lo dudo, le den la cobertura necesaria al proceso que se está viviendo en Chile, con el objetivo de que esto genere una repercusión en la mentalidad de los más jóvenes ciudadanos colombianos. Sería una maravilla que en algunos años podamos estar celebrando porque, finalmente, las aulas de clases van a estar más llenas que las cárceles.

 

@andresolarte

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