"Los campesinos del Magdalena no somos ningunos guerrilleros"

"Los campesinos del Magdalena no somos ningunos guerrilleros"

Un reclamante de tierras del departamento describe la situación que padecen miles de trabajadores rurales despojados de sus territorios

Por: Efraín José Martínez Meneses
abril 18, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Somos reclamantes de tierras, en el Magdalena, en la sonada región (últimamente)  que comprende a Sabanas de San Ángel, Monterrubio, La Estrella, Pueblo Nuevo y Chibolo. Allí en donde el paramilitarismo se ensañó con todo aquello que aún permanecía en la región después del paso del frente Domingo Barrios del ELN, que al secuestrar y asesinar ganaderos atrajo  a Jorge 40 y sus hombres. Estos últimos desaparecieron, asesinaron y picaron a docenas de campesinos. Campesinos, guerrilleros no. A esos les temen porque tienen fusiles; a esos les temen los “grandes señores “ como Lafaurie, como el procurador Ordóñez que llegan a una región en donde saben que solo tenemos el machete que no mata sino que corta la maleza, el pico, la pala y la piel quemada por el sol. Aquí sí vienen envalentonados a tildarnos de guerrilleros o de falsas víctimas o de usurpadores de nuestra propia tierra. Se les olvida a estos personajes que sus defendidos “compradores de buena fe”  adquirieron los predios entre 2002 y 2009, tiempo en que a la región no se podía entrar sin el permiso expreso  y escrito del señor Jorge 40. Se les olvida que la “gente decente” que ellos defienden,  compraron la hectárea de tierra a precios  de una volquetada de arena. Muy decente su forma de adquirir tierras rematadas ilegalmente por los bancos. Supongo que esa es la libre empresa que pregonan los apóstoles de su tergiversado Cristo opulento y Nazi. Sólo noticias UNO habla con los campesinos, los demás noticieros hacen eco de las palabras de los expoliadores, para que aquellos de las ciudades, los que llaman a la guerra desde sus sillones, desde la taberna, de manera express ( después de un día de pensar mucho en el pago de los servicios, de las tarjetas de crédito, en el tráfico, la inseguridad y las expropiaciones en Venezuela,  cuando aquí los paras expropiaron 8 millones de hectáreas mientras ellos podían viajar por carretera) aprueben  sin la agotadora reflexión, todo aquello que les quieran embutir antes del programa concurso del momento.

Ojalá alguien invite al exministro Iragorri, que alegremente dice que el 40% de los reclamantes son víctimas falsas, a revisar el proceso de la Unidad de Restitución. Realmente no sabe cómo se hace. No ha ido, se le nota, no le interesa, se le nota aún más. Hay víctimas falsas obviamente, pero las víctimas reales hemos denunciado a la mayoría. El proceso de recolección de pruebas de la Unidad de restitución tiene su rigor señor Iragorri sin rigor: se debe establecer una línea de tiempo que sólo las victimas reales conocemos , se debe identificar vecinos que sólo las victimas conocemos ,se deben presentar pruebas notariales (De existir) y se debe mostrar tradición en la región, para que luego un Juez Agrario falle. Y a todas estas ¿Qué comprador de buena fe defiende su compra con hombres encapuchados y armados?.

La historia se repite, los terratenientes empujando al campesino a la miseria o a la guerra. Los empresarios amigos de los terratenientes utilizando los medios para contar los sucesos  a su acomodo, el pueblo ocupado en sus propias vainas. Y los mismos causantes del problema ofreciéndose como solución.

Las guerras surgen en estos ambientes, como respuesta a la “sin respuesta”. Este es la misma Colombia de hace 60 años, los mismos actores: latifundistas llenos de avaricia, pájaros y chulavitas (paras y miembros corruptos de las fuerzas armadas ) y campesinos despojados.

El tiempo le da la oportunidad de detener dos guerras, la pasada y la futura, señor presidente Santos.  No sé si sus intereses contienen bondad o vanidad, pero dar ejemplo en el Magdalena le significaría al país y a usted, detener la inercia de nuestros círculos viciosos y emprender un nuevo rumbo. Está en sus manos convertir el Magdalena en un laboratorio de paz. De enviar una fuerza armada culturalmente preparada para no tratar a todo campesino como guerrillero y a todo personaje dudoso con camioneta, como una persona honorable. De romper las herencias de la colonización que enaltecen al avivato, al traicionero, por encima del humilde y el sensato.

Agradezco a los senadores y ministros que han levantado la voz desde Bogotá rechazando los actos del procurador y de Lafaurie. Pero hasta acá no se oyen. El testaferro se enaltece y se ufana, se siente apoyado con la visita de sus defensores. Nosotros simplemente decimos se jodió esta vaina. Y pensamos que nos va a tocar pasar otras décadas esperando como “el coronel” que algún día nos entreguen lo nuestro. Nos hemos detenido, es difícil no sentirse culpable, las cosas pendientes nos sobre pasaron a la mayoría y como una realidad tildada nos quedamos esperando, estancados. No prosperamos, hemos sido humillados una y otra vez en las ciudades y eso ayuda a amarrar el emprendimiento, excusas tal vez. En las noches imaginamos como será ese día en que tengamos la tierra nuevamente y peor, nos desgastamos en la ficción de: como habría sido si aún la tuviéramos, <<como estaríamos de bien>>  le he escuchado decir a mi mamá.

 

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