Lo que temen los jefes abusivos: el síndrome laboral del elefante despierto

Lo que temen los jefes abusivos: el síndrome laboral del elefante despierto

Cuando algo –digamos una pandemia mortal- nos obliga a salir de nuestra rutina, nos damos cuenta de lo que hemos estado soportando. He allí el elefante...

Por: Carlos
noviembre 17, 2021
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Lo que temen los jefes abusivos: el síndrome laboral del elefante despierto
Foto: Pixabay

Así como uno se imagina que tras la actual era del Gato con Botas sobrevendrá la del Gato sin Botas, puede pensarse ahora que a la era del Síndrome del Elefante Dormido sucederá la del Síndrome del Elefante Despierto.

Es lo que parece estar sucediendo con la llamada ola de la Gran Renuncia como la llama el New York Times o, la Gran Dimisión como la intitula Paul Krugman, premio Nobel de Economía, en su columna recién aparecida en El Espectador.

Si en la esperada era del Gato sin Botas ansiamos verlos subidos sin ruido en los tejados cazando de noche, los Elefantes Despiertos quizás nos protagonicen hazañas aun desconocidas pero que todos ansiamos ver.

El asunto del Síndrome del Elefante Despierto suena muy explícito en una cita de Paul Krugman tomada de su “economista de cabecera”, Arindrajit Dube quien dice: “históricamente los trabajadores con sueldos bajos han subestimado cuán malos son sus empleos”

De acuerdo con esto los trabajadores de todo el mundo estaban tan acostumbrados a sus férreas cadenas laborales que habían dejado de considerar otras opciones y ahora con la pandemia se dieron cuenta que apenas estaban atados con un miserable hilo; podían irse a casa, trabajar desde allá y no pasaba nada. Ah, se me olvidaba, también pudieron morirse durante el aislamiento.

Se dieron cuenta de algo que nunca imagino un terrorista como Bin Laden: ninguna empresa, ningún capital en ninguna parte del mundo veló por su salud: los dejaron al agrete en la pandemia y de no haber sido por las gigantescas inversiones y dádivas de capital público, todavía no tendríamos siquiera vacunas. Las inversiones de capital público salvaron a los trabajadores pero los mayores beneficiarios, y quizás los primeros en vacunarse, sin embargo, siguieron siendo los capitalistas. Algún día se sabrán algunas otras verdades de todo este tinglado y nos sorprenderá lo macabro.

Concluye casi olímpicamente Krugman: “Cuando algo –digamos una pandemia mortal- los obliga a salir de su rutina, se dan cuenta de lo que han estado soportando”. He allí el elefante.

Y Emma Goldberg, nueva reportera del trabajo del Times condensa la magnitud del nuevo síndrome así: “(…) abarca todo, desde la dinámica social del lugar de trabajo y el diseño de la oficina hasta si la oficina en sí tiene futuro. Cubre todo, desde lo que significa la productividad y cómo se evalúa, hasta las implicaciones para la salud pública de nuestro regreso a las oficinas”.

Y esto ocurre precisamente allí donde el desarrollo capitalista es más denso y más profundas son sus contradicciones; donde según diría hoy Carlos Marx, estaríamos más cerca de transformar una sociedad capitalista en otra socialista cambio que, como se sabe, no se produce nunca por generación espontánea. Necesita elefantes despiertos: sin miedo a romper las cadenas, ya no hilos.

El síndrome del elefante despierto está produciendo por ahora olas como las siguientes:

“Un número récord de trabajadores estadounidenses renunciaron a sus trabajos en septiembre mientras continúa la "Gran Renuncia", mientras miles más protestan por las condiciones salariales o laborales”.

“Eso obligó a los empleadores a reflexionar sobre el tipo de flexibilidad que se podía otorgar a los trabajadores. “(…)De hecho, estaban haciendo las cosas realmente desafiantes para algunas personas”.

“Otra tendencia es la guerra por el talento. En este momento, hay una gran escasez de mano de obra, con tasas récord de personas que dejan sus trabajos, lo que hace que el talento sea un bien escaso”.

Es decir, existe una Gran Renuncia a trabajar según las exigibilidades de talento, flexibilidad laboral y salarios anteriores a la pandemia.

“Un número récord de trabajadores estadounidenses renunciaron a sus trabajos en septiembre mientras continúa la "Gran Renuncia", mientras miles más protestan por las condiciones salariales o laborales”.

El talento no estaría siendo un valor escaso. No, no es eso. Si no existe un afuera del universo capitalista, ni de la sociedad, entonces, para dónde pueden escapar los talentos? Lo que abunda es la propensión del mismo talento existente, que no se ha esfumado, hacia solo abogar por laborar con nuevas condiciones donde se sienten más empoderados. Pero solo estamos al comienzo de algo que más bien truena, luego piedras trae. Habrá que decantar los millones de mentiras…

“Las empresas que se volvieron remotas o híbridas durante el último año tuvieron que repensar lo que significa construir cultura cuando los trabajadores no están sentados uno al lado del otro”.

“(…) Muchos (CEO) están ansiosos por que los empleados regresen, pero también temen alienar a aquellos que se han acostumbrado a trabajar desde casa”.

Léase con cuidado el trazo anterior, son taimados: oculta el temor de los CEO de que los elefantes dormidos se hayan dado cuenta que los amarra solo un hilo y no una cadena en alguna de las mazmorras laborales que antes no parecían serlo con su paraíso de inflexibilidades y pagos exiguos.

Ya propósito de esa cultura: hasta ahora por ninguna parte asoma ninguna autocrítica del capital ni de los gobiernos por su comportamiento ante la pandemia. Ningún gobierno ha empezado a cobrar las devoluciones de los grandes créditos otorgados a las empresas productoras de vacunas, a los bancos, ni para la supuesta salvación de muchas otras compañías.

Esto tampoco tiene publicidad. ¿Habrá negociados por debajo de la mesa? ¡No lo duden jamás!

"Las empresas escuchan a sus empleados más que nunca, y creo que eso se debe en parte a que la guerra por el talento es más grande que nunca". Kant habría demostrado en su parábola del siervo y el señor, que es aquél quien tiene el talento para saber cómo se hacen las cosas y por lo tanto es el heredero de la sociedad que crea. Recuérdese que el capital robó a los artesanos su saber y luego enajenó mediante confusas fórmulas, algoritmos y ahora los robots, lo que el capital no puede hacer por sí solo.

¿Será que tal empoderamiento en ciernes conducirá al movimiento obrero hasta la cumbre de las juntas directivas de los grandes emporios del capital, a empoderar a muchos de ellos como CEO´s del trabajo de sus propios compañeros? Si así fuere, ¿con que conciencia de clase emprenderán la demolición que pudiera estarse avecinando?

Quizás sea muy temprano para ensillar las bestias. Mientras tanto cabe la siguiente reflexión aquí contenida: “Liz Fraser, la directora ejecutiva de Kate Spade, trabajó sin descanso durante años y ahora tiene una hija de 18 años. Dijo que deseaba haber tenido más oportunidades de trabajar de forma remota al principio de su carrera.

“Hubiera sido un cambio de juego para mí haber tenido un poco más de flexibilidad para poder llevar mis reuniones desde casa por la tarde”, dijo. “Definitivamente viajé mucho y trabajé muy duro, y quería hacerlo. No me arrepiento. Pero no existe el tiempo de calidad. Solo hay tiempo".

Todavía hay nubarrones en esa conciencia. Pero, lo que queda es tiempo. Es el tiempo del síndrome del elefante despierto.

Si algo pudiera demostrar de maneta ipso facto la escasa profundidad de nuestra economía capitalista es que tales fenómenos no se estén produciendo de igual manera que en los Estados Unidos. No hay sino que comparar con las consignas del triunfante Paro Nacional.

Y no hay que olvidar que el Paro Nacional está próximo a votar, incluso sus vándalos.

Notas. Lo de la Gran Renuncia es tomada de NYT: Our future work lives, traducido por Google. Y lo de su sinónimo tomado de ¿La Gran Dimisión es una Gran Reconsideración?

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