Lo apoteósico de hacer cine en Colombia

Lo apoteósico de hacer cine en Colombia

"Cada película es una inversión de tiempo y es más de un año de trabajo" escribe el director del cortometraje 'Carne'

Por: Juan Diego Aguirre Gómez
marzo 30, 2021
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Lo apoteósico de hacer cine en Colombia

Grabar una película no es fácil. Siempre lo repito, es casi una tarea imposible recrear la vida, porque, según mi humilde opinión, lo que hacemos es recrear un momento que es ficticio. Dependemos de muchos factores en un breve periodo de tiempo. Además, se deben alinear las leyes físicas e inmateriales, el sistema y el universo, y eso lo hace casi imposible.

Grabar este cortometraje en época de pandemia, después de un año de tener incierto el futuro de la producción, fue algo apoteósico, porque para lograr eso pasé por momentos de incertidumbre, tanto económicos como personales. No detallaré todo, pero sí describiré algunos en este artículo, con el ánimo de expresar lo que siento después de haber logrado rodar acá en Cúcuta, la frontera caliente, nuestro cortometraje Carne.

Como me enseñó el duro de Ricardo Rodríguez, voy a escribir con piloto automático y expresar sensaciones, porque el azar y el instinto es mágico. No sé si existe el destino, Andrés García, el mejor DP que he tenido la fortuna de conocer, dice que si puede ser el destino del azar; la entropía es una bendición, en su medida, por eso quiero escribir acá con sensaciones y emociones, que es lo que mueve las entrañas del cine.

Cuando el año pasado anunciaron que entraríamos en cuarentena, al principio fue “vaya y venga”, pero a media que pasó el tiempo se fue complicando la cosa. Fue un momento duro, una época dura, no podríamos grabar el corto. Ese tiempo me tocó lo del apartamento que lo recuerdo muy bien y que se los narraré a continuación.

Me encontraba solo con mis gatas, era una vaina sucia y pequeña, calurosa con ese techo de eternit, donde no había privacidad, donde tu habitación, tu sala y tu patio es el mismo barrio y calle. No existían las paredes, era una vecindad y los vecinos les importaba un culo si estabas en tu “casa”. El orden y el respeto no existían. Imperaba el machito de la motico, la violencia, la desidia, la ley del traqueto, en esos apartamentos que eran para máximo dos personas, vivían siete.

Siempre pasaba algo en ese lugar, no había calma, era imposible dormir salvo entre las 2 am y 5 am. El que trabaja en la semana, llegaba a beber viernes, sábado y domingo. La escandalosa música de vallenato irrumpían como terroristas a través de los orificios, ventanas y puertas de aluminio, el humo de cigarrillo y marihuana aromatizaban la casa, no había escondite para estar tranquilo, era imposible descansar, no había forma de insonorizar ese apartamento. El baño, que daba al patio del vecino, era el único refugio seguro. Seguro era imposible no saber los problemas de los demás.

Todos nos conocíamos. El problema del computador que se le dañó a un man que se creía el putas, el problema de la esposa que se volvió loca por estar encerrada y el marido no la sacaba, el problema de la “chama”, la menor, que estaba embarazada y fumaba mucha marihuana, el problema del man que no tenía para pagar los recibos, pero si tenía plata para tomar cerveza; el problema del otro man que le pegaba a sus hijos, el que le pegaba a la otra vieja, etc.

A cada rato formaban escándalos familias venezolanas entre sí. Siempre eran los últimos en dormirse. Uno se dormía con la sinfonía de las balas, aquí al ladito, música de la noche. Las goteras resonaban como grillos en el crepúsculo y al día siguiente tu casa era un lago, donde cualquier llovizna en ese apartamento se convertía en un torrencial y tus objetos de tanto valor quedaban vueltos mierda. Eso no era hogar, ellos se acostumbraron, yo no.

Puede ser que ese apartamento me odiara, puede ser que todo sea a causa del azar, el desorden, la entropía que tanto describo como mágica y eso fue lo que me pasó allá, una tremenda entropía, por eso el último día antes de irme un perro me dejó una cagada en toda la entrada del apartamento, ¿se estaría burlando? Creo que nunca fui bienvenido en ese apartamento, que me permitió donde vivir, eso sí, pero hasta ahí. Eso no es vida.

Agradezco enormemente no estar allí en estos momentos. Pero soy culpable por haber llegado allí, a causa del azar o porque me lo busqué. La pandemia me cogió de improvisto en ese apartamento. En ese momento sobrevivía de unos subsidios y de la familia de mi novia, era lo único que tenía, por confiado y no estar preparado para este evento histórico, culpa de uno, pero de los errores se aprende. El tiempo pasaba y gran parte del planeta se sumía en una quietud económica, por internet veía a varias amistades de la industria del cine pasándola difícil también, ofreciendo comidas y cosas varias, muy berracos ellos y creativos.

Sin embargo, los recibos seguían llegando, el hambre se asomaba sonriente varias veces, y el dinero no fluía, pero gracias a Paola, que llevo en el corazón, mi novia y la familia de Paola, solventé esa etapa.  Se que mi realidad no fue tan compleja como otras realidades, pero fue un momento difícil… Pues sí, recuerdo eso muy bien porque me tocó vivirlo por cerca de siete meses, ya que no tenía para donde coger y la esperanza de grabar ese cortometraje se esfumó.

Cada película es una inversión de tiempo, cada película es más de un año de trabajo, por eso la cancelación de Carne fue berraco, imagínense… Y saber que me tocó quedarme en ese puto apartamento…

No sabíamos qué iría pasar, con el futuro de la película y los compromisos contractuales, las multas, etcétera y también el futuro del cine y audiovisual en el mundo. Tras un año, logramos retomar el rodaje y logré irme de ese infierno.

Luego del parón o del azar, entramos de lleno a Carne, a crear un momento de vida y a volver a vivir.

Ver a los actores, equipo y amigos, Miguel e Iván interpretar acciones ajenas a su cotidianidad y como se preocupaban por cada acción, cada palabra, cada movimiento en cámara, su esmero y tenacidad, reflejadas en llantos de emoción y trabajo. Ver a Marta tan empoderada en el rodaje, no parecía Marta, deberías creer más en ti Marta. Ver a Camilo y Fabian siendo tan propositivos y su voluntad de ayudar y de que las cosas estén bien sin esperar nada a cambio. Ver a Rodrigo y a Bryan tan aplicados, tan responsables. Ver a Francisco que se vino desde tan lejos por grabar con nosotros y a Jorge Cuellar, tan correcto, todo un señor en el set, increíble.

Ver a Fabiana tan aplicada a pesar de las pocas líneas que le tocaba. Ver a Andrés y a Manuel, llevando y trayendo objetos pesados, trasnochando, escuchando sigilosos, aprendiendo en silencio, aprendiendo mediante la práctica. Ver a Alberth tan enfocado, aprendiendo y disfrutando de lo que más le gusta, la cámara, los lentes, las luces. Ver a Liliana y a Mishelle, cada una en su labor, menos, es más, concentradas en su trabajo. Ver a Diana Soler armar un set de la nada y la dedicación tan milimétrica con cada lugar, porción, color, peldaño, objeto que se ubicaba en el set, con tanto amor y respeto, verla llorar por su increíble creación material.

Ver a Ángeles y Demonios tan empeñada, concentrada y aprender en tan poco tiempo. Ver a Maira Alejandra Vergara, con los pómulos rojos, el cuello mojado y los ojos desorbitados de derecha a izquierda, haciendo cuentas, mirando papeles, echando números, moviendo las manitos rápidamente, resolviendo en el menor tiempo posible; tic-toc, más gastos. Ver a Giselle Genney, una mujer empoderada, la voz de mando, ser una comandante del batallón que enfiló a sus soldados para que pudieran organizarse bien. Ver a Andrés Montaña concentrarse en más de seis sonidos a la vez, entre diálogos y acciones y camuflarse como un camaleón con movimientos en sincronía, fríamente calculados, para no ser detectado por la cámara.

Ver a Paola Andrea del Castillo, verla sonreír, verla tan animada, verla correr para arriba y para abajo, recoger cables, servir comidas, hacer de luces, traer sillas, limpiar el piso, etc, verla, verla, verla, me hacía feliz. Ver a Nelson tan silencioso y tan certero en sus opiniones y puntos de vista en los momentos indicados, un sabio joven o un joven sabio. Ver a la familia de Nelson tan colaborativa, tan paciente. Ver a Andrés García era un privilegio, dirigía la luz y la cámara como si fuera materia liquida que fluía en el set, hacía ver fácil lo difícil, hacía ver sencillo lo complicado, veía donde yo no veía, era un mounstruo con la cámara, la tenía tan clara que hasta el mismo dirigía las escenas.

Verlos proponer, recrear, improvisar, afianzarse de la historia, la película, los personajes. La energía que se desprendió en la grabación no sucede en todas las películas. Medía la respiración del otro, conocía su mirada, conocía su olor y su hedor, me identificaba con su movimiento, sus espacios, sus límites. Nos mimetizamos en un breve periodo de tiempo, en busca de lograr una obra casi perfecta, parecíamos hormigas concentradas con nuestra reina, que era la película. Llevar a cabo una película es controlar el universo, controlar el mundo, ser el rey por unos instantes, pero para eso se necesita un equipo humano de gran talento, mucho dinero, mucha plata y lo más importante, por encima de todo, la confianza, que sean amigos.

Llevo varios días que me despierto con pesadillas pensando que me falta grabar una escena, no sé cuándo termine esto, pero lo importante es que nosotros lo logramos, logramos grabar Carne, a pesar de las vicisitudes que son miles y no caben en estas páginas. Les agradezco enormemente a cada uno del equipo de Carne y Frontera Films por su valioso y esmerado empeño en esta producción.

Sin contar las decenas de personas que nos colaboraron para poder grabar la película detrás de set, como la familia de Giselle con la alimentación, los transportes, los encargados de los hospedajes, mi familia que siempre está ahí en las buenas y las malas, entre otras cadenas de valor, se hace notar que hacer una producción es bastante difícil, recrear un momento de vida lleva tiempo y esmero, por eso es tan difícil hacer una película y creo que recrearé el momento del apartamento, vale la pena, son emociones, es el azar, puede ser o puede que no.

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