¿Liderazgo en Colombia? ¿Cuál queremos?

¿Liderazgo en Colombia? ¿Cuál queremos?

 "La consolidación del liderazgo no parece ser lo que se pretende en la estructura política nacional."

Por: Nelson Rodolfo Amaya
septiembre 11, 2014
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¿Liderazgo en Colombia? ¿Cuál queremos?
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Plantea el gobierno una reforma política no solo fruto de sus iniciativas, sino tamizada por las primeras consultas con su bancada. Valga la misma para unas reflexiones.

Y lo hace como consecuencia de consolidar una mayoría parlamentaria, casi tan poderosa como la que obtuvo hace cuatro años, pero al mismo tiempo casi tan inútil como la anterior. ¿Se puede pensar que las mayorías se formen para algo distinto de pasar una buena reforma a la justicia? Que se hundió por mal manejo de bancadas. ¿O una impostergable reforma a la salud? Tan precaria como la salud misma. ¿O un ajuste al sistema de pesos y contrapesos democráticos? Hoy en veremos, una vez consultados congresistas, Cortes y cortesanos. Digamos que otros deberían ser esos motivos.  Por ello resulta tan costosa la conformación de mayorías que no actúan para propósitos de trascendencia. ¿Y de qué es fruto esta débil base de poder? De una falta de definición clara del liderazgo que queremos.

No quiere el gobierno que en Colombia haya reelección. ¿Será porque las experiencias pasadas muestran que es más el apego al poder que el compromiso democrático serio de quienes tienen esa oportunidad de “seguirle sirviendo al país”?¿O será porque el balance de las buenas gestiones que vienen con la experiencia de un mandato previo y la costosa carga política de hacerse reelegir es tan negativo que no merece su continuidad?…Así parece pensar el gobierno.

Y siguiendo la misma línea de pensamiento, el esquema actual de poder público no permite unos Presidentes de las cámaras legislativas por más de un año…extendido ahora  el criterio al Consejo Gremial Nacional en una carrera por imitar lo malo de lo que se hace en el sector público. Es decir, nadie puede ser líder en  un país en formación —¿hasta cuando diremos eso?—¿sino por un año? ¿Todo aquel que se designa para una tarea de dirigir a sus correligionarios, tiene en su haber tantos incentivos y facultades perversos que debemos salir corriendo a cambiarlo tan pronto se pueda, antes de que abuse de ellos? ¿O lo dejamos abusar pero por breve lapso? ¿Cómo podemos pretender que la comunidad colombiana vea con buenos ojos a los pichones  de presidente si sus periodos  de liderazgo son tan breves? ¿Qué se alcanza a hacer en un año que marque un cambio de rumbo político y muestre esa verdadera madurez y ponderación gerencial que nos haga distinguir entre el Líder y el simple tramitador de expresiones colectivas?

Triste ver el escenario de la brevedad temporal como forma de controlar el abuso del poder. Hay muchos mecanismos  de control que dan por sentado que alguien puede ejercer, por ejemplo,  la Presidencia del Congreso, al mismo tiempo que la Presidencia de su Partido por un periodo que le permita presentarse ante la opinión pública o como defensor de una gestión de gobierno o como alternativa de cambio de rumbo en políticas públicas sin que ello implique una rotación permanente.

La consolidación del liderazgo no parece ser el adjetivo de aquel que se quiere en Colombia. Y no vemos cómo se puede ser líder efímero y al mismo tiempo darle un sano rumbo a un país con visión de largo alcance.

Por ello somos amigos de permitir que los periodos durante los cuales se ejerzan y consoliden las altas responsabilidades estatales y los liderazgos implícitos en ellas, sean amplios, incluso sujetos a reelección, para que la sociedad pueda ser generosa con el buen líder e implacable con el mediocre o torcido. Y para ello, tanto en el gobierno como en las Cortes y el Congreso, la contracara de la amplitud temporal del ejercicio de los altos cargos debe mostrar  unos controles—palabra que suena extraña en la coyuntura nacional actual— que eviten los abusos del poder, brinden a la comunidad mecanismos serios de verificación de tareas y cambios de rumbo y exijan que quienes lleguen a los cargos de control sean de verdad personas con independencia de criterio, que hoy aparece escasa.

El énfasis de la reforma debería estar, entonces, en los objetivos del liderazgo equilibrado en Colombia y en un correspondiente fortalecimiento en los esquemas y formas de control para hacer de quienes detenten dichos cargos tanto o más importantes que aquellos que ejercen el gobierno.

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