Ley 100: 24 años de un sistema de salud perverso

Ley 100: 24 años de un sistema de salud perverso

Un consultor empresarial y del sector de la salud hace un descarnado análisis sobre la precaria atención de las EPS en el país

Por: César Ospino Pretelt
enero 20, 2017
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Ley 100:  24 años de un sistema de salud perverso

Me censuran ellos, porque estoy sentado desde muy temprano de comienzos del día, en la sala de espera de una importante IPS y desde ahí observo a quienes llegan a la misma hora a la cita médica, a todos, porque a las seis han sido citados todos a su terapia, cirugía programada ambulatoria, etc., y deben esperar largamente como la esperanza, como si prolongar sus angustias, dolores, sufrimientos y temores fueran normas de un manual de servicio más enfermo.

Me reprochan ellos, por negarme a comprender lo que es normal para ellos, que es anormal para otros y para mí: atención médica masiva, despersonalizada, sin turno ni orden numérico, porque apenas un llamado en voz alta de un soldadito de plomo en cualquier momento es el turno; aquí la medida de orden y secuencia de hechos en el tiempo no existe y el número uno o el cinco o el nueve o el quince o cualquier otro no sirven para ordenar sino para contar plata, son números intrascendentes como los pacientes.

Me recriminan ellos, por no tolerar que sus derechos estén por encima de los derechos del paciente, porque sus intereses financieros sean primero y la prioridad, no sea una atención personalizada con calidad, sino, una atención masiva a una manada de pacientes que someten a patrones de conducta similares, los cuales son acorralados desde la madrugada para ser transformados al final de la tarde, en un bulto de facturas que le cobran al sistema.

Me critican ellos, por cuestionar: ¿porque en su aberrante manual de atención y procedimientos, la dignidad de los pacientes es pisoteada?, ¿porque la ambición y avaricia mercantilista puede más, y los derechos no tienen valor cuando se trata de los derechos de otros?, quizá porque ellos creen que los otros no merecen que se les valore nada, ni siquiera su dignidad, ni mucho menos su tiempo.

Me asombra de ellos, sus empleados rasos, que como soldaditos de plomo derrotados, apenas llegan a las ocho, a atrincherarse para combatir a la jauría de pacientes que los increpan furiosos y cansados de esperar. Soldaditos de plomo que ya vienen combatiendo otra batalla, la batalla diaria de su vida de empleado: trabajar todos los días, uniformados, ir y venir una y mil veces procurando llegar a la misma hora; quedarse a veces trabajando unas horas más porque ellos, sus jefes lo necesitan, salir, recorrer toda la ciudad, llegar a la casa a continuar trabajando en lo domestico, dormir o no dormir, y volver a la mañana siguiente por el mismo rastro.

Me  sentenciaron de disociador los de más arriba de ellos, los “creadores y controladores” del sistema, por no aceptar la razón perversa de ser, de la ley 100 de seguridad social en salud, que transformó un derecho constitucional en un vulgar negocio clasista: “subsidiado”, para el pobre que vive en la miseria muerto en vida, y “contributivo”, para el asalariado, condenado a trabajar en su gran mayoría para “Otros”. No obstante, a Otros no le gusta que lo maltraten, por ello no utiliza el sistema y paga medicina prepagada de su bolsillo.

Me tildaron de agitador los de más arriba de ellos, por haber dicho que la salud quedó sepultada debajo de una basura de billetes de las IPSs en su mayoría de garajes; de EPSs que desvían el dinero sagrado de la salud hacia otros negocios lucrativos; de políticos titiriteros corruptos, elegidos por los mismos pacientes títeres del sistema, que se apoderaron del presupuesto de la salud como su tesoro y patrimonio privado, siendo éste el patrimonio público de todos los pacientes.

Me acusaron de detractor los de más arriba de ellos, porque sostuve que no fue por generosidad ni por un acto bondadoso que éstos señores cambiaron el sistema; que más bien fue un acto perverso y planificado de privatización para enriquecer a unos pocos cercanos a ellos con apellidos similares, y para repartir migajas de salud a muchos más pacientes.

Me calificaron de idealista, todos, los de más arriba de ellos, ellos, los soldaditos de plomo, los pacientes, inclusive los laboratorios farmacéuticos y demás actores del sistema, porque dije que con el cambio del sistema de salud desde hace veinticuatro años, cambió todo, hasta las definiciones del diccionario de términos médicos y procedimientos. Antes se hablaba de calidez humana, del médico de la familia, del servidor solemne, de atención con respeto y confidencialidad; ahora se habla de ingreso per cápita, de productividad, de margen de utilidad, de control del gasto. Antes te escuchaban, te trataban, te llamaban, te volvían a ver y te volvían a tratar; ahora te ultrajan, te pisotean, te roban y te ayudan a morir.

*Consultor empresarial, sector salud, docente.

@caospinop

 

 

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