Lecciones de economía básica (III)

Lecciones de economía básica (III)

Impuestos e incompetencia del Estado para dummies. Este texto va dedicado a quienes previamente mandaron a su autor a leer

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
febrero 08, 2023
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Lecciones de economía básica (III)
Foto: Pexels

"La única diferencia entre la muerte y los impuestos es que la muerte no va a peor cada vez que se reúnen los políticos"

— Will Rogers

Un componente para entender la economía lo constituye el elemental ciclo económico. En este círculo virtuoso la economía libre se desarrolla en medio de los postulados generales (sin alterar variables referentes a estos conceptos económicos) de la oferta y la demanda. En este modelo los productores (comerciantes, fabricantes y prestadores de servicios) contratan mano de obra y consumen materias primas, insumos y tecnología que deben pagar a un precio determinado; estos pagos, específicamente los destinados a las personas que libremente ofertan sus competencias (conocimiento y experiencia) y que se reciben como salario se destinan, a su vez, a comprar, consumir o utilizar los servicios que estas organizaciones productivas ofrecen; es muy simple entenderlo. Los seres humanos tienen necesidades, la empresa determina esas necesidades y ofrece un bien que las satisface, para poder generar dicho producto o servicio contrata a estas personas necesitadas, les paga un emolumento que, por lógica, al final, se retorna a la empresa derivado del uso o consumo de dichos bienes.

Sin embargo, falta un factor en este ciclo que, sea necesario o no, sea incompetente o no, sea corrupto o no, surge como parte de la dinámica política y social de las naciones, el Estado. ¿De qué vive el Estado? Pues de los impuestos, que son el pago obligatorio que se impone a los ciudadanos para generar un gasto (no se obtiene una utilidad económica) que se supone está destinado a generar beneficios sociales, de mantenimiento de infraestructura pública, de ofrecer educación, seguridad y salud a la ciudadanía y de establecer tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) que tienen como función regular la actuación de ese Estado y también de los mismos ciudadanos. De aquí surgen dos elementos claves. El primero es que el impuesto es obligatorio. Por tanto, si te niegas a soltar el recurso económico alegando que el Estado es corrupto e incompetente, terminas pagando una sanción en dinero y/o encerrado en una pútrida mazmorra. El segundo es que es un gasto, lo que implica que si no se destina a lo que realmente se necesita, esos recursos se terminan despilfarrando y, por supuesto, llenando los abultados bolsillos de una clase dirigente corrupta que se mantiene como Drácula chupando la sangre de los exangües contribuyentes.

El Estado, a diferencia del ente económico privado o del ciudadano particular, no genera riqueza. El Estado, en un mundo ideal, es un administrador que, realmente debería actuar como un ente de control dinámico para evitar excesos o abusos que se producen entre los habitantes de un determinado territorio y mejorando la calidad de vida de los habitantes de una nación. Pero, y destruyendo por completo esta lógica, el Estado, en muchos casos, es una camarilla de individuos(as) que se abrogan el poder como reyezuelos y nobles colmados de privilegios groseros y pasan de ser servidores de los ciudadanos y ciudadanas a convertirse en vedetes y aristócratas que mal gobiernan y malgastan los recursos que obtienen imponiendo un pago por el derecho a satisfacer las necesidades de empresas y personas (el ya definido impuesto) con la excusa de generar bienestar y seguridad bajo su mano sabia y protectora; lo hacían los reyes, los emperadores y hoy en día esos tiranuelos mediocres revestidos de autoridad llamados presidente de la república.

¿Realmente las cosas funcionarían si no existiera El Estado? En condiciones de lógica, respeto y honestidad, un Estado reducido y limitado a funciones de servicio, donde no se pagaran a los políticos que ejercen funciones de gobierno groseros salarios y no se les llenara de abusivos privilegios, donde estas personas no se corrompieran porque están conscientes de su trabajo social, donde del presidente para abajo estuvieran realmente al servicio de la ciudadanía, los impuestos serían el pago hecho por estos ciudadanos para lograr una calidad de vida adecuada para todos los residentes de un país. Eso sería el deber ser.

Pero, en realidad, y en nuestras republiquetas bananeras llenas de realismo mágico (y en otros lugares del orbe), el Estado impone un tributo, un pago, un arrebato a los ingresos de los ciudadanos para, supuestamente, desarrollar acciones de gobierno que beneficiaran al conjunto de la sociedad. Pero, a diferencia del mundo ideal, donde esos recursos deberían destinarse a tres funciones básicas, a saber, salud (de buena calidad), educación (sin ideologización y enfocada al desarrollo científico y tecnológico) y a seguridad (frente a enemigos internos, la delincuencia y el terrorismo y los externos que amenacen la integridad territorial), en nuestras naciones estos ingentes recursos (se cuentan en billones de la moneda correspondiente) se dilapidan en gasto inútil (salarios, privilegios, lujos, burocracia, paseos turísticos del líder y su primera dama, fiestas y jolgorios, pagos ilegales a personas con quienes se tiene deuda político electoral, etc.) y lo que más o menos sobra se termina utilizando en obras más o menos buenas que, para rematar, se atribuyen a los reyezuelos de turno como si ellos sacaran estos recursos de su propio bolsillo.

Lecciones de economía básica (I)

Lecciones de economía básica (II)

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