Las siete vidas de Sigifredo López

Las siete vidas de Sigifredo López

Desde su niñez el ángel de la muerte lo ha rondado. Sobrevivió a la peor masacre de las Farc, un atentado cuando era candidato a la alcaldía y el de esta semana

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mayo 26, 2019
Las siete vidas de Sigifredo López

Tenía un año de nacido cuando ya la muerte se había ceñido contra él. Era 1964 y en su pueblo, Pradera Valle, la guerra desatada por la muerte entre rojos y azules, exacerbada por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, 16 años atrás, cubría de sangre sus calles.

Su abuelo Jesús María Tobón, liberal acérrimo, fue asesinado poco antes de que naciera y su papá, rojo como los atardeceres en la cordillera occidental, dejó viuda a su mamá cuando él era un bebé.

Le tocó madurar biche. A los seis años atendía una tienda de abarrotes pero luego de dos robos que les hicieron se cansaron de Pradera y tuvieron que mudarse al vecino pueblo de Florida. A esa edad ya le habían puesto en la frente dos revólveres plateados. Muy pronto se acostumbró a pelear por su vida. Por eso nunca le tuvo miedo a nada.

Desde esa época Pradera y Florida representaron el límite entre la zona productiva del Valle y la zona montañosa de la Cordillera donde a mediados de los años ochenta se hizo fuerte el Bloque Sexto de las Farc. Se tomaban el pueblo cada vez que querían. La influencia comunista allí siempre ha sido evidente.

Por eso encontramos a Sigifredo López a los trece años vocear en sus calles el periódico comunista Tribuna roja. En esa época ya era miembro del MOIR. A mediados de los setenta grupos de extrema derecha intentaron entrar al pueblo. Cada vez era más común amanecer y encontrar en las afueras del municipio ha simpatizantes de la guerrilla asesinados con letreros en su pecho que rezaban “fuera la plaga comunista de Pradera”. Su mamá lo convenció de
alejarse del partido y acercarse a una corriente roja mucho más mesurada.

Es entonces cuando en 1978, a los 16, fue a escuchar a la plaza pública de Pradera a Carlos Holmes Trujillo, el Senador vallecaucano padre del actual canciller del país. Se acercó y lo deslumbró con su inteligencia. Desde ese momento fue su mentor, lo convenció de que estudiara derecho en la Universidad Santiago de Cali y fue por él que se arriesgó a ejercer uno de los puestos más peligrosos para un colombiano en 1982: ser inspector de policía en Pradera Valle.

Fueron incontables los hostigamientos en esa época. La guerrilla cercó el pueblo y se encarnizó contra la estación de policía que la hizo explotar dos veces. En las dos Sigifredo se salvó de milagro. En las cuatro esquinas del pueblo hay huellas de lo que el paso de la guerra dejó: en la primera la guerrilla destruyó un banco, en la segunda hizo estallar la estación de policía, en la tercera activaron una moto bomba que mató a una persona y dejó heridas a 56 en 1985. Era una noche de Halloween, los niños estaban en la calle. Fueron los que más sufrieron.

Hasta 1986 estuvo de inspector hasta que fue concejal, alcalde de su municipio y diputado de la Asamblea del Valle en el periodo 1998-2000. Ahí fue cuando la guerrilla se cebó más contra él. Le empezaron a llegar amenazas, boleteos. El acoso contra él era tan fuerte que tuvo que ir, acompañado de dos diputados y un alcalde al campamento de Pablo Catatumbo a hablar con él en su campamento en Santa Lucía, en plena cordillera occidental. Querían convencer al Comandante guerrillero de que cesara el boleteo pero Catatumbo nunca llegó a la cita.

En su lugar envió a Leonel, comandante de la columna Gabriel Gálvez y a Gerardo de la columna Víctor Saavedra.

Les dijeron que no se preocuparan, que no iba a pasar nada.

Sin embargo otro comandante de las Farc, Arbey, en febrero del 2002, le dejó panfletos en su casa diciendo que le iban a hacer un juicio y probablemente lo condenarían a muerte por su desempeño como alcalde de Pradera. Dos meses después sucedería lo peor: el 11 de abril del 2002 un comando de las Farc, disfrazado de soldados entraron a la asamblea del Valle y ordenaron a los diputados que estaban allí evacuar el edificio porque había una amenaza de bomba, los subieron en un bus y, cuando este arrancó les contaron la terrible verdad: acababan de ser secuestrados
por las Farc.

En los seis años que estuvo muerto en vida en medio de la selva solo se pudo comunicar una vez con su familia. El 27 de junio del 2007 Sigifredo fue separado de sus compañeros luego de haber insultado a uno de sus captores.

Esa fue una de las variables que terminó salvándole la vida, tal y como lo cuenta en su libro El triunfo de la esperanza “se dieron múltiples circunstancias para que yo me salvara: me habían sancionado apartándome de mis compañeros; mi verdugo no escuchó la orden de matarme, pues estaba lavando la vajilla en la quebrada a unos ciento veinte metros de mi calabozo; al calabozo le habían construido una cortina de hojas de palma de chonta para aislarme visualmente del resto del campamento; los del Frente 29 estaban echando plomo y no le dieron tiempo a Jimba de pensar nada y sólo atinó a salvar su pellejo y a correr como un cobarde, como el Grillo, el cobarde que ordenó la masacre de mis compañeros”

El 5 de febrero de 2009, gracias a la mediación del gobierno brasilero, fue liberado. La pesadilla no terminaría ahí. En septiembre del 2011, mientras se encontraba haciendo campaña para la alcaldí de Cali por el partido liberal en el parque La Alameda de Oriente que separa los barrios Decepaz de Manuela Beltrán, un hombre le disparó.

Se salvó de milagro. Las balas cayeron sobre la señora Martha Lucía Díaz Franco quien salió herida de su hombro izquierdo. Él mismo la atendió. La policía nunca pudo determinar si se había tratado de una atentado o no.

Siete años después la muerte vuelve a coquetearle. Ya alejado de la vida política, agotado por las pruebas durísimas que ha afrontado –en el 2012 estuvo preso acusado de haber estado detrás del secuestro y la muerte de sus compañeros de la Asamblea del Valle- un hombre volvió a dispararle.

Su escolta salió herido, él ileso.La policía dice que se trata de un robo pero él está seguro que no
es así. Otra vez el ángel de la muerte vuelve a rondarlo

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