Las barras bravas, un problema de todos

Las barras bravas, un problema de todos

"Los cánceres sociales, potenciados entorno al fútbol, generan un estado de caos en nuestro país."

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga.
julio 29, 2014
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Las barras bravas, un problema de todos
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Hablar de los problemas sociales de Colombia, prácticamente, es un tema que no tiene fin. Guerra, narcotráfico, corrupción, falta de oportunidades, delincuencia común, indiferencia de las autoridades y desigualdad social son males que vienen atacando a la nación hace décadas. Por eso de manera constantemente en nuestro país nacen nuevos flagelos que atentan contra la dignidad humana. Las barras bravas, por ejemplo, son uno de esos cánceres de la sociedad colombiana en decadencia surgidos en los últimos 15 años.

El fútbol es, sin lugar a dudas, el deporte más popular del país. Hombres, mujeres, niños, jóvenes y ancianos vibran con el deporte en casi todas las regiones del país. Por desgracia, hace más de una década y media, en Colombia, la pelota se ha venido asociando con un índice desgarrador de muertes entorno a los eventos deportivos. Ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, entre otras, han puesto las cuotas más altas de vidas humanas pérdidas durante este tiempo.

Miles de hinchas de equipos como Nacional, Millonarios, América de Cali, Santa Fe, Junior, Medellín acuden fielmente a los estadios del país a vivir una fiesta que no solamente dura 90 minutos. La fiesta en múltiples oportunidades ha terminado siendo un tributo a la muerte, la desgracia, el desconsuelo y la falta de razón.

En un principio la pasión, aparentemente, llevaba a que un hincha furioso de Millonarios atacara la integridad física de un simpatizante de su clásico rival: Santa Fe. Con una comprensión mínima de la razón y valor de la vida humana, el tema fue ignorado durante años y se veía como un fenómeno apartado de la sociedad colombiana. Años más tarde, cuando el problema empeoraba, se pusieron los ojos sobre el tema. No de la forma adecuada. Si así hubiese sido, seguramente, no habría habido cientos de muertos en Colombia por el problema de las barras bravas.

Ahora, en pleno 2014, el agujero caótico de violencia es más grande que la estafa de David Murcia Guzmán. Una cantidad de agentes externos se han inmiscuido en una problemática que, por ser tratada con paños de agua tibia, ahora precisa del líquido hervido. Porque el problema ya no es el fútbol, principalmente. Todos esos cánceres sociales, potenciados entorno al fútbol, generan un estado de caos en nuestro país. Gobierno, sociedad, directivos de los clubes y familias se ven inmersos en esta cuestión.

1. Guerra: El conflicto armado, parido en las montañas y campos de nuestro país, llegó hace años a la ciudad. A través de la penetración en diferentes espacios ahora, al parecer, la guerra urbana es más fuerte que la misma en zonas rurales. Si usted se transporta al sur de Bogotá, por ejemplo, podrá cruzarse en cualquier momento con una batalla campal entre rojos y azules. Somos un país, por tradición, violento. La culpa no es de la pelota, es de nuestra demencial intolerancia. Intolerancia llevada a su máxima expresión por medios de comunicación, la sociedad civil y el mismo Estado. La guerra es un negocio que ahora tiene un brazo potente "detrás de una camiseta de fútbol".

2. Narcotráfico: Negar la importancia de la venta de estupefacientes en una cancha de fútbol es, prácticamente, algo imposible. Cocaína, Marihuana, LCD, Éxtasis, Crack y cualquier tipo de droga ilegal puede ser conseguida, fácilmente, por los miembros de una barra brava. El poder oscuro del narcotráfico se consolidó en una atmósfera en la que el consumo es significativo. Los dueños del negocio, por supuesto, lo último que quieren es perder clientes y por esa razón han convertido a las barras bravas en lugares de expendio masivo de sus productos. Algunos van a una popular con el único fin de vender su mercancía siniestra.

3. Corrupción: Muchos dirigentes deportivos han afianzado su poder administrativo en el apoyo, mayoritario, de las barras bravas. Tal como sucedió en la Argentina, algunos "doctores" dieron carta abierta al aumento de los índices de violencia. Entregar todo el poder de un grupo de miles de jóvenes a una sola barra de forma arbitraria, en muchos casos ha causado que se presenten asesinatos entre hinchas del mismo equipo. Todos quieren obtener la mayor parte posible de una torta que genera mucho. Entrega de boletas para los partidos, apoyo económico para viajes y "poder" en el seno del equipo son tres factores que han llevado a que la guerra sea interna.

4. Falta de oportunidades: Para un joven de estrato bajo, la posibilidad de acceder a un núcleo de poder a través de una barra brava, es una de las pocas herramientas que puede usar en un país donde no le sobran las mismas. La imagen del 'capo' todopoderoso en una barra brava ha generado que miles de adolescentes vean ese camino como una forma de "ser alguien" en la vida. Estudiar, cada vez con más frecuencia, en los barrios marginados es una utopía. Acceder a un "respeto" en su barrio, es algo altamente atractivo para cada uno de los miembros de una barra brava. De hecho a muchos de ellos el fútbol, por ejemplo, es lo que menos les importa.

5. Delincuencia común: Una tribuna popular es, a todas luces, un escenario perfecto para llevar a cabo cualquier tipo de delito. El robo de un celular o cámara digital, para algunos, es una fuerte motivación para acceder a las tribunas laterales de cada una de las canchas del país. Tumultos, caos, oscuridad y falta de presencia policial son puntos a favor para muchos ladrones que llevan su trabajo a un escenario deportivo.

6. Indiferencia de las autoridades: Todas las soluciones que se han planteado, hace años, para prevenir más muertes entorno al fútbol no han dado los resultados esperados. La mediocridad en cuanto a sistemas de seguridad es una habitue en el fútbol colombiano. El ingreso de armas, especialmente blancas, a los tablones es común en los estadios del país. Las autoridades no se han dado cuenta, por desgracia, que se debe prevenir y no buscar soluciones después de que suceden los hechos. El caos, además, no sólo está en los estadios de fútbol. Diariamente se debe convivir con esto en ciertos sectores de las grandes ciudades. Al parecer la clase dirigente del país tampoco ha notado esto.

7. Desigualdad social: Desde el momento en el que, sin importar el por qué, se han divido las tribunas de los estadios se ha impulsado la desigualdad social. Limitar el acceso a ciertos sectores del estadio, a través del costo de las entradas, no es una solución muy brillante. Un joven de clase media baja que quiere ir a ver al equipo de sus amores, difícilmente puede acceder a tribunas donde la entrada sale en más de 25 dólares. La única alternativa, para él y muchos otros, es acceder a las populares donde no cabe un alma más. En suma, un reflejo más de la limitada participación que tienen las clases menos favorecidas en Colombia. Pasa con la salud, con la educación, con el fútbol, etc.

En conclusión, este no es un problema sólo de esos jóvenes. Somos todos, como nación, los que nos vemos reflejados en esos actos de violencia. Ellos también son colombianos, no son marcianos. La solución debe ser más profunda. Como sucede usualmente es un proceso; un camino de educación, generación de consciencia y acompañamiento para salir de esto como grupo social. Debemos dejar de lado la indiferencia y trabajar juntos en la búsqueda de soluciones, efectivas, para el tema. No hacemos nada sorprendiendonos cuando hay un asesinato en TransMilenio. La solución debe nacer de los casi 50 millones de colombianos. No le demos la espalda al país, en un problema que no tiene nada que ver con el fútbol.

@andresolarte
facebook.com/olarteandres
#DESPIERTACOLOMBIA.

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