Lamento de un campo de algodón

Lamento de un campo de algodón

Es hora de que se reconozca el legado de los afroamericanos en la cultura popular, pero con criterio y dándole el lugar que le corresponde en la constelación del rock

Por: Jamal Said
marzo 30, 2020
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Lamento de un campo de algodón
Foto: Pixabay

El rock and roll, el género musical que por antonomasia representa la rebeldía generacional, siempre ha sido un motivo de debate y de grandes discusiones. Si bien es sabido que sus orígenes se remontan a los aportes folclóricos de los afroamericanos, de verdad que a veces se les resta mucha importancia a los verdaderos gestores de este estilo musical. Hablo aquí de los grandes guitarristas negros de blues que influenciaron a los jóvenes de raza blanca de Gran Bretaña y Estados Unidos, los cuales aprenderían, gracias a sus acordes revolucionarios, a inquietar el mundo entero con su crítica contracultural.

Pero todo comenzó con la esclavitud, con los lamentos armónicos que desde los campos de algodón de Mississippi y Alabama pronunciaban los descendientes africanos. Estos preferían cantar con sus corazones, antes que morir desesperanzados en esas terribles plantaciones. Esos lamentos dieron origen al blues, la válvula de escape de las familias negras más pobres de la unión americana, que conocieron tiempo después la libertad, pero sin disfrutar de entrada las ventajas del sueño americano que nos pintan las películas de Hollywood. Rápidamente las grandes ciudades reconocieron estas creaciones nacidas de la diáspora africana, catapultando con aplausos a las grandes pléyades del rhythm and blues.

Son muchos los músicos, son muchas sus historias, pero mi devoción está con Albert King, la aplanadora de terciopelo. Gran guitarrista, de niño conoció la crueldad del yugo del capataz, lo que no fue un impedimento para que sus riffs enamoraran a los neófitos y a los conocedores del género. Entre más lo escucho, más me digo, claro está que sin desmeritar a nadie, que el gran Albert Nelson no tiene nada que envidiarle a Eric Clapton,  Jimmy Page, Stevie Ray Vaughan, ni a ningún otro guitarrista conocido. Por el contrario, muchos músicos que hoy gozan de fama deberían agradecerle su éxito: él les abrió el camino aunque no fueran negros.

Es hora que la crítica musical reconozca el legado de los afroamericanos en la cultura popular, pero con criterio y dándole a cada uno el lugar que verdaderamente le corresponde en la inmensa constelación del rock. No es una petición, es simplemente una obligación, porque el tiempo dirá que mucho se ha plagiado del lamento que nació en un campo de algodón.

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