La vulnerabilidad desde la voz poética de Lilian Zulima González

La vulnerabilidad desde la voz poética de Lilian Zulima González

"En su obra se percibe una mujer sensible, urbana y minuciosa, reflejando que las pesadillas pueden producir un despertar de la creatividad"

Por: María Fda. Fernández Villa
octubre 19, 2017
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La vulnerabilidad desde la voz poética de Lilian Zulima González
Foto: Blogspot Lilian Zulima González

No es verdad que las personas
paran de perseguir sueños porque
se hacen viejos, se hacen viejos porque
paran de perseguir sus sueños.

— Gabriel García Márquez

 

Lilian Zulima González[1] nació en Bogotá en 1973 pero es Quindiana por adopción. Abogada en ejercicio, docente y poeta. En la ciudad de Armenia se ha vinculado a la red nacional de Talleres de lectura Renata y actualmente hace parte del grupo de escritores dirigido por Gene Tye Jacob, ha participado en distintos encuentros nacionales e internacionales de poesía y hará parte del sexto encuentro internacional de poetas en Cuba La isla en versos, que se llevó a cabo en mayo de este año.  Cuenta con dos libros publicados inéditos: Los Marginados y Amatista.

En su obra se percibe una mujer sensible, urbana y minuciosa, reflejando que las pesadillas pueden producir un despertar  de la creatividad y de la construcción de mundo, en sus versos se revelan nuestros fantasmas y emociones, y la inefable inclusión de los “excluidos” que encontramos en sus libros publicados e inéditos. Esta poeta en su ejercicio literario transmite la transmutación  de asumir el mundo en carne  viva.

La vulnerabilidad puede definirse como la capacidad disminuida de una persona para anticiparse, hacer frente y resistir a los efectos de un peligro natural o causado por la actividad humana, y para recuperarse de los mismos. En este caso, se habla de vulnerabilidad como resultado del desgaste a lo largo de la vida, enfermedades como el Alzhéimer que distorsiona la realidad y vulnera de modo que se vuelven dependientes inconscientemente por la pérdida de propiedad sobre los hechos que suceden en su actualidad e incluso de su pasado.

En el poema Señora Alzhéimer, publicado en el libro Itinerario de los marginados (2014), se percibe la vulnerabilidad, pues en el habita una mujer cuya vida es dudas penas un recuerdo, un recuerdo leve de lo anterior y un constante olvido de que sucede, y como el estar expuesta es un drama para aquellos que viven con ella y ven cómo, poco a poco, la anciana se va alejando, imperceptible pero implacablemente, de su entorno geográfico y afectivo; el alzhéimer como como efecto de “un cuerpo vivido, (…) instrumento del conocimiento sensitivo” (Husserl, 1997: 183-201).

En este sentido, se fragmentará el poema y se evidenciará la situación vulnerable de esta mujer que se enfrenta a diario al constante olvido.

Le parece que es la puerta de su casa.
Jesús le abre.
Tambaleando, entra a la alcoba y ve su cama,
la mecedora, no retratos de no sé quién.
El día pasa, tal vez lento, tal vez rápido.
No sabe cuándo se acaba, pero se acaba.

En el inicio del poema se lee una vida monótona, una mujer que compone su día, su estabilidad con base a un objeto que le permita reconocerse en el espacio sin que transcienda lo sucedido en el transcurrir del día.

En la mañana, lo mismo;
oye conversar a Cesítar y a Mario,
y entiende que ya desayunaron.
Se lava los dientes; trata,
aunque las manos tiemblen.
Con la boca sucia, deja el cepillo
y sale del baño.

En esta parte se evidencia cómo una sola pequeña parte su presente le ayuda a ubicarse en su actualidad, a reconocerse en su alrededor y aferrarse a eso.

Quiere ir a la oficina.
Mario le dice que no, que ya no,
que ella renunció en el ochenta y siente,
que se lave la boca, que se peine.
Está triste, Dice que se va para cualquier parte.

Como se dijo anteriormente, aquí se ve como depende de quienes la rodean, cuando dice /se lava los dientes, (…) con la boca sucia sale del baño/ se siente su incapacidad de defenderse en un entorno, y al continuar el poema dice /que se lave la boca, que se peine/ se ratifica la importancia de ser apoyada por quienes la acompañan en su proceso de reconocimiento constante y como es un drama que se vive en conjunto, como se puede ver a lo largo de poema.

Mario la mira. Le pide que se quede,
que lo espere un rato, que ya viene.
N o puede encender la radio. Lloriquea.
Por eso renunció, para no lloriquear.
Al rato vuelve Mario. Que usted se está yendo,
que parece que estuviera, pero no.
Que se va a olvidar del niño.

Aquí, se percibe la desesperación mutua, /Que usted se me está yendo, que parece que estuviera, pero no/ como la presencia del olvido lástima y vulnera no solo a quien padece el alzhéimer sino a quienes lo rodean, por compartir con una presencia ida de sí misma sin posibilidad de mejorar y posibilitar la situación.

Olvidar, ir, temblar.
No he dormido. No he comido.
Mario dice que sí, que hace poco.

Estos versos, exponen el sensible sentir de no tener conciencia de lo que sucede, del estar a la merced que quien nos acompaña, de habitar un entorno rodeado de quienes nos quieren y habitar el ser desubicado de sí mismo.

En el espejo, tan cansada, tan distinta.
Parece que hoy he trabajado mucho.

El último fragmento es la recopilación del sentirse expuesto y externo a uno mismo, lo irreconocible y perteneciente a uno mismo, el yo fuera del instante en que me miro y no me reconozco.

El cuerpo y la mente que se modifican, “mi cuerpo se cosifica, sufre una metamorfosis, se convierte en algo que parece extraño o exterior a mí mismo” (Escribano, X 2015: 75) como dice Toombs, algo en lo que ya no puedo reconocerme, pero de lo cual tampoco puedo desentenderme:

Mi cuerpo aparece como Otro-que-yo en el hecho de que se opone y frustra continuamente mis intenciones; pero yo soy mi corporalidad deficiente. Esta relación paradójica entre el cuerpo y el yo resulta intrínseca a la experiencia de la enfermedad crónica y de la discapacidad. Sometido a una disfunción permanente el cuerpo sufre una metamorfosis. Se transforma en una nueva entidad, el “cuerpo enfermo”. (Toombs, 1992: 134)

Y este poema de Lilian Z. González refleja esta transformación interna que se modificó de manera radical, impidiéndole a su personaje decidirse de manera autónoma en su vida, si no que depende de su entorno y lo que este le pueda brindar para el reencuentro consigo misma “a medida que se describe el exterior un sujeto va tomando forma en el poema, forma que no es más que carne, cuerpo, una idea solapada” (Garramuño, F. 2009).

De manera sucinta, el poema Señora alzhéimer de Lilian Z. González está permeado de un sensibilidad profunda por situaciones que afectan no exclusivamente al individuo si no a su entorno, vulnerando a una persona por estar expuesta al solo poder encontrarse en pequeñas cosas que le permiten ubicarse en el espacio que habita, y ver cómo en el proceso sus emociones se ven afectadas por la impotencia de no tener conciencia plena de quién es y qué papel cumple en su vida.

[1] Poeta marginal quindiana.

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