La vida en el borde
Expedición Avina -

La vida en el borde

La camioneta quedó orillada varios metros más abajo y continuamos la ruta caminando por una pendiente bastante pronunciada.

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noviembre 18, 2014
La vida en el borde
Fotografía: Camilo Rozo

En nuestra pesquisa de experiencias innovadoras, encontramos gracias a Njambre, una que llamó poderosamente nuestra atención porque en ella confluían aspectos que hemos abordado en la Expedición: está situada en el borde de la ciudad, es de naturaleza agrícola, concreta soluciones propuestas desde la perspectiva urbanística y es un emprendimiento social.

Nos recoge David Villegas en una camioneta con platón. Es tan joven como serio, pero una vez iniciamos el camino comienza a hablar del proyecto sin respirar. Suelta a la par datos en toneladas, porcentajes y cifras. Todos precisos, todos de memoria.

Nos hace saber que la zona a la que nos dirigimos está habitada en un 72% por población desplazada, que la Fundación Salva Terra, creada por él y sus hermanos, tiene como objetivo fomentar procesos de participación colectiva que generen proyectos de desarrollo local en materia socioambiental, que iniciaron el proyecto de las granjas con 140 familias y que hoy ya se han sumado 350 más. Que el suelo se puede adecuar, que el agua tiene que manejarse, que el pilar del proyecto es socioeconómico. También nos tuvo que explicar que una máquina amarilla es una retroescavadora.

Poco después de anunciarnos que ya íbamos a llegar, nos topamos con una máquina amarilla trabajando en la única y estrecha vía de acceso. Conclusión, estaba cerrada porque las obras son para la llegada del agua potable. La camioneta quedó orillada varios metros más abajo y continuamos la ruta caminando por una pendiente bastante pronunciada. La temperatura en ese punto es varios grados por debajo de la del resto de Medellín, hay pinos como los de la Sabana de Bogotá y se escuchan además de los pájaros, cerdos y gallinas que están dentro de las casas.

Al final de una curva larga, llegamos a un plano desde el que se ve el cerramiento azul que bordea la huerta. De ahí hacia arriba no se ven más casas. Entramos con David que nos muestra cosas invisibles al ojo urbano, como los pozos en los que retienen el agua para que no se lleve los nutrientes y nos sigue botando datos como que proyectan el 20% en pérdida, pero que no les ha pasado, que el promedio es del 3% al 5%, lo que nisiquiera en agricultura convencional están logrando.

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Cuando el relato de David pasa de las cifras a la transformación social, a las anécdotas de las personas con las que trabaja, se hace evidente que esa es su mayor pasión, que el dominio de la información en detalle le sirve para llegar a la gente.

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