En febrero de este año se inauguró en Barcelona un burdel en el que las prostitutas han sido substituidas por muñecas cuyos cuerpos imitan la textura de la piel humana y sus formas. Sin ir más lejos, se trata de un salto de calidad en el proceso de sustitución del original por la copia. Para nadie es un secreto que la copia venía generalizándose en el ámbito de la ropa, accesorios de vestir, además en películas, discos y libros pirateados, solo era cuestión de tiempo que el asunto afectara a las personas. Ignoramos por completo si las prostitutas de carne y hueso podrán denunciar a estas muñecas por competencia desleal; la verdad lo veo complicado, pues está todo muy enredado, muy confuso. Un taxista me decía ayer en Bogotá que su profesión se encuentra amenazada por los falsos taxistas de Uber. Así los llamó, “falsos taxistas”, diciéndome al rato que competían con mejores carros y menos impuestos.
El verdadero problema surge cuando la copia supera al original. Uber ha dado lugar a un nuevo modelo económico: “uberización”, esta expresión se usa para definir los nuevos modelos de negocios en los cuales particulares pueden efectuar transacciones económicas vía plataformas accesibles desde aplicaciones que se encuentran en sus celulares inteligentes o en sus computadores. La uberización se agita en el filo que separa lo legal de lo ilegal. Hay pleitos en los juzgados de todos los países para combatirla, pero sus accionistas disponen de influencias y recursos económicos increíbles. Por el momento, gana la batalla la uberización como ganan la batalla los sueldos de miseria que conducen a la uberización absoluta.
Obviamente nos preguntamos, si el burdel de imitación en Barcelona es producto también de la uberización económica, pero sobre todo si en vez de acudir a él seres humanos, lo visitarán asimismo hombres o mujeres de imitación. ¿Andarán por ahí, sin que lo sepamos, copias nuestras? Por el momento solo les puedo decir que yo he visto cosas que ustedes jamás hubieran podido imaginar.
