La triste agonía de Jaime Llano González

La triste agonía de Jaime Llano González

Murió a los 85 años perdido en las sombras del alzhéimer, pero siempre será recordado por ser el mejor organista que alguna vez tuvo este país

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noviembre 11, 2017
La triste agonía de Jaime Llano González

Nadie le enseñó a tocar el órgano. Jaime Llano se vio seducido por el instrumento que lo acompañaría el resto de su vida en los almacenes donde trabajaba como demostrador. Desde ese día se obsesionó con el órgano y practicaba cada vez que tenía un tiempo libre en el trabajo. Su madre, Magdalena González Cadavid, le enseñó a tocar el piano, pero el órgano, imponente ante el joven Jaime Llano no se acercaba a lo que él conocía.

El maestro Llano nació en Titiribí, Antioquia, el 5 de junio de 1932, pero siempre decía que su pueblo natal era en inglés: Titiri-bye, “porque en mi pueblo somos bilingües”. Con su trabajo empezó a pagarse los estudios de medicina que nunca concluyó. Su verdadero sueño era dedicarse a la música, pero sabía que tenía un deber. Con el órgano transformó las composiciones colombianas que estaban marcadas por los periplos imposibles y bruscos. Su aporte fue muy significativo para el folclor nacional. Y en 1953 nació el mito del hombre orquesta: un antiqueño viviendo en Bogotá era capaz de dar un concierto sin la necesidad de tener acompañamientos.

Ya radicado en la capital del país, Jaime Llano se convertiría en un compositor reconocido nacionalmente. Su gran amigo siempre fue Víctor Hugo Ayala, considerado como uno de los mejores intérpretes y boleristas latinoamericanos. Con Víctor Hugo tuvo el famoso programa de televisión “Donde nacen las canciones”. Todavía en blanco y negro, se escucha la música del maestro Llano y su voz penetrante. Víctor Hugo también hacía lo suyo. El encanto que transmitieron en su programa, llevaron a al éxito a Jaime Llano.

Grabó más de sesenta discos de larga duración y hoy sus antologías reposan en los anaqueles de miles de coleccionistas. Él fue uno de los mejores discómanos. En su casa bogotana no cabe un álbum más. En 1964 produjo con Oriol Rangel el disco Inspiración. Y uno de los más recordados del maestro es el disco de 1983 cuando interpretó 13 cumbias de otro gran maestro: Lucho Bermúdez.

Sin embargo, Jaime Llano González terminó sus días hundido en las sombras del olvido. Desde el 2012 perdió la memoria por completo y nunca volvió a recordar quién había sido. No pudo tocar el órgano más, se le hizo imposible, pero su esposa, doña Luz Aristizábal Barrientos, siempre le ponía su música para verlo sonreír, sin perder la esperanza de verlo otra vez como hace 30 años cuando escuchaba música sin parar en la sala de la casa. Pero el maestro se ponía feliz cuando le contaban que él era el autor del sonido que salía del tocadiscos.

Víctor Hugo Ayala, su gran amigo, lo visitó meses antes de su muerte. Lloró de la tristeza al ver que el hombre con el que compartió casi 50 años de carrera no lo reconocía. El maestro murió el pasado 6 de noviembre sin saber quién era, pero la música tendrá el deber de recordarlo para siempre.

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