La transición que conduce Petro, y los trancones
Opinión

La transición que conduce Petro, y los trancones

Me van a sacrificar por lo que digo en esta columna, pero es lo que pienso

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enero 18, 2023
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Gracias a que Uribe tensó al máximo la cuerda del autoritarismo y de la violencia durante 20 años, fue posible el proyecto de Gustavo Petro presidente y líder de la paz total. Así de simple. Pero el modelo Uribe (el del “embrujo autoritario” y el paramilitarismo), fue fruto también del militarismo guerrillero, en especial de las FARC y del ELN; y a su vez, las organizaciones insurgentes fueron resultado de la violencia genocida de las élites y del Frente Nacional excluyente, todo en una cadena de causas-efectos-causas-efectos que Petro propone hoy cortar.

Claro que la dinámica de cambios en el régimen político y en la naturaleza de los conflictos sociales oculta –y también revela–, las transformaciones en marcha en las condiciones económicas, culturales e institucionales de Colombia. Así, el conflicto agrario no resuelto, el proyecto truncado de industrialización tardía, la urbanización caótica, la alfabetización precaria o la internacionalización subordinada y amarrada (atrelada) al extractivismo, todos han sido procesos de transformación condicionados a la violencia estructural en la Colombia de los últimos 70 años.

Lo que quiero afirmar aquí es que Colombia asiste hoy a una transición política, la cual, para consolidarse, debe expresarse como transición económica, cultural e institucional. Ese es el tamaño de la ambición del presidente Gustavo Petro y a eso es que se resiste el establecimiento que pelechó a la sombra de la violencia.

Tengo una gran confianza en que la transición estructural en marcha es difícil pararla (aunque no imposible), por una sola razón: todos quieren, queremos, ser los padres de la criatura.

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Tengo una gran confianza en que la transición estructural en marcha es difícil pararla (aunque no imposible), por una sola razón: todos quieren, queremos, ser los padres de la criatura

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Uribe y sus feligreses aseguran que su régimen salvó a Colombia del comunismo y otros ismos. Por eso deja colar apoyos críticos. Bendito sea.

El M-19 afirma que fue su decisión de hacer la paz la que dio origen real a la Constitución del 1991 y al proceso que encabeza el presidente Petro. Palabra que sí.

El ELN cobra sus 60 años de lucha y pide estar al frente de la locomotora; no acepta el furgón de cola ni que lo mezclen con otros colores.

Las Farc ya han hecho el mea culpa y defienden el proceso de transición, a pesar de los pesares. Que lo diga Timo, el más petrista de los petristas.

La Nueva Marquetalia está lista para sumarse, sin muchas opciones, adicionales a la denuncia de la “perfidia” del Gobierno Duque.

Los paramilitares afirman que Uribe los traicionó pero que ellos deben estar en la jugada, con todos sus activos y con sus compañeros de ruta en la ultraderecha.

Los académicos tienen miedo. No se deciden entre ser notarios de la historia o empujar el coche. (Varios salieron chamuscados en el gobierno de Samper). Pero encontrarán el adjetivo adecuado para calificar la transición.

El partido de los economistas neoliberales, aunque anda de capa caída, a sotto voce esperan seguir profetizando fracasos en la transición, pero prefieren el bajo perfil. Dirán luego que hay que “construir sobre los construido”. No problem.

Los empresarios saben que pasar de pagar impuestos y extorsiones para la guerra, a impuestos para la vida, puede ser molesto, pero no es el socialismo. Y pueden ayudar a comprar tierras a sus incómodos socios terratenientes, como forma de sumarse a la transición y la modernidad.

Quienes no estuvimos en la insurgencia ni con el establecimiento, pero sí en la lucha social y cultural, también podemos reclamar, en diferentes tonos, la paternidad de la transición democrática.

Los trancones en el proceso de transición, y la eventual frustración del mismo, pueden venir, primero, de los ámbitos de los fundamentalismos ideológicos, religiosos, culturales, racistas, patriarcales, incubados por muchos años en la sociedad colombiana, en sus medios de comunicación y relaciones de poder. Estos fundamentalismos pueden inclusive arrastrar a sectores militares y a la ultraderecha internacional que se está consolidando.

Pero hay que reconocerlo, también los trancones en la transición pueden venir de sectores aventureros que se reclaman del cambio, pero son impacientes, por decir lo menos.

Al final, si la transición política, económica, cultural e institucional que encabeza el presidente Petro tiene éxito, todos nos reclamaremos padres de la criatura, hasta el uribismo a su manera. Si se frustra, no habrá historia para contar. Todos harán sus relatos de culpas y dolores, nada más.

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