La sesgada percepción del petrismo sobre las escuelas de formación del FF. AA.

La sesgada percepción del petrismo sobre las escuelas de formación del FF. AA.

Queda claro que las universidades no responden por lo que egresa de sus claustros con un diploma, solo responden por lo que ingresa, sea pública o privada

Por: Jair Pérez Araujo
enero 06, 2022
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La sesgada percepción del petrismo sobre las escuelas de formación del FF. AA.
Foto: Pixabay

De todas las instituciones de educación superior, las escuelas de formación de las FF. AA., son las únicas que hacen un “mea culpa” por el personal que egresa de sus instituciones de oficiales, suboficiales y soldados e infantes de marina profesionales y regulares.

Antes de empezar a plantear mi antítesis contra una tesis de un sector del progresismo en Colombia, pienso que es vital, para dimensionar su idea, exponer el concepto de “Petrismo”, que no es otra cosa que una interpretación particular de un caudillo sobre ese concepto de “progresismo”.

¿Y qué es el progresismo?, pues la interpretación de una élite social (no puedo decir que ese el común de la población) sobre lo que promete el liberalismo y su formas de implementarlo en la realidad.

¿Y qué es el liberalismo?, pues es toda interpretación sobre el “orden”, basando su causa en el individuo y no en la institución (conservatismo), lo que hizo –entre muchas otras cosas y a manera de ejemplo cliché- que en Inglaterra, se dejara de pensar que el rey era puesto por Dios y pasó a aceptarse la antítesis liberal que proponía que eran los individuos del Estado los que lo ponían y por ende eran quienes creaban su “orden social justo” basados en un contrato social (natural) o político (subjetivo), según Locke, Hobbes, Rousseau y otros intérpretes de la “Teoría general del Estado” que emanan del auge académico europeo –posible en buena parte por la imprenta de Gutenberg-, conocido como la Ilustración.

Entonces, dando por hecho que entienden que lo que vengo a expresarles es la interpretación subjetiva de una de esas tantas elites que nacen, crecen y se reproducen en el contexto político de los Estados a lo largo de su historia republicana pro democracia, en nombre de la defensa del individuo contra el sistema, paso a presentar una interpretación propia del “Petrismo”, con la que muchos de los “progres” (me incluyo) que acompañamos el grito de “yo vine porque quise, a mí no me pagaron” en 2018, no estamos de acuerdo, en esta campaña del “se vale todo por tumbar al Uribismo”.

Pero no por eso dejamos de ser “progres”, sin tener que buscar otra ratonera en donde cobijarnos en este periodo electoral. Es sabido que en la sesgada mente de las mayorías, participar en política se limita a votar, tomarse fotos con caciques y caudillos, "lagartear", emprender vendiendo gorras y camisetas (ya ni las regalan) y dejarse utilizar repartiendo volantes, periódicos o pegando calcomanías  (este trabajo si es gratis a diferencia de las gorras y camisetas) a nombre del caudillo de turno que promete ubicarte laboralmente venga de derechas, de izquierdas, de centro, comunista o anarcocapitalista.

Pero eso, por lo menos para mí, solo es causal de apoyo o rechazo a una política clientelista y burócrata. La política se ejerce actuando o dejando de actuar en las decisiones estatales. Y esas decisiones se toman de muchas formas y en muchas ocasiones, no solo en las elecciones. Sin embargo ¿Cómo hago entenderle esto a un pueblo caudillista y necesitado de empleo?

Pasando al caso puntual en el que busco ubicarlos con el título, expongo la visión ya conocida de Gustavo Petro sobre las escuelas de formación en las Fuerzas Armadas. Para él deben ser intervenidas para más o menos darle el mismo “Status” de una Universidad, cosa que según su concepción, le restaría mucho al comportamiento marginal del agente del orden público hacia la sociedad.

“Hay que estudiar, el que no estudia es policía nacional”, pregonábamos en las marchas universitarias, que en buena parte se identificaban con Petro en la presidencia en 2018.  Aunque esto último parece indiscutible en tiempos de, “falsos positivos”, JEP, ONGs y redes sociales, el sistema idealizado de educación en el que está montando la idea transicional entre el sistema de educación actual en las escuelas militares y de policía y el que el petrismo visiona, está sobrevalorado.

No tiene quien juzgue el perfil de los egresados de las universidades públicas y privadas en la vida pública, cómo sí se puede rastrear y juzgar a los egresados de las escuelas militares. Las instituciones en las que basa ese sistema educativo idealizado, viven de lo que ingresa a su sistema, no de lo que egresa.

Si un Médico de la Javeriana se dedica a traficar con órganos después de su doctorado, en ningún momento se va a poner en tela de juicio el sistema educativo que lo formó, ni a su rector, ni a los profesores que le dieron el poder para poder manipular esos órganos humanos que en la realidad cotidiana tienen un valor mafioso. Queda claro entonces que las universidades no responden por lo que egresa de sus claustros con un diploma, solo responden por lo que ingresa, sea pública o privada.

Luego de eso, puedes ser Mussa Besaile, Otto Bula o Eduardo Pulgar, la universidad no tiene nada que ver en tu formación. No pasa lo mismo con un Oficial de alto rango. Lo que haga el soldado más recluta o el general del Ejército, todo recae sobre la institución y una institución que hace un “mea culpa” de lo que hagan sus egresados, sin duda es más legitima que las que no lo hacen.

Obvio que el factor de que los egresados de las Escuelas de Formación Militar y de Policía pasen una vez graduados a defender los intereses del Estado a través de un contrato cómo con cualquier institución pública, obliga a estas a responder por lo que egresa de las mismas; cosa que no pasa con los egresados de las universidades públicas y privadas.

Pero esto solo revela que estas últimas también están en un nivel “más” ilegitimo que las escuelas de formación militar y de policía en cuanto a la proyección que tienen sobre sus estudiantes, pues solo se limitan a introducirles un conocimiento que no están seguros si ese estudiante lo va a terminar usando en la realidad para la que fue preparado, empezando porque la realidad para la que es preparado, quizá ni cuente con él.

En el caso de los egresados de las escuelas de la Armada –por ejemplo- todo el conocimiento obtenido para navegar a través del posicionamiento global, termina siendo vital en cada uno de los días de la parte ejecutiva de su carrera. Un ingeniero no sabe si lo único que va usar de 10 años de cálculo abstracto es el inglés obligatorio de su carrera para dar clases en un colegio de garaje o en un Contac Center.

Independiente de las buenas intenciones y el idealismo de la educación impartida en las instituciones de educación superior, el conocimiento impartido en estas es mucho menos utilizado en la realidad por sus egresados en comparación con lo aprendido por grumetes, cadetes y conscriptos en las escuelas de formación militar y de policía y su aplicación en su vida como funcionario público.

Sin duda deja mucho que desear el sistema de educación de las fuerzas armadas a juzgar por el comportamiento de muchos de sus elementos egresados, los cuales son fáciles de identificar por el uniforme y por su contrato vitalicio con el sistema una vez ingresan desde el primer día a dichas escuelas, pero es que el sistema idealizado con el que se les está comparando o hacia donde apunta la transición del sistema educativo de estas escuelas –propuesto por el petrismo- no tiene como demostrar el aporte de sus egresado en el bienestar social.

Quizá en el particular y eso solo midiendo el poder adquisitivo obtenido entre la graduación de un egresado X y el día el que se hace el estudio, pero no se puede evaluar que tan buena, irrelevante o mala es la influencia de esos egresados en la tesis de sociedad que defendemos viviéndola.

Tampoco se evalúa si se necesitan más profesores, filósofos, sociólogos, abogados, contadores, economistas, administradores de empresa, ingenieros o cualquiera de esas carreras que se anuncian en los diplomas colgados en las paredes de una familia orgullosa por tener a un profesional varado.

Lo único que importa es llenar el cupo que ofrece la Publica y la privada cada semestre y –en el caso de la pública- buscar la forma para que el Estado amplíe los cupos para que una mayor cantidad de ciudadanos adquiera un conocimiento que no hay como evaluar si está generando “progreso” en la realidad económica y política de la sociedad, o si se necesita.

Todos los egresados de las Escuelas Militares y de Policía tienen que ubicarse en alguna zona del país a cumplir una misión y a representar a esa escuela de formación en buena parte, pues nunca se quitan las insignias de donde vienen.

Pero por el pediatra pederasta egresado de aquella honrosa facultad de medicina, por el politólogo corrupto egresado de donde se graduó la Cabal, por el administrador ladrón graduado de la Universidad de los Nule, por la secretaria con los seis semestres de finanzas en la San Marino y por el profesor acosador que formaba revueltas en su fase de activista en la pública, nadie asume la culpa de su formación.

Una vez se gradúan en la institución con el sistema idealizado por los detractores de las instituciones militares y de policía, todos son libres de hacer con lo aprendido lo que les sugieran sus vísceras y sus pecados capitales.

La institución de donde egresan nunca va a responder por lo que salió de ellas, así termine involucrado en el carrusel de la contratación, Reficar o AIS. Pero si un policía le pega a una viejita… llórelo. De una desde el director de la Policía hasta la subcontratada señora que sirve los tintos en el casino de oficiales, son responsables de eso.

Muy doble moral y cerrada la dimensión del concepto “egresado”, “educación superior” y “progreso” desde la perspectiva “petrista”. El “mamertismo” aquel del mundo lleno de estudiantes es solo una zona de confort para no asumir las responsabilidades del rol de aquel que adquiere conocimiento gracias a las garantías básicas que genera el Estado republicano en el que vive.

Todo lo que pasa es culpa del Estado. Nunca se asume un “mea culpa” por el desperdicio de recursos públicos y particulares en la formación de elementos innecesarios para el bien común a través de un costoso conocimiento que no va a ser utilizado en la sociedad y si es utilizado es en nombre de la persona y no del estado que lo formó. A menos que sea para justificar su fracaso como profesional.

Creo que tienen que ver el vaso medio lleno en ambos sistemas, tomando de referencia lo positivo de cada uno, cómo el compromiso del egresado de las instituciones militares y de policía con su institución una vez se gradúa, cómo ideal en la formación de todos esos profesionales que vemos moviéndose alrededor de los corredores universitarios en busca de sus sueños, antes de estigmatizar a las instituciones militares y de policía como la última opción que tienes cuando eres un desgraciado, cómo insinuó Petro, y de la que según sale lo peor de la sociedad, como dice la página Razonpublica.com:

“Entre los ejemplos, el candidato señaló que muchos jóvenes que no acceden a la educación superior acaban enrolados en ejércitos del narcotráfico, algunas jóvenes en embarazos no planeados que a la postre son trampas de pobreza, y que otro número significativo ingresaban al Ejército o la Policía”.

Primero hay que evaluar el sistema que se está proponiendo como ideal, antes de tratar de acudir a este para intervenir el sistema que según está errado.

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