La serpiente de mil cabezas de Colombia

La serpiente de mil cabezas de Colombia

Hay más de cien naciones subdesarrolladas con el mismo chicharrón. Aun así, mal de muchos, consuelo de tontos

Por: CÉSAR CURVELO
febrero 21, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La serpiente de mil cabezas de Colombia

Es la viva Hidra de Lerna de los colombianos. La bestia malévola que devora los ingresos gubernamentales sin la más mínima misericordia. La pesada roca que carga el Atlas neogranadino, altamente enculebrado con los dioses bancarios del olimpo neoliberal. El agujero negro troglodita que engulle, enteras, nuestras esperanzas de ser un país desarrollado. La eterna rémora de los déficits fiscales, prohijada por los pésimos gobiernos pretéritos. La sanguijuela que chupa del presupuesto, que sí o sí debe enfrentar el actual gobierno nacional.

Te hablo de la onerosa deuda externa.

180.000 millones de dólares americanos. Más o menos.

$864 billones, o sea millones de millones.

Si somos 50 millones de colombianos, entonces cada uno de nosotros ─los registrados como nacionales de “nuestro” bella patria─, cargamos con el lastre de deuda individual de US$3.600, que en devaluados pesos son ¡17´280.000!

Cambio: US$1, un dólar de la Unái Stei = COP$4.800. Por ahí anda.

Mal de muchos, consuelo de tontos. Hay más de cien naciones subdesarrolladas con el mismo chicharrón. Los economíchigos neoliberales, que los hay un jurgo, dicen “en vías de desarrollo”, y la deuda es parte del mundo global. Mal argumentan que hasta Estados Unidos debe. Pero no dicen que puede imprimir dólares a lo loco y que es un país desarrollado.

Recién el Fondo Monetario Internacional, FMI, ha solicitado a los países del G20 ─entre los que están Brasil, México y Argentina, endeudados hasta los teques─, para que se reestructuren las deudas a largo plazo y se pueda dar un respiro para que se insufle una mayor inversión autónoma en dichos países.

Ministros de finanzas y directores de bancos centrales del G20 se reunirán del 23 al 25 de febrero en Bangalore, en la India de los verdaderos indios, puesto que no son “indios” apaches, ni chibchas, ni caribes, ni guayúes, ni incas, ni aztecas. Es como decirle “turcos” a los aravástagos de Líbano, Siria, Jordania, etc., en estos contornos, que no vinieron de Turquía. Es preciso ser precisos, como dicen los matemáticos y los contadores.

Nuestro país no está en el G20, pero igual podría entrar en el propósito de que bancos prestamistas bajen intereses, den un plazo muerto o condonen parte de la deuda. ¿La razón? Prestaron a los desgobiernos predecesores a sabiendas de futuras dificultades para el pago, como podría pasar en el futuro inmediato. ¿O no es así, anteriores gobernantes de pacotilla?

Un poco de historia rápida y antiquísima, a fin de vislumbrar algo del origen de toda esta carga usurera.

El 7 de agosto de 1819 nació la Gran Colombia con la deuda contraída con la Gran Bretaña, Reino Unido o Inglaterra. No son lo mismo, pero el punto es que fue nuestra primera gran culebra. Para más señas, se trata del imperio de los corsarios que atacaron hasta 1819 las naos hispanas repletas de oro con dirección al otro lado del charco. La brigada inglesa no estuvo en las retaguardias de los ejércitos patriotas durante las batallas independentistas por amor al arte. Aunque algunos atravesados seguro iban al frente, a fusilar y chuzar chapetones a diestra y siniestra.

Por tanto, se debían pagar los aportes que había hecho el imperio cuya corona portaba por ese entonces George Augustus Frederick, más conocido como Jorge IV. Como en muchos negocios, hubo dimes y diretes, solicitud de rebaja y demandas de intereses, sobrecostos y subvaloraciones, etc.

Fijo el crucifijo. A los pocos años de la independencia, 1823, el reinado inglés embargó los bienes de la Gran Colombia en territorio de las islas británicas, y amenazaron con el uso de la fuerza si no se le pagaba o abonaba ipso facto a sus acreencias. Por la misma falta de pago, en 1856 hubo un intento de bloqueo de nuestra caribeña Ciudad Calamarí, La Heróica, el Corralito de Piedra, la Cartagena tan ajena a necesidades de sus comunidades negras. Años más tarde, en 1894, luego de quince años de impago, se pudo esperar un bombardeo a nuestros puertos e incluso hubo planes de invasión, cosa que habían hecho los susodichos ingleses en Egipto, en 1892.

Luego vendrían los empréstitos de la banca americana y de otros bancos del exterior, y ya para qué seguir con esta triste historia. La única nota a agregar es que buena parte de esos empréstitos fueron a dar a los hambrientos bolsillos de la oligarquía criolla.

Me dice un vecino, un tal Lenchongo De las Mercedes, que quiere pagar su parte alícuota de la deuda externa.

Gustoso le explico que con esos bancos extranjeros solo se puede entender el gobierno. Pero me deja con la boca en la mano y suelta una larga cháchara:

─Vei, dotor ecónomo y primacho del alma, ¿cuál es ese FMI al que le debo dizque $17'280.000? Pa mí eso es una pichurria. Ya te la vua a cantá y te vua decí: pagaré chan con chan con un menudito de mi caja menor. Es que mi caja fuerte es más grande que el depósito de monedas y billetes verdes en que nada Rico McPato. Le vua asé ve a ese animalito feo del Fondillo Mundial que para mí eso es como quitarle un pelo a un gato. ¡Es que yo soy el hombrecito que tiene un bojote de plata en la vida, nomejoñe! Es más, pa que viai, vua a llamá a Tavo Petro…

─¿Al presidente? ¿Y se puede saber qué le vas a decir al presidente?

─¡Que mañana mismo liquido toa esa bendita deurda esterna, y sanseacabó!

Me hizo recordar a Carlos Lehder, quien ofreció a pagar la deuda externa en 1978, siendo presidente Alfonso López Michelsen.

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