La Revolución mexicana a través de la literatura

La Revolución mexicana a través de la literatura

Al ser un suceso colmado de surrealismo y personajes de la talla de Porfirio Díaz, Emiliano Zapata y Pancho Villa, su atractivo para los escritores ha sido inimaginable

Por: Andrés Felipe Higuera Díaz
enero 16, 2019
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La Revolución mexicana a través de la literatura

El trato de las revoluciones que tuvieron lugar en diferentes países de Latinoamérica siempre estuvo bajo un foco investigativo histórico. México no es la excepción y no es para menos, un hecho histórico que tuvo lugar hace poco más de un siglo tiene que tener obligatoriamente investigaciones a cuestas que logren justificar, cuando menos, someramente, los acontecimientos, causas y consecuencias. Sin embargo, nos olvidamos de que a lo largo de la historia de la humanidad, los acontecimientos del mundo no solo los han contado los grandes historiadores y los tiranos, que siempre tienen la última palabra —lo que evidentemente demuestra que la historia no es un reflejo de la realidad, sino una serie de historias tergiversadas de quienes han tenido el poder en las manos para escribirla—, sino también otro tipo de narradores.

La literatura desde siempre ha llevado consigo la responsabilidad de contar historias fascinantes, bien sean un reflejo de la realidad o un producto de la ficción. En ese orden de ideas, la literatura ha jugado un papel fundamental en la historia universal y, nuevamente, México no es la excepción.

Hay muchas formas de hacerlo, sentidos de la estética, géneros y generaciones literarias diversas que le han dado un trato específico a un hecho histórico como la Revolución mexicana, desde el pasado hasta la contemporaneidad, desde la novela histórica hasta la novela neopolicíaca. Al ser un suceso colmado de surrealismo y personajes de la talla de Porfirio Díaz, Emiliano Zapata y Pancho Villa, su atractivo literario es inmediato.

Haciendo un repaso en orden cronológico, quizá una de las novelas más importantes sobre este suceso es Los de abajo, del autor Mariano Azuela —médico, escritor y opositor confeso del porfiriato, que trabajó en un campamento militar junto a Pancho Villa y durante ese tiempo escribió este libro—. Esta es una novela testimonial del diario vivir de un grupo de campesinos revolucionarios al mando de un caudillo que luchaba contra el federalismo, que es narrada a través de un personaje que encarna un estival citadino pseudointelectual que se une al grupo de este caudillo.

Ahora bien, la obra pertenece a un género denominado novela de la revolución y es quizá una de las más importantes por ser precursora, tanto en el género en que se desarrolla como en el evento histórico que narra, ya que da pie a la narración histórico-literaria y ficticia. Al ser la Revolución mexicana un evento con una amplia gama de sucesos a cuestas, todas las historias que pululan a su alrededor son el más fiel reflejo de su característica variopinta: amores, traiciones, pasiones, muertes, destrucciones, conquistas, sentimentalismos y crudezas, entre otros.

Por otro lado, la novela Por debajo del agua, del escritor Fernando Zamora, es una auténtica representación de las vívidas historias que surgieron en medio de este suceso: amistades y amores clandestinos que se entrelazan en medio de dogmas eclesiásticos y los intereses de un general al frente de la revolución. Todo esto nos recuerda esa parte más humana que nos hace sentir más cerca en las historias narradas en primera persona y en tercera persona, que cuando tenemos que reconocer los hechos históricos en narraciones impersonales.

Ahí el abordaje literario de la revolución trasciende el evento histórico desde su inmediatez hasta la contemporaneidad. El trato histórico que ha recibido ha sido llevado a cabo con el propósito de auscultar en la memoria de los anales mexicanos para no permitir intersticios o vacíos en la realidad de uno de los eventos más importantes en la historia reciente de América Latina. En esos casos, la literatura mexicana y la inventiva de sus narradores se ha atrevido a ir más allá de ceñirse a la historiografía como punto de referencia acercándose un poco más a la ficción.

Así mismo, la novela Cosa Fácil, del escritor Paco Ignacio Taibo II, exponente de la novela neopolicíaca latinoamericana, es una de las que aborda el tema de la revolución desde la contemporaneidad con tal sagacidad que parece digna del surrealismo. La obra se ambienta en un pintoresco Distrito Federal de finales de los años y 60 y principios de los 70. Ahí se narran las peripecias del famoso detective Héctor Belascoarán Shayne, quien se encuentra en búsqueda de un Emiliano Zapata presuntamente vivo, después de más de 50 años de la revolución y con otros dos casos a cuestas que le roban el sueño. La narración omnisciente, cambiante a la primera persona, en un tono muy coloquial le dan al lector la suficiencia de permearse del contexto del caso sin ninguna dificultad.

La literatura mexicana siempre ha estado sujeta al fenómeno de su acontecer histórico, un acontecer histórico turbulento y accidentado: guerras civiles, guerras internacionales, revoluciones, corrupción, violencia, delito, narcotráfico... Elementalmente esto le ha otorgado la suficiencia a la sociedad mexicana de proclamarse a sí misma no como una sociedad de la violencia, sino como una sociedad de la resistencia. En la literatura este fenómeno ha enriquecido a los narradores dotándolos de historias que quedan plasmadas mejor en un estilo novelesco, que en los recortes de prensa.

Sin embargo, esto los ha condenado en muchas ocasiones a un hiperrealismo exacerbado, un hiperrealismo que ha obligado a generaciones de escritores a escribir dicho acontecer histórico, sin poder abandonar el margen de lo local y probar otro tipo de estéticas: la anticipación, la ficción, el cómic, etc. Incluso algún insensato alguna vez escribió, condenando a la literatura latinoamericana a la involución, que “el género policíaco es un género anglosajón”, cuando los precursores del neopolicíaco latinoamericano comenzaban a publicar. Y no niego la existencia de estos outsiders literarios, la generación del boom latinoamericano estuvo acompañada por algunos narradores mexicanos, y la generación de ruptura, el llamado postboom latinoamericano, también tuvo su movimiento literario en México bajo la denominada “Generación del Crack”. Pedro Ángel Palou, uno de sus mayores exponentes, siguió la novela sobre la revolución con su propia óptica del caso, apersonándose de un relato sobre Pancho Villa en una novela como No me dejen morir así.

No obstante, los casos donde se ha dotado de ficción al hecho histórico con intrepidez no pululan con frecuencia. El abordaje narrativo de la literatura en México sobre la revolución ha sido un proceso de pura memoria que a lo largo del tiempo se ha visto deformado en la estética y en la pluma de sus narradores. Eso es algo que afortunadamente parece no tener fin, una especie de universo insondable que trasciende generaciones y generaciones interminablemente a través de la literatura.

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