La resistencia colombiana, un legado de los pueblos indígenas

La resistencia colombiana, un legado de los pueblos indígenas

Ellos resistieron como pudieron los embates y la crueldad de los despiadados conquistadores. Ahora, aunque los opresores son otros, lo siguen haciendo

Por: Jay Bernardy
junio 08, 2021
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La resistencia colombiana, un legado de los pueblos indígenas
Foto: Secundina González - CC BY-SA 4.0

Nos cuenta la historia, pero la que no quieren que se conozca en los colegios, que los indígenas del suroccidente colombiano no se sometieron tan fácilmente, como algunos creen, al nefasto dominio español: resistieron como pudieron los embates y la crueldad de los despiadados conquistadores. Las crónicas de indias, esos relatos fantásticos en donde el conquistador es el bueno y el indio, como de costumbre, el malo del paseo, mencionan muchos enfrentamientos entre europeos y americanos, siendo los de la Gaitana los que más llaman la atención. Sin embargo, muy pocos conocen su verdadera historia: la pasan por alto porque, en primer lugar, era aborigen, y porque, en segundo lugar, no le aportó nada a los orígenes de esta hipócrita república.

Pero lo cierto es que con esta valiente mujer, según mi humilde opinión, en esta tierra desigual se empezó a resistir las inequidades que no cesan. Es sabido que los españoles le temían, hasta le achacaban poderes sobrenaturales. Podemos decir que aparece en escena cuando uno de sus hijos, negándose hablar con los conquistadores, fue asesinado cruelmente por órdenes de Pedro de Añasco, un militar que, al igual que Sebastián de Belalcázar, atacó miserablemente a los indígenas que lo conocieron en los departamentos del Cauca y el Huila. Se dice que esta cacica y lideresa religiosa del pueblo de los timanaes, creando unas fuertes alianzas tribales, convocó a seis mil hombres para neutralizar las misiones invasoras. De esta hazaña queda como recuerdo su venganza, matando al verdugo de su hijo mayor, Pedro de Añasco, y paseando su cadáver de poblado en poblado como muestra de la resistencia indígena.

Hoy resulta bastante llamativo, cuando la información está al servicio de todos, que se hable mucho más de Policarpa Salavarrieta, el prócer femenino de la lucha independentista, en lugar de las mujeres que la antecedieron en valentía y rebeldía. Se puede inferir que se ha sacrificado en el tren del olvido, o más bien en un vagón poco conocido de la historia, la lucha de los pueblos amerindios por la libertad del territorio conquistado. Todo esto da entender, por consiguiente, como en el caso de la Gaitana, que es más importante el legado sangriento del conquistador. Por eso se ha construido un discurso que lo idealiza y que lo erige como el de la verdadera civilización. De otra forma no se condenaría la insurrección de todos los que, al igual que los indígenas, no se comen el cuento de la patria equitativa y se enfrentan como pueden a todas sus injusticias.

Es que estamos viendo, como nunca antes, que el colombiano promedio ha decidido revelarse de verdad. Digamos que este se ha dado cuenta de que siempre ha vivido sometido, así pueda votar y le hagan creer que tiene el derecho a elegir lo que mejor le conviene a la sociedad que lo condiciona. Por eso se enfrenta, conociendo de antemano su desigualdad, a una atornillada oligarquía, una representación más de la herencia ramplona española, que aun después de los inicios de la vida republicana le ha negado todas las posibilidades de crecer. Ha terminado por entender que son unas cuantas familias, las de herencia encomendera o conquistadora, las dueñas de la tierra y los medios que posibilitan el progreso. En el caso del Cauca, por ejemplo, el abuelo de la senadora Paloma Valencia, Guillermo León Valencia, siempre desconoció los derechos de los cabildos indígenas. Pregúntese usted ahora, si tiene conciencia histórica, por qué los pueblos ancestrales de este departamento, tan satanizados por las élites, viven en continua lucha y desconocen y tumban monumentos.

Todo lo mencionado, si vale la pena como un recuento histórico, nos debe llevar a reconocer la génesis de la actual resistencia en nuestro pasado amerindio. En este sentido, siempre se ha vivido resistiendo, simplemente que en esta ocasión el pueblo no se rebela contra el conquistador español, sino que se enfrenta a los inmerecidos privilegios que su descendencia, la oligarquía que nos gobierna en todo los ámbitos políticos y sociales, no se cansa de recalcar y usufrutuar a expensas de una pobreza general. Así que es significativo que la minga indígena se tome pacíficamente a Cali, aunque la autodenominada gente de bien de Ciudad Jardín la reciba a tiros con la ayuda de la policía, porque es una manifestación simbólica de los derechos que hoy reclaman los hombres y mujeres que en las calles desconocen a este gobierno corrupto.

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