La Reserva Thomas van der Hammen: entre la miopía ambiental y los intereses económicos

La Reserva Thomas van der Hammen: entre la miopía ambiental y los intereses económicos

"Con la determinación de Peñalosa se pone en riesgo una excelente oportunidad de contribuir a la captura de carbono"

Por: Ferney Yesyd Rodríguez Vargas
febrero 01, 2016
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La Reserva Thomas van der Hammen: entre la miopía ambiental y los intereses económicos

En momentos en que se hace urgente actuar contra el cambio climático. La determinación de Peñalosa de alterar la formación de la Reserva Forestal Thomas van der Hammen, pone en riesgo no solo la estructura ecológica de la Sabana de Bogotá, sino una excelente oportunidad de contribuir a la captura de carbono.

El dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero, es capturado por los árboles en crecimiento y almacenado en sus troncos, ramas y hojas. Pero la deforestación y la quema de bosques no solo le restan biodiversidad al planeta, sino que contribuye a aumentar el CO2.

Por esta razón, entre otras, los bosques son importantes para la salud ambiental del planeta. Sin embargo, Colombia está perdiendo sus bosques de manera alarmante. Quizás los citadinos que vivimos de la casa al trabajo o de la casa al lugar de estudio, no lo hemos notado, pero los datos del IDEAM y MinAmbiente muestran un panorama desgarrador. El año 2014  el país perdió 140.356 hectáreas, lo cual fue un 16% mayor en comparación con 2013, cuando se registraron 120.934 hectáreas deforestadas. La minería ilegal, la expansión de la frontera agrícola y de las ciudades están devorando los bosques colombianos.

La región andina, una de las más densamente pobladas, ha visto perder sus ecosistemas nativos: el bosque seco tropical, la selva subandina, el bosque andino, humedales de alta montaña, páramos y subpáramos. Estos ecosistemas poseen diferentes especies de plantas y animales que han evolucionado adaptándose a los diferentes pisos térmicos y cantidad de precipitación desde que los Andes empezaron a alzarse hace 120 millones de años.

Cabe señalar que el bosque andino, que va de los 1000 o 1200 metros sobre el nivel del mar hasta los 2800, es el tipo de bosque más destruido del país. Tan solo el 4% queda según informa Parque Nacionales.

La Sabana de Bogotá que encontró Gonzalo Jiménez de Quesada el 9 de marzo de 1537 tenía bosques andinos que se conectaban con los extensos humedales que flanqueaban al río Bogotá. A partir de los 2800 m.s.n.m. empezaba el bosque altoandino. Pero tras la llegada de los invasores españoles los cerros se deforestaron por madera para construcción y fuente de energía y en la sábana las haciendas ganaderas reemplazaron los bosques y secaron los humedales. En el año 1575 los españoles mandaron talar todos los nogales desde Bogotá hasta Tunja por ser estos árboles objeto de la adoración religiosa de los muiscas.

Los pocos bosques nativos que quedan - saquen de este lista a los eucaliptales y pinares- sufren el problema de fragmentación del hábitat. Cuando los ecosistemas se fragmentan muchas poblaciones de animales y plantas quedan aisladas y con el tiempo la biodiversidad se va a pique y finalmente colapsan. Por esto es necesario restaurar los ecosistemas de bosques con reforestación y creación de corredores biológicos entre fragmentos.

Restauración ecológica según la Society for Ecological Restoration consiste en “asistir a la recuperación de ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos”. Y este es precisamente el proceso que se plantea para las 1400 hectáreas de la Reserva Forestal Thomas van der Hammen.

Enrique Peñalosa anunció el pasado 26 de enero que construirá en los terrenos destinados para esta reserva. “En la reserva actual sólo hay potreros comunes”, señaló. Muchos de sus seguidores repiten que en muchos de estos terrenos solo hay potreros e invernaderos. Esto es cierto. Lo que muchos no comprenden, y el alcalde se empeña en ocultar, es que precisamente la restauración ecológica consiste en recuperar una zona intervenida a su condición natural previa. Esto se logra con la reforestación de especies nativas.

El burgomaestre añadió en defensa de su idea que tras urbanizar esta zona se contribuiría a mitigar el cambio climático. “Menos ocupación sabana, menos carros, menos calentamiento global.” No obstante la expansión de la ciudad por toda la sábana no es para nada ambientalmente sostenible. Para Peñalosa el futuro de la ciudad está en la expansión hacia el norte. “El norte de Bogotá no es el norte de la ciudad. El norte de la ciudad es Tocancipá, es Chía, es Cajicá.” Afirmó el pasado 7 de octubre.

Los diferentes estudios muestran que las ciudades más compactas son más eficientes en el uso de la energía y con un buen sistema de transporte son amigables con los ciudadanos. Pero la visión de Peñalosa es la de una megalópolis de asfalto y concreto que cubra la Sábana de Bogotá.

Frente a las críticas Peñalosa suele responder que su expansión urbana tendrá alamedas con árboles. Algo así como “¿Desean árboles?, bueno las ciclovias tendrán varios allí sembrados”. Lo que nos muestra que la mente del gran urbanista no entiende de ecología. Las funciones ecológicas de un bosque no las pueden cumplir un puñado de árboles separados por adoquines en una ciclovía. Las especies de aves del sotobosque (parte baja del bosque) como cucaracheros, tapaculos y pájaros soterrey no pueden existir en una alameda. Las relaciones ecológicas y la diversidad de especies de aves, reptiles, mamíferos, orquídeas y bromelias no las puede sostener una alameda. No pueden existir poblaciones de tucancitos esmeralda o gavilanes en las zonas verdes de los conjuntos residenciales. Así no funciona la naturaleza.

Clarinero

El Clarinero es una de las especies más atractivas de los bosques andinos. Foto: Camilo Cantor

La ubicación de la reserva no es fruto del azar o el capricho político, como lo han señalado muchos detractores de la administración de Petro. Su propuesta se debe a investigaciones de varios expertos que encontraron que este es el único lugar donde se puede conectar la biodiversidad de los cerros orientales con los humedales del Río Bogotá.

Uno de estos científicos fue Thomas van der Hammen, a quien se le rinde homenaje con el nombre de esta zona. Thomas quien llegó en 1951 a Bogotá desde la Universidad de Amsterdam, se encargó de reconstruir la historia natural de los bosques de Colombia de los últimos dos millones de años. Para hacerlo estudió las muestras de polen enterradas bajo el suelo. Cada especie de planta tiene granos de polen con formas y aristas muy particulares que permiten su identificación. Las capas de suelo en las que se encuentra el polen son como las páginas de un libro. Y este libro mostró que la deforestación, potrerización e introducción de especies exóticas han causado un gran desastre ambiental:

En los cerros orientales hay algunos parches de bosque nativo que han logrado sobrevivir. En julio de 2014 se reportaba que aún hay tigrillos lanudos, una especie de félido, en estos cerros, Y en noviembre de 2015 se reportaba el hallazgo de zarigüeyas en el muy afectado Humedal de Guaymaral. La conectividad de las poblaciones de animales  y el aumento de sus territorios es una necesidad para evitar su extinción.

En la Reserva Forestal deberán ser sembrados 1.100 árboles por hectárea para volver a traer a la vida los bosques que vio Gonzalo de Quesada a su llegada a la sábana. Si la reserva se salva de las garras de la pavimentación y la construcción serán nuestros hijos y nietos quienes podrán tener el privilegio de tener un bosque junto a su ciudad.

El alcalde dice que no hay espacio para construir, pero pasa por alto que bien se puede hacer renovación urbana en muchas partes de Bogotá que crecieron de manera desordenada en barrios de autoconstrucción y en los que hay muchas construcciones que no son sismorresistentes. El crecimiento de Bogotá en vertical y no en extensión es la mejor opción ambiental.

Es poco probable que Peñalosa desconozca la existencia de los trabajos científicos que sustentan la creación de la reserva. Quizás sean otros los intereses que mueven al burgomaestre capitalino. La respuesta de los intereses en la expansión urbana, a costa de la recuperación ambiental y la mitigación del calentamiento global, se puede sospechar al analizar quienes fueron los donantes económicos a la campaña de Enrique Peñalosa.

El portal político La Silla Vacía reveló que el segundo grupo donante a la campaña de Peñalosa fue Aval de Luis Carlos Angulo, quien es dueño de “Construcciones planificadas” y de varios bancos que prestan créditos hipotecarios. Otro conglomerado aportante fue el Grupo Chaid Neme que ha incursionado con fuerza en la industria constructora. Las constructoras Promotora Convivienda, Amarilo, Soluciones Inmobiliarias, Cusezar, Constructora Bolívar y Marval aportaron a través de la empresa editora de la revista Estrenar Vivienda. De hecho, “Donde adquirir vivienda” fue el segundo donante después de Beatriz Dávila de Santo Domingo. Otras empresas donantes fueron la Ladrillera Santafe, Arpro Arquitectos Ingenieros, AFV Construcciones, Dascia (empresa de preparación de terrenos para construcciones civiles), Constructora Amarilo y el Banco Davivienda (que ofrece créditos hipotecarios y a las constructoras). Quedan por mencionar los aportes de personas naturales en los que no se extrañaría la presencia de empresarios de la construcción. En resumen, el 83,6% de los dineros que las empresas constructoras destinaron a campañas de candidatos a la alcaldía tuvieron por destino a Enrique Peñalosa.

Así pues, el futuro ambiental de la Sábana de Bogotá y la mitigación del cambio climático por reforestación y en últimas la salud ambiental de todos los ciudadanos está a merced de los intereses de las empresas constructoras y de quienes reciben sus favores.

Pero que en la mente de muchos ciudadanos no se entienda que es la recuperación ambiental, o que en la de Enrique Peñalosa solo exista urbanización, no debe ser motivo para dar la lucha por perdida.

Si hay algo que nos ha enseñado el activismo ambiental es que cuando la ciudadanía está informada y unida se puede defender el medio ambiente y salvarse de los intereses egoístas. Es el momento que no sólo los biólogos, ecólogos y licenciados en biología se pronuncien, sino que todos los ciudadanos contribuyan a la defensa de la Reserva Forestal Thomas van der Hammen en todas sus 1400 hectáreas. Cuando gana el medio ambiente todos ganamos, cuando este pierde unos pocos se lucran y a la postre todos perdemos.

 

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