La rebeldía de la baronesa Nica, que salvó a los indomables del jazz

La rebeldía de la baronesa Nica, que salvó a los indomables del jazz

Miles Davis, Charly Parker y Thelonius Monk, los chicos malos de su tiempo que la historia de la música inmortalizó se deben a esta francesa extraviada en Nueva York

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diciembre 19, 2018
La rebeldía de la baronesa Nica, que salvó a los indomables del jazz

Johnny Carter encuentra la muerte mientras ve televisión al lado de su amante, amiga y benefactora Tica. Este personaje que Cortázar muestra en El perseguidor existió y gracias a ella muchos músicos de jazz encontraron un refugio cuando todo el mundo les daba la espalda.

Se trataba de, descendiente directa de los últimos reyes de Francia, despreció su apellido, al hombre que era su marido y a todas las comodidades que puede tener una baronesa.

Después de escuchar en París el Sonido de la bomba toma un avión que la lleva a Nueva York con la plata que le habia quedado de su rebelión contra su familia, descendiente de una estirpe de reyes francesas.  La baronesa Pannonica de Koenigswarte, dispuesta a hacer su vida con libertad desprecio el apellido de su esposo y se entregó a ese sonido mágico y loco, indomable,  que acababa de descubrir.

Era la década de los cuarenta, justo la época en que los negros hacían explotar la música en mil pedazos. La baronesa empezó a ir a los bares y a conocer de cerca a estos dioses del Olimpo. Así como Ludwig de Baviera creía que la verdadera aristocracia provenía del arte, y nombró como compositor de la corte a Richard Wagner, la baronesa rebautizada por sus amigos Nica se propuso rodearse de quienes hacían retumbar las trompetas y saxofones que la enloquecían.

La felicidad la encontraba en la pirotécnica noche neoyorkina, noche que empezaba a las cuatro de la mañana en el Minton´s y terminaba en su balcón a la noche del otro día. La música no paraba de fluir forzando a su vecindario de blancos a taparse los oídos, los mismos que aun les cuesta asimilar que la música clásica del siglo XX la hicieron los negros. Los seguía a todos hasta los profundo de los sótanos del Village  donde tocaban Sony Rollins, Coltrane y Miles Davis. En las mesas del fondo la Baronesa se hacía notar por su encanto y por el brillo de sus joyas que nunca escondió y que le sirvieron para transportar el jazz gringo a los salones europeos.

Nia se dio el gusto de ver convertir esta música de arrabal no solo en un suceso de estima sino en una posibilidad seria de ganarse la vida con el talento creativo de negros delirantes. El biógrafo de Theolonious Monk, Laurent de Wilde, dice “Nica estaba allí para recordar a todos estos grandes artistas que se habían entregado al instrumento se merecían también la gran vida,  que la fastuosidad debe también acompañar al talento”. No era un destino posible para que un monstruo como Charly Parker se quedara anclado en los  rincones de calles sórdidas donde lo esperaba un dealer, un policía o los dos a la vez; o  tener que terminar en una casa de empeño transando su Stradivarius por un poco más de diez dólares. Nica los sacó de ese lodo en que los mejores estaban atacados, una gran mecenas, de los que ya no existen, que supo darle a los privilegios de su fortuna un gran sentido. El jazz se la debe mucho.

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