La racionalidad de las nuevas masculinidades

La racionalidad de las nuevas masculinidades

Reflexiones desde lo masculino hacia la transformación

Por: Carlos Alberto Hernández Serna
septiembre 12, 2019
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La racionalidad de las nuevas masculinidades
Foto: Pixabay

Pensarse la masculinidad como un posible escenario de transformación es un tema que responde a unos fenómenos históricos de comprender las relaciones sociales existentes, en el marco del auge de los estudios del género, este espacio de repensarse lo masculino data de los años setenta y noventa del siglo XX, según Sandra Valoyes, en dicha época encontramos referentes y pioneros del tema como Georges Falconnet y Nadine Lefaucheur en el año 1975, con su publicación La fabricación de los machos, los cuales ubicaron que “la virilidad es un mito terrorista. Una presión social que obliga a los hombres a dar prueba sin cesar de una virilidad de la que nunca pueden estar seguros” (Villa, 2019), todo este cuestionamiento sobre las desigualdades de género, son importantes comprenderlas y relacionarlas con los escenarios de discriminación, dominación, opresión, enajenación de un orden social, en el sistema capitalista específicamente, donde han existido siempre personas explotadoras y explotadas, para así comprender el fenómeno en perspectiva de totalidad, determinado por la violencia estructural de un sistema social en concreto.

En el caso de la cuestión del género, elementos como la división sexual del trabajo, el androcentrismo y la doble explotación de la mujer determinado por ciertos privilegios sistémicos hacia lo masculino han sido temas de análisis de sectores sociales que buscan visibilizar una problemática de la realidad y buscar posibles escenarios de transformación para lograr un cambio social, pero es importante tener en cuenta un punto de partida para el análisis del fenómeno; la emancipación sexual y de género no es una lucha de sector, es decir, no es solamente del movimiento feminista, LGBTI, nuevas masculinidades, etc. Es una lucha de todas y cada una de las personas que hacen parte de la realidad, puesto que desde mi perspectiva es un fenómeno que responde a unas lógicas de reproducción del orden social en su conjunto y oprimen a la humanidad entera.

La manifestación del patriarcado ha sido indispensable para el sostenimiento del sistema capitalista, los valores culturales hacia lo público, la economía, la política, la administración, etc. Son en su mayoría ubicados hacia hombres heterosexuales, a las mujeres le son otorgados los valores de la crianza y domésticos, podríamos profundizar más sobre la caracterización heteropatriarcal de lo que implican ambos géneros y ejemplificarlos a lo largo de la historia, así pues, queda en evidencia esa “idea absoluta” de lo que significa ser hombre y ser mujer según el sistema, como categorías impuestas para un orden, control, dominación y legitimación de lo privado y lo público.

No obstante, es importante resaltar que no existe un solo hombre y mujer que caiga completamente en todos y cada uno de los parámetros que se nos han impuesto, en ese escenario de coacción sistémica, se nos limita en cierta medida a poder saber quiénes somos, en cuanto a sujetxs que por un lado estamos encasilladxs en una norma, pero por el otro queremos explorar otras vertientes de nuestra subjetividad, en ese segundo plano reprimido de nuestra identidad, somos contradicción en los escenarios públicos y privados, puesto que no respondemos a los patrones identitarios de esa idea absoluta del ser hombre o mujer.

Las nuevas masculinidades vienen siendo una posibilidad más de repensar las prácticas que naturalizamos como normales en el marco del binarismo de género, bien como menciona Leonardo García, investigador y máster en género y desarrollo, estas nuevas subjetividades de lo masculino no se refiere a la emergencia de nuevos hombres, sino la incorporación constante de la pregunta y acción frente a los usos abusivos del poder (García, 2017), es decir, se trata de comenzar a introducir discursos contrahegemónicos en el sentido cultural de la palabra, para generar procesos de resiliencia en el marco de una bioética de la cotidianidad.

Hay una premisa importante señalar, y es que el pensamiento en sí mismo no tiene género, la conciencia es en sí mismo un proceso en construcción entendiendo al ser humano como un ser social y si entendemos el “paquete” de valores culturales impuesto en el curso de vida, evidenciaríamos entonces un proceso condicionante de actuar y pensar, poniéndonos en una subordinación cognitiva en el marco del patriarcado, en cierta medida entonces los hombres somos también víctimas de este sistema, donde se nos juzga igual si nuestra subjetividad está ligada a procesos de sensibilidad, de manera que el llorar, expresar emociones con otro hombre u tener expresiones o conductas relacionadas a la fragilidad, son condenados socialmente.

Según Javier Omar Ruiz, educador popular y cofundado del Colectivo Hombres y Nuevas Masculinidades, las apuestas de las nuevas masculinidades son entonces posibles escenarios de transformación de lo político, en tanto tenemos la capacidad de reconocernos como sujetos transformadores de nuestra existencia y formas de ver nuestro cuerpo, repensar nuestro escenario identitario y posibilitar apuestas generadoras de confianza y reconocimiento con las otredades.

Pensarse la transformación de la ciudad con relación a las nuevas masculinidades

Es importante poner en análisis los espacios socialmente construidos para entender la reproducción de la vida social y sus contradicciones en el sistema capitalista, en el caso de la modernidad, la ciudad, que en palabras del sociólogo Robert Park es: “El intento más exitoso del ser humano de rehacer el mundo en el que vive de acuerdo con el deseo más íntimo de su corazón. Pero si la ciudad es el mundo que el ser humano ha creado, es también el mundo en el que a partir de ahora está condenado a vivir. Así pues, indirectamente y sin un sentido nítido de la naturaleza de su tarea, al hacer la ciudad, el ser humano se ha rehecho a sí mismo”. En ese sentido, la ciudad es la configuración y construcción principal del hombre y la mujer moderna, con una serie de valores estéticos, lazos sociales, estilos de vida, relaciones con la naturaleza, determinados desde luego por su espacio social urbano.

En el marco de la expansión de la ciudad moderna bajo una lógica de acumulación de capital, coexisten múltiples elementos de desigualdad y discriminación, como por ejemplo la discriminación de género, puesto que una de las características del sistema capitalista es el patriarcado, el cual ha sustraído históricamente más plusvalía en la mujer que en el hombre, además, ha creado un espacio social urbano que discrimina, agrede y vulnera lo femenino puesto que en dicho escenario se reproducen los valores estéticos y culturales de la ciudad capitalista, en ese sentido, solamente ha de servir la visión de la mujer hegemónica, como una posibilidad de mercantilizar un ideal del ser mujer, además que fomente todos los valores reaccionarios que fundamente la propiedad privada.

En esa escalada de desigualdades estructurales en la ciudad, surge la necesidad de la construcción de una fuerza social urbana capaz de reclamar el derecho a la ciudad que desean, el derecho a la ciudad no es solamente el acceso a los recursos urbanos, si no la capacidad de cambiarnos nosotrxs mismxs cambiando a su vez la ciudad, acorde a nuestros deseos y como proceso social de una revolución urbana.

No obstante, entender la diversidad en sentido abstracto como una crítica puntual de la realidad no tiene resonancia transformadora de la opresión capitalista y patriarcal, es decir, el trabajo crítico de género no puede puntualizar en abstracto y disolver las contradicciones solamente en esta cuestión, puesto que el sistema tiene la capacidad de reestructurarse en el marco de la industria cultural, es decir, según Javier Omar Ruiz, es importante resaltar que las reivindicaciones puntuales son digeribles para el capitalismo y el patriarcado en tanto no lo confronten desde otras vertientes analíticas, contra capitalistas y contra patriarcales.

En ese sentido, es importante señalar que la disputa por la ciudad es un tema que ha de ser tanto anti patriarcal como anti capitalista, desde una perspectiva de totalidad social, la lucha contra la ciudad neoliberal es una lucha desde luego a la estructura ideológica sobre la que reposa este sistema, por ejemplo, así como la acumulación de capital desfavorece a toda la clase trabajadora en el sistema capitalista, el androcentrismo es otra forma de acumulación histórica, cultural, simbólica y material que afecta a todas las prácticas y formas de la feminidad.

Tendiendo en cuenta lo anterior, dicha fuerza social que se dispute el escenario de la ciudad debe ser de mujeres, hombres y diversidades sexuales que se piensen prácticas alternativas entre ellxs mismxs, una fuerza social que venga de los sectores históricamente explotados, oprimidos e indiscriminados, por ende tenga identidad de clase, entendiendo esta identidad en una unidad ideológica que no necesariamente es homogénea, si no la concreción de una sola lucha que combata la esfera simbólica, económica, cultural y política del sistema, a partir de las diversas formas de atacar la opresión, como unidad de lo diverso, es decir, que comprenda la interseccionalidad como elemento intrínseco de la lucha de clases para destruir el capitalismo y consolide el bloque histórico encaminado hacia la emancipación humana.

Bibliografía

Espinosa, I. (2018). Interseccionando desigualdades espaciales en Quito: la lucha por el derecho a la ciudad desde identidades diversas y disidentes. En G. Endara, L. García , M. Schuster, I. Espinosa, A. Pinto Alvaro, C. P. Pazmiño, E. Varas, ¿Qué hacemos con la(s) masculinidad(es)? Reflexiones antipatriarcales para pasar del privilegio al cuidado (págs. 29-47). Quito: Friedrich-Ebert-Stiftung (FES-ILDIS).

García, L. (2017). Masculinidades críticas para vencer al patriarcado. (M. Schuster, Entrevistador)

Villa, S. V. (15 de 08 de 2019). Mujeres Confiar. Obtenido de Masculinidades: ¿Qué hay de nuevo, viejo?

 

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