La provocación del deseo
Opinión

La provocación del deseo

“Siempre quise sentir el deseo buscando lo extraordinario en lo ordinario”: Balthus, el hombre que hizo de su vida un mito, y de su pintura una forma de clasicismo

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enero 15, 2022
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Balthus fue un hombre misterioso que desde el principio hasta el final hizo de su vida un mito. Se llamaba Balthasar Klossowsky de Rola, nació en París en 1908 y murió a los noventa y dos años en su castillo en Rossinierie, Suiza en 2001. Se consideraba polaco-francés aunque siempre tuvo la nacionalidad francesa.  El padre prusiano, Erik Klossowsky, vivió la ocupación alemana. Dice uno de sus biógrafos que la madre, Baladin Klossowska, era judía-rusa cosa que él desmentía afirmando que era una protestante del sur de Francia. Llegaron a París como expatriados y aunque hablaban entre ellos alemán, él sentía el inglés como su primera lengua porque tuvo la compañía permanente de una niñera inglesa. Fue poco seguidor de convenciones sociales, vivió siempre aislado dentro del mundo de la realeza polaca.

 

El gato del Mediterráneo, 1949

El escritor Reiner Maria Rilke lo frecuentaba y asombrado por el talento de Balthus, su sobrenombre, lo empujó a publicar un comic sobre la historia de su gato. A los trece años era un talentoso dibujante. Tras el divorcio de sus padres, se mudaron a Ginebra la madre, los hijos y Rilke.

En 1920, llegó a París y su pintura poco a poco se convirtió en una narrativa que recuerda a la novela Lolita de Nabokov centrada en el erotismo de la pubertad.Estudió de la mano de los renacentistas italianos Piero de la Francesca y Ucello. Del siglo XIX tuvo como maestros a Gustav Courbet y a Puvis de Chaavannes. En el siglo XX su referencia fueron los Surrealistas. El resultado fue un nuevo clasicismo, una pintura muy trabajada de superficies densas y rugosas.

En 1924 hizo una exposición de cuadros que mostraban las batallas físicas y sicológicas de una adolescente que escandalizó a los parisinos. Su pintura tenía un poder revelador. Fue un artista independiente al modernismo de su época. Experimentaba su libertad al tiempo que asumía la responsabilidad de la autenticidad, tal como lo hizo el pintor vienes Egon Schiele.

 

Los años dorados, 1945

 

Se casó en 1937 con Antoine de Wateville una mujer aristocrática de Berna con quien tuvo dos hijos. Con su enorme poder revelador pintó siempre retratos, escenas callejeras y paisajes de tonalidad propia y bajo la luz de cada circunstancia.

Volvió a casarse en 1977 con una japonesa mucho más joven que él, Seysuko Ideta, a quien había conocido en uno de sus viajes a oriente. Fue su compañera de siempre. En los años sesenta y setenta vivió en Roma en una mansión restaurada de la Villa Medici, mientras hacía de Director de la Academia Francesa nombrado por el ministro de cultura André Malraux. El mejor amigo que tuvo en ese época fue Federico Fellini. Su pintura imponente no era una reacción al modernismo sino una nueva forma de clasicismo. O como el mismo Batlhus lo dijo: “Todo viene de la imaginación. Busco situaciones poco convencionales. Yo siempre quise sentir el deseo buscando lo extraordinario en lo ordinario. Para sugerir no para imponer o para dejar que el misterio llegue a mis pinturas”.   A su entierro fueron personajes diversos como el presidente de Francia, el príncipe Aga Khan, el fotógrafo Cartier Breson, y Bono, el cantante de U2.

 

 

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