"La prohibición de las drogas es lo mejor que le puede pasar al mundo"

"La prohibición de las drogas es lo mejor que le puede pasar al mundo"

Legalizar el consumo de drogas implicaría mayores gastos para el Estado, además de sus afectaciones a la salud de los ciudadanos

Por: Daniel Ernesto Guevara Durango
marzo 24, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Foto: pxfuel

La prohibición de las drogas es la solución a un futuro desarrollado. Innegable, irrefutable y universal verdad. La cultura popular del siglo XXI idolatra el placer en maneras desmedidas, nos ha hecho convencernos de que el cannabis debería ser legalizado y que una sociedad culta solo se dará en el entorno de la despenalización.

No es sorpresa que en países como Australia, el consumo de alcohol en poblaciones mayores de 14 años sea de 80 a 90%, que el 60% de la población adulta en los Estados Unidos consuma tabaco, pero que para los países pertenecientes a la OCDE, el consumo de drogas sea generalmente por debajo del 1% de la población. ¿La razón? Las fuertes políticas de control que difieren en torno a estas substancias. 

Si no hay un fuerte control de drogas y una promoción de políticas que se aseguren ello, jamás habrá desarrollo social ni humano. El peor flagelo de la humanidad y la mejor herramienta para intoxicar la limpieza de una sociedad es el narcótico, sea cual sea. 

Según el Centro nacional de estadísticas de salud, 192 familias al día perdieron a alguien debido a la sobredosis en el 2017. No solo la sobredosis, sino el SIDA, la psicosis y la delincuencia son lo que dejan las drogas a su paso. Asimismo, cabe notar que el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos menciona que los adolescentes que consumían marihuana hasta la adultez, perdieron un promedio de 8 puntos IQ. Y según el instituto nacional de abuso de drogas, quienes consumen marihuana antes de cumplir los 18 años tienen entre 4 y 7 veces mayores probabilidades de desarrollar abusos de consumo, pero todo esto puede ser prevenido, y la respuesta, pese a ser satanizada, es muy sencilla: Políticas intolerantes al consumo. Permitir las drogas con el pretexto de reducir la violencia o los problemas sociales conlleva a efectos secundarios que abren paso a la mayor circulación de drogas en la sociedad, y por consecuencia a un incremento en su demanda. 

Las políticas antidrogas de Ronald Reagan, incluyendo la designación de 1.7 billones de dólares en la guerra contra las drogas, a través de la elogiable ley contra el abuso de drogas de 1986, que a su vez estableció 29 nuevas sentencias mandatorias contra el uso de drogas, fueron un gran proyecto para la población americana. La muestra de su éxito es notable a través de una encuesta de SAMSHA del año 1996, en la que se concluye que con las políticas antinarcóticas del presidente Reagan se redujo el uso de drogas de 14.1% en 1979 a 5.8%. Asimismo, un estudio realizado por el departamento de salud y servicios humanos, muestra un declive de 25 millones de consumidores a en 1979 14.8 millones de consumidores en 1999. 

Pero como hay casos de la efectividad de políticas de control, hay quienes dicen que esto conlleva a la encarcelación masiva y a la violencia policial, pero no se dan cuenta que invertir en la calidad de protección pública y fuertes políticas policíacas contra la circulación de narcóticos es un proyecto benévolo en todo sentido. Muchos usan la población carcelaria de los Estados Unidos como evidencia, pero esto representa un ultrajante mito en pos de la legalización. Como nos ilustra la ONDCP, Tan solo el 1.6 por ciento de la población de reclusos de Estados Unidos fueron detenidos por delitos que involucran solo marihuana, y menos del uno por ciento de todos los prisioneros (0.7 por ciento) fueron encarcelados con posesión de marihuana como único cargo. Una fracción aún menor de los prisioneros fueron delincuentes por primera vez (0.3 por ciento). 

Aun así nos hablan de Portugal y Holanda, donde supuestamente legalizaron todo y se han mejorado los estándares de vida. Falso de toda falsedad: en Portugal siguen siendo ilegales, pero la ofensa ha pasado de ser criminal a civil. Multas de entre 25 y 150 euros a quien consuma en espacios públicos siguen siendo instauradas. Asimismo, esta tolerancia, aunque no completa, muestra el arquetipo de mi tesis: legalizar implica aumentar y tolerar la circulación. La EMCDDA capturó más de 34.5 toneladas de drogas en el 2006 como resultado de estimular políticas permisivas al consumo. No solo esto, sino que también la evidencia que puede reflejar los efectos sociales adversos de la Ley 30/2000 se pueden ver en el aumento de las muertes relacionadas con las drogas en Portugal entre 2004 y 2006, que a veces se ignoran, se minimizan o no se le otorga el mismo reconocimiento. Las muertes inducidas por drogas, que disminuyen en Portugal de 369 en 1999 a 152 en 2003, aumentaron a 314 en 2007, un número significativamente mayor que las 280 muertes registradas cuando comenzó la despenalización en 2001. El análisis de Cato, que tanto defiende la legalización, se basa en gran medida en los datos de prevalencia de por vida, lo que puede ser problemático al analizar el impacto de los cambios en las políticas en períodos de tiempo tan cortos como los 5-6 años capturados en la mayoría de los estudios citados en el informe. Por ende, Portugal no es un gran ejemplo. Holanda tampoco, puesto que es el mayor ejemplo de la transformación de un estado europeo civilizado a un narco estado, debido a la gran mayoría del éxtasis que, tomado en Europa y los Estados Unidos proviene de laboratorios en el sur del país, que son cada vez más administrados por pandillas marroquíes involucradas en la producción de cannabis. Según Europol, la mitad de los 5.700 millones de euros anuales de cocaína que se toman en Europa proviene del puerto de Rotterdam. La reacción de las autoridades frente a la tolerancia del consumo la vuelve inútil, visto a su vez con el hecho de que hay una carente capacidad de combatir el crimen organizado, como afirma el propio ministro de justicia y seguridad, Ferd Grapperhaus. 

Además, el costo económico y médico de la legalización de las drogas supera sus pocas ganancias. Muchos dicen que legalizar las drogas abre la oportunidad de imponer tributos en sus ventas, y así sumar a las ganancias del estado, pero esto solo conlleva a un fiasco fiscal. Gil Kerlikowske, ex director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de los Estados Unidos (ONDCP) argumenta que en los Estados Unidos, las drogas ilegales ya cuestan $ 180 mil millones al año en atención médica, pérdida de productividad, delincuencia y otros gastos, y ese número solo sería aumentar bajo legalización debido a un mayor uso. Asimismo, la situación sería comparable con la del alcohol o el tabaco. Los ingresos fiscales recaudados por el alcohol palidecen en comparación con los costos asociados con él. Los impuestos federales al consumo recaudados sobre el alcohol en 2007 totalizaron alrededor de $ 9 mil millones; Los estados recaudaron alrededor de $ 5.5 mil millones. En conjunto, esto es menos del 10 por ciento de los más de $ 185 mil millones en costos relacionados con el alcohol de la atención médica, la pérdida de productividad y la justicia penal. El tabaco tampoco tiene su ganancia económica cuando se grava; cada año se gastan más de $ 200 mil millones en sus costos sociales y se recaudan sólo alrededor de $ 25 mil millones en impuestos. De verdad, tampoco es como si el impuesto compensará el daño social de estas substancias, e introducir otra a la sociedad no da ganancias. 

Además, legalizar solo beneficiaria a conglomerados que quieren ganar dinero a costa de la calidad de vida de las personas; un estado, particularmente social, no debería ser partícipe de esto con las drogas. Este argumento está ganando popularidad, ya que las administraciones nacionales buscan nuevas fuentes de ingresos durante crisis económicas. Este argumento legal y fiscal es poco ético y antieconómico. Propone un impuesto perverso, generación tras generación, sobre las cohortes marginadas, que se perderán por adicción, para estimular la recuperación económica. ¿Los partidarios de esta causa también están a favor de legalizar y gravar otros delitos aparentemente intratables como la trata de personas? Los esclavos modernos seguramente generarían buenos ingresos fiscales para rescatar a los bancos en quiebra. El argumento económico también se basa en una lógica fiscal deficiente: cualquier reducción en el costo del control de drogas se compensará con un gasto mucho mayor en salud pública. 

Y hablemos del hecho de que los investigadores de la facultad médica de Harvard han afirmado que el riesgo de un paro cardíaco es 5 veces mayor después de consumir marihuana. Además, Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), durante el año 2000, hubo 15,852 muertes inducidas por drogas; solo un poco menos que las 18.539 muertes inducidas por el alcohol. Legalizar no reduce la letalidad de estas substancias, y permitir su circulación sólo conlleva a mayor mortalidad, mayor gasto médico, mayor destrucción social.  Permitir la circulación de las drogas sólo afectaría a la población, y los más susceptibles a este flagelo son los jóvenes. No solo son las drogas el combustible de la delincuencia, sino que están teniendo una metamorfosis que las vuelve el nitro de la violencia. La marihuana, por ejemplo, ya tiene una composición de THC proporcional al CBC de 80:1, lo que la hace tan fuerte para ocasionar una psicosis. Además, Las tasas de suicidio, delincuencia, homicidios u otras solo pueden ser propiciadas al legalizar las drogas. A su vez, el diario de la asociación medica americana concluyó que quienes habían sacado positivo en el consumo de marihuana tuvieron 55% más accidentes industriales, 85% más lesiones y 75% mayor absentismo de quienes no consumieron. Hay algo que nunca se toma en consideración y es la pobreza: La coalición nacional para las personas sin hogar afirma que el abuso de substancias es una causa para la pobreza. Seattle, Washington, donde la marihuana es legal, tiene un promedio de pobreza 10 veces mayor al promedio nacional. ¿Es este el futuro que merecemos, la sociedad que queremos? Debemos ser más conscientes y ser partidarios de la penalización

Quisiera concluir con el artículo 33 de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, que dice lo siguiente: “Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas, incluidas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas, para proteger a los niños del uso ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas tal como se define en los tratados internacionales pertinentes y para evitar el uso de niños en la producción ilícita y tráfico de tales sustancias.” Por ende, combatir las drogas debería ser una prioridad estatal, es un enorme flagelo que solo conlleva a una distopía de consumo y graves consecuencias.

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