Usualmente la gente asocia la política con lo que hacen los políticos, que en su mayoría se comportan de forma conveniente para alcanzar los intereses que persiguen. Hay que ver como algunos aprovechan la pobreza física y la ignorancia de las gentes para ganar elecciones. Las estrategias de campaña se reducen a regalar comida, repartir dinero a líderes comunitarios, sonreír siempre y tomarse la foto al lado de algún ciudadano sin fortuna para posar de carismático y sumar “me gusta” en Facebook. El progreso de la comunidad es su mayor amenaza para sostenerse en el poder, no hacen nada por enseñar a pescar, esperan que siempre le hagan fila para repartir los peces, o papas, o cualquier otra cosa. Por sus obras los conoceréis, son lobos disfrazados de ovejas, a su alrededor no ven ciudadanos, sino potenciales votos. Se llaman a sí mismos políticos, cuando no son más que mercaderistas electorales.
La política no es lo que hacen los politiqueros, la política tiene un fin y unos valores y es deshonrada en todo momento por aquellos que hacen de la deslealtad, la mentira, la ambición de poder y la codicia sus herramientas para lograr beneficios particulares y escalar en la sociedad. El desprestigio del oficio de la política se debe a las actuaciones inmorales de estos hombres inescrupulosos.
Hay que rescatar la política de los politiqueros y esto solo será posible cuando la ciudadanía esté más dispuesta a informarse acerca de lo que hacen los funcionarios públicos, cuando se supere la apatía y el egoísmo entre vecinos y decidan involucrarse en los asuntos de interés público, cuando sean solidarios para defender derechos y exigir cuentas a sus representantes. Ese día la ciudadanía le arrebatará el poder a los politiqueros, ese día se dignificará la política. Porque la política no es lo que hacen los políticos, sino lo que hace la ciudadanía diariamente cuando está activa, atenta y dispuesta a no dejarse engañar por pequeños hombrecillos ansiosos de honor y dinero.
Ante la falta de confianza en la democracia, muchos ciudadanos optan por abstenerse de elegir a sus gobernantes en las urnas, sin embargo la abstención solo beneficia a los politiqueros que saben muy bien que a través de sancochos y falsas promesas solo tienen que convencer a unos pocos. Los politiqueros mienten porque siempre encuentran a algún ciudadano ingenuo y desinformado dispuesto a creer sus mentiras. Es entendible que hoy muchos conciudadanos afirmen con desilusión que ya no creen en la política como instrumento de progreso de la sociedad porque han sido engañados por los politiqueros, pero la esperanza no debe depositarse en estos hombrecillos, sino en la política. La política no es lo que hacen los políticos, sino lo que hacemos usted y yo diariamente por ejercer el poder ciudadano pensando en el progreso colectivo.
