La pesadilla de vivir en Bogotá

La pesadilla de vivir en Bogotá

Sin mayores atractivos y cercada por ladrones, trancones y la lluvia constante, no hay ninguna duda que es la ciudad más estresante de América

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junio 25, 2021
La pesadilla de vivir en Bogotá

Es triste ser colombiano. Todo se pone peor si además tuviste la desgracia de nacer en provincia. Miren no más mi caso.  Soy de Cúcuta y siempre soñé con vivir en la capital. Crecí en los ochenta y Unicentro era para un provinciano como yo algo tan mágico como el castillo de Disney. Se tomaba uno fotos y todo, las colgábamos en el único muro que teníamos, el álbum familiar y se las mostraba a los pocos amigos que mamá dejaba entrar a casa. Me gradué en un colegio de curas y como no teníamos parabólica en los noventa pues veíamos el mundo a través de la televisión venezolana. Por eso no existe un solo cucuteño que no se sepa el Gloria al Bravo Pueblo.

Intenté pasar en la Nacional a la carrera que en teoría era más fácil de acceder, Antropología. Dos veces y nada. Siempre fui medio bruto. Cuando venía de vacaciones entraba a librerías y discotiendas, iba a bares de rock y hasta a conciertos. Creía que esto era una metrópolis, tan poco mundo conoceré que me deslumbraba a principios de este siglo Transmilenio y el Teleferico de Monserrate. Entonces me vine a vivir acá y descubrí que el infierno también podría ser muy frío.

No voy a mentir. Vivo bien. Vivir bien en Bogotá es llegar caminando a la oficina, evitar esos trenes a Auschwitz que son los vagones de Transmilenio, trabajar ocho horas, poder ver a los amigos el viernes, vivir en un espacio mayor a los 30 metros cuadrados. Sin embargo, no me gusta Bogotá. Desde un lugar caluroso como Cúcuta uno no entiende la importancia del sol. Para mí, antes de vivir entre las montañas, un día hermoso era un cielo lleno de nubes, gris, escuchar desde las cobijas el dulce tecleo de la lluvia. Acá todo cambia, acá las nubes deprimen, la lluvia borra todo tipo de felicidad y se anhela el sol pero, cuidado, cuando este aparece también se convierte en una tortura. ¿Ya caminaron por la séptima un mediodía soleado? No hay peor sol que el de la altura. Además, cuando el calor se despierta súbitamente, la chaqueta se convierte en un peso muerto que uno debe arrastrar hasta que queda botada en cualquier parque, en la parte de atrás de un taxi, en la silla de un bar.

Es que esta ciudad ni con frío, ni con calor. Bogotá es un error histórico. Los seres humanos no vivimos a 2.600 metros sobre el nivel del mar. Por eso es que ni escritores, ni intelectuales, ni políticos, ni futbolistas brillantes ha dado esta ciudad. Sólo José Asunción Silva y su poesía que brilla como abéñuelas de oro perduraría si un meteorito mañana borrara este albañal.

Haz este ejercicio. Invita a un amigo europeo. Que se quede contigo una semana en esa caja de fósforos donde vive. Hazle un tour. Al tercer día ya no hay nada qué hacer. Esta ciudad es trancones y hollín. El centro carece del esplendor de mármol y hierro de otras capitales de Latinoamérica realmente hermosas como Buenos Aires o Ciudad de México. Es que ni pasado tuvimos. ¿Qué les van a mostrar? ¿La Torre Colpatria? Amigo, si lo haces, ten mucho cuidado de quedarse mirando mucho rato para el cielo. Con la sutileza de un presdigitador un avezado carterista te robará la billetera, el celular y el pasaporte de tu amigo. Entonces se tendrá que quedar un mes para que estos burócratas de mierda resuelvan su salida del país. Si eso pasa no lo expongas más a la radioactividad de esta ciudad post-apocalíptica. Mételo en la casa que acá la vida no vale nada.

Si algo puesto en evidencia la pandemia es lo harto que es vivir en Bogotá. Los que fueron afortunados y vieron como sus jefes tomaban la sabia decisión de hacer teletrabajo, se marcharon de acá a lugares más cálidos, amables y sin tanta gente. Ellos sobrevivirán. Afortunados. Es que con 15 mil contagios diarios y 150 muertos queda claro que ni alcadesa tenemos.

Abran las maletas, llénenlas con las cosas que más les guste y huyan. Yo jamás regresaré a Cúcuta, ese otro pequeño infierno. Boyacá está lleno de pueblos hermosos y sin gente. Lo más importante es sobrevivir y estamos en el peor lugar para hacerlo. Busquemos un lugar hermoso para morir. Es indigno hacerlo en este lodazal frío y de gente sin corazón. ¡Huyamos!

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