La participación es “tarea de todos”: paradoja de un pueblo

La participación es “tarea de todos”: paradoja de un pueblo

De España a Colombia las movilizaciones ciudadanas se repiten. Sin embargo, es preocupante cuando los medios callan sobre estas o las minimizan

Por: Manuela Betancur Pérez
octubre 25, 2017
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La participación es “tarea de todos”: paradoja de un pueblo
Foto: AP

Hace pocos días, mientras estaba en Madrid, me encontré transitando por la Plaza Cibeles y la Plaza de Colón, por suerte, el mismo día en el que independentistas y nacionalistas comenzaban a reducir el espacio para los turistas y vestían las calles de blanco o amarillo y rojo. La Plaza Cibeles tenía un letrero enorme que decía “Welcome refuges” (Bienvenidos, refugiados) y albergaba, desde las 8:00 de la mañana, a personas vestidas de blanco que le exigían al gobierno de Rajoy el diálogo con los catalanes. Solo después de unos minutos más de camino, el blanco se iba en degradé y comencé a ver cientos de personas que caminaban hacía la Plaza de Colón con banderas de España amarradas a su cuerpo. ¡Viva la unidad nacional!, ¡Viva nuestro sistema de seguridad nacional! y ¡Puigdemont a la cárcel! eran algunas de las frases que se escuchaban gritar al unísono por los nacionalistas, y que al día siguiente los medios de comunicación mostrarían, sin dejar de lado las calles que los de blanco llenaban multitudinariamente.

Indiferentemente de cuál fuera mi postura política frente a este tema, la movilización que veían mis ojos era exorbitante y desmitificó el imaginario que se adhiere, al parecer, casi genéticamente a los colombianos, de que la participación en manifestaciones y este tipo de ejercicios del poder soberano, que emana únicamente del pueblo, son cuestiones de clase social, género, edad o nivel de escolaridad. Hombres y mujeres de todas las edades se unían formando una cadena indivisible de posturas políticas, a favor o en contra de los pensamientos dominantes, y esto era lo bello, que estuvieran viviendo algo llamado democracia, que, claramente, no se resume en la participación en sufragios.

Llego a Colombia y el sinsabor se impregna en las calles de Rionegro, Antioquia. El desacuerdo por cierta parte de su población con medidas que la administración municipal, “Rionegro tarea de todos” ha tomado, se encuentra sepultado bajo los escombros del silenciamiento y el accionar por parte de la administración responde a una lógica publicitaria, que nada tiene que ver con una gobernabilidad legítima.

Decía el filósofo inglés Francis Bacon que “la soberanía del hombre está oculta en la dimensión de sus conocimientos.” Cuando me encontré con que los medios de comunicación prefieren callar o minimizar las movilizaciones y descontentos de un pueblo, o parte de él, por responder a intereses de algunos, me sentí sumergida en el inicio de una dictadura, aquello con los que tantas personas tóxicas para el país intimidan, y que hacen la mayoría del tiempo. Porque cómo se comienza a adoctrinar para la sumisión, privando a la ciudadanía de uno de los derechos más importantes que tiene para defender o tomar una postura frente a su papel como sujetos en la sociedad, la información.

Más allá de las quejas que tienen algunos habitantes del municipio como que se haya liquidado el Hospital Gilberto Mejía, que se haya realizado la venta de EP-RIO (Empresas Públicas de Rionegro) a EPM (Empresas Públicas de Medellín), que se den afectaciones ambientales y sociales, por la construcción de la segunda pista del Aeropuerto José María Córdoba, que se busque implementar un sistema de transporte masivo presipitado con respecto a las lógicas presentes del municipio y que se promueva una figura de asociatividad municipal de área metropolitana, el llamado es, precisamente, para los medios de comunicación locales y regionales, que más que ser herramientas para el desarrollo del compromiso como periodistas y ciudadanos, se convierten en empresas de marketing aptas para promover una imagen parcial de lo que sucede en un municipio como Rionegro.

Ahora bien, cabe resaltar que las movilizaciones que se han dado en las últimas semanas en el municipio, responden al derecho de expresar su inconformidad con la administración, que se hace visible promoviendo imágenes con la frase “Yo apoyo y apruebo la gestión del alcalde Andrés Julián”, como si se tratara de una guerra propagandística. Esto me permite retroceder al ejemplo inicial. Las posturas en España y las movilizaciones se gestaban a través de pueblo, quien es el único que legitima el poder del gobernante, y los medios no se parcializaron por los colores, era obligación mostrar ambas posturas. Me conmocionó saber que, al contrario de lo que había creído por años, Rionegro se movilizaba y ahora resulta, que esto no vale la pena mostrarlo, porque bueno, seguro son solo personas con mucho tiempo libre que no tienen más nada que hacer que ir gritando por las calles lo que las personas no quieren escuchar, pero que es responsabilidad de la ciudadanía decirlo.

Bien lo decía Jesús Martín Barbero en una entrevista con Semana cuando le preguntaban qué estaba pasando con los medios de comunicación: “Están fallando porque no saben cómo contarnos lo que ocurrió […] y lo que está pasando hoy. La situación actual es muy compleja, tiene muchas caras y no es fácil de entender. Casi nadie, incluidos los partidos políticos, la entienden. Y no solo acá, mucha de la prensa en el mundo occidental está en crisis porque la información ha dejado de diferenciarse de la publicidad, y eso va en aumento”. Conocer la verdad es lo único que puede hacer el hombre libre o prisionero, lo que decida ser, no es de incumbencia para los medios, pero, por favor, no impidan que la ciudadanía tenga la información, porque no es una realidad paga. Esto no responde a amores u odios, solo a justicia.

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