La otra cara tiene historia
Opinión

La otra cara tiene historia

Una exposición donde Carlos Rojas, el artista, se atreve a mirar el otro lado de los cuadros. Homenaje en la galería El Museo

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julio 16, 2022
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Carlos Rojas fue muchas cosas al tiempo. Nació un 18 de abril en 1933 en Facatativá y murió de repente en 1997 en Bogotá. Hoy, la Galería El Museo -que cambió a pocos pasos de su antiguo lugar- realiza un nuevo homenaje a los seres que han construido la vida en imágenes. Han podido reflexionar sobre la condición humana y ha sido capaces de expresarlo con su trabajo. Esta explosión nos da un lado no muy conocido del pintor pero valiosa porque no puede renunciar a la vida, a pesar de la ya poca ilusión en la realidad y su encuentro invencible en las constelaciones. En la exposición hay pocas, pero interesantes interferencias.

Se trata de una exposición donde el artista se atreve a mirar el otro lado de los cuadros. Mundo de los bastidores donde realiza construcciones con materiales poco ortodoxos y donde se anticipa la una etapa conceptual. Ya nada importa. Los que encuentra que en la calle viven refugios de vida, la calle es como deshechos que son pedazos del alma. Desmembrado. Pero el mundo de Carlos Rojas se entiende que, la geometría mantiene el rigor de un artista que recoge las historias desmembradas de un mundo que acumula pedazos en una gran versión particular.

Tizones II (De la serie Mater Materia), 1985

En algunos de sus épocas, Carlos Rojas unió las franjas verticales y horizontales que se reconciliaron en mallas eternas. Su idea de pintar las ventanas campesinas con el espíritu del amante de la naturaleza americana, se convirtieron en ventanas urbanas selladas por los mitos del ser inconforme. También su pintura ordenada con infinito cuidado del color en la composición, y de pronto, dio un salto al vacío y sus trabajos se convirtieron en construcciones con diversos materiales donde cambió su pintura por objeto conceptual. En su impaciencia impulsiva le dio la vuelta al bastidor para trabajar con la idea de un espacio interior. Más profundo y oculto.

En la serie Mutantes, el acto de construir con el desecho, es parte de su testimonio sobre la pobreza. Armar con los materiales encontrados una fachada sellada con madera, quemada, pintada es el sinónimo de la no salida o de la alternativa que todo puede ser parte de una historia de un encuentro. Todo se encuentra en el escombro para convertirse en una versión constructiva de existe otra realidad de retazos.

Sin título (De la serie Mutantes), 1995

En esta faceta se alejó de su mundo ordenado y apacible y armó un universo cerrado de composiciones complejas donde importan más las texturas que logra sobre la madera, y, cada cuadrado encierra todo un planteamiento sobre el color que abarca desde el negro rotundo que deja los estragos del fuego, hasta el sueño o la fatalidad del mito del El Dorado.

En la serie América, Carlos Rojas -como lo hizo siempre- estaba cortando a la realidad con la navaja de la razón. Intentaba denunciar el horror de la pobreza, la injusticia, la crueldad de los seres humanos.

Tal como lo dice el abogado en el libro de Antonio Tabucchi en La cabeza Perdida de Damasceno Monteiro: “Yo defiendo a los desgraciados porque soy como ellos, esa es la pura y simple verdad. De mi ilustre estirpe utilizo el patrimonio material que me han dejado, pero, como los desgraciados a los que he defendido, creo haber conocido las miserias de la vida, haberlas comprendido e incluso asumido, porque para comprender las miserias es necesario meter las manos en la mierda, perdóneme la palabra, y sobre todo ser consciente de ello.”

Sin título (De la serie Por Pintar), 1996

Eso hacía Carlos Rojas mientras pensaba en la situación colombiana. Construía sus mundos de sutil color. Armó y pintó sus obras a las que les impuso todo su rigor intelectual y técnico. Con su inteligencia casi universal existían miles de eventos que sucedían mientras estaba siempre lejos que las complicaciones de la vida diaria. Él estaba centrado en el presente, en el pasado y en el futuro mientras entendía la problemática de las galaxias; así mismo estudiaba la versatilidad de una hoja; mientras observaba a la realidad con microscopio o de dedicaba a ser jardinero de bonsais dónde detenía el paso del tiempo. Carlos Rojas tenía esa elocuente capacidad de tener múltiples intereses donde a todo le otorgaba la importancia y que hizo que su obra fuera genial con pocos argumentos. Le otorgó a su mundo real la eternidad de lo sagrado. A lo permanente fue fugaz de la historia le quitó en peso de la linealidad. Y nos dejó en bellos escombros.

Cuando pensaba en la gravedad la utilizaba en dos sentidos: la gravedad en el espacio y la gravedad de los conflictos de la sociedad colombiana Y, creo que por eso, su obra parece sorda. Logró la construcción de un mutismo. Logró silenciar esas voces existenciales que se preguntaron un día por qué Holderlin murió loco.

Sus composiciones están realizadas con el mismo altruismo del artista uruguayo Joaquín Torres García, quien proclamó en 1944 sus teorías sobre el Universalismo Constructivo donde, por ejemplo, cada elemento geométrico de la composición tiene el mismo valor dentro de la obra, no importa su ubicación o tamaño. Por eso, en el trabajo de Carlos Rojas tiene su equidad cada cuadrado un símbolo, cuada rectángulo una metáfora de poeta.

 

 

 

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