Por qué las trans deberían poder celebrar el día de la mujer

Por qué las trans deberían poder celebrar el día de la mujer

Las construcciones de las mujeres son tan complejas y amplias que no han de limitarse a tener glándulas mamarias, vagina y útero que posibiliten procrear

Por: Lucía Jiménez Peñuela
marzo 04, 2022
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Por qué las trans deberían poder celebrar el día de la mujer
Foto: Flickr

Estas son algunas reflexiones sobre la importancia de involucrar a las mujeres trans en el 8M (8 de marzo)

Hace más de seis décadas que Simone de Beauvoir dejaba para la posteridad el lema “No se nace mujer, se llega a serlo”. Con este, apuntaba a que tanto mujeres como hombres son moldeados por la sociedad para cumplir determinados roles, mandatos y exclusiones. Es una frase que encierra toda una construcción de quien se es. Las mujeres trans son conscientes de este proceso que atraviesa sus vidas, sus cerebros, sus realidades.

La construcción de su ser mujer va más allá de los esencialismos biologicistas, en los que los cuerpos reproductores solo son pensados bajo la lente del cuidado de las crías, como única y exclusiva función de sus portadores. En otras palabras, las construcciones de las mujeres son tan complejas y amplias que no han de limitarse a tener glándulas mamarias, vagina y útero que posibiliten procrear.

Porque aceptar que las mujeres son solo madres y reproductoras es desconocer las múltiples realidades de las mujeres en su conjunto. Por ejemplo, si a una niña no le baja el periodo, ¿deja de ser mujer por ello?; y si no puede o no quiere procrear cuando esté adulta, ¿deja de serlo? Estos y otros interrogantes, de fondo absurdos, son los que surgen de concebir lo femenino como sinónimo inequívoco de reproducción.

En este contexto, las construcciones de las mujeres trans no pueden ser pensadas como sentires de personas que un día se despiertan sintiéndose mujer y al otro día, hombre. Ya es tiempo de dejar de pensar a las personas trans con cuerpos fecundantes como “hombres” que cambian de peluca. Es necesario pensarles desde sus realidades, ya que una mujer trans vive en su día a día el ser mujer, y no se trata esto de algo que pueda elegir. Al contrario, toda opinión que busca minimizar algo tan profundo como lo es la construcción de la vida propia son extremadamente dañinas de cara a su lucha por seguir vivas. Son juicios para nada inofensivos, que se materializan en la práctica en violencias sobre sus existencias.

Y es que en la realidad, las mujeres trans no encuentran diferencias en sus reivindicaciones de cara al 8 de marzo con las que tienen las mujeres cisgénero. Su lucha contra la desigualdad, contra el acoso sexual, contra la violencia de género, contra la discriminación y contra la brecha salarial son las mismas razones de peso que cualquier otra mujer para reivindicar y luchar por la consecución de la plena igualdad.

Está mal seguir hablando de la conmemoración del Día de la Mujer, en vez del Día de las Mujeres. La transfobia, y múltiples formas de discriminación, entre ellas el racismo, el sexismo y el clasismo, se combinan, superponen o cruzan, por lo que no existe una única forma específica en la que se margina a las mujeres. Sus identidades, su raza, su sexualidad, y en general, cualquier cosa que les aleje de ese molde de la “feminidad tradicional”, de ser blanca, delgada, capaz de reproducirse, tener vagina y servir a un marido, les deslegitima o, por lo menos, les cuestiona su condición de mujer.

La lucha en contra de la transfobia debería ser una lucha compartida por todas las mujeres, independientemente si una mujer nace o no con útero. Por poner algunos ejemplos, se ha negado la participación de mujeres cisgénero en competencia atléticas, aduciendo que sus niveles de testosterona son demasiado altos para competir. A mujeres negras y lesbianas se les cuestiona si son lo suficientemente femeninas como para ser mujeres. A otras mujeres cisgénero se les prohíbe el ingreso a los baños públicos femeninos, tal como se hace con las mujeres trans, todo porque a algún vigilante le parece que es demasiado masculina para usarlo.

Las mujeres son cis, son trans; son negras e indígenas, con o sin discapacidades, y en su condición, son blanco directo de múltiples sistemas de opresión que se combinan para crear una cultura de violencia. Por lo cual, usar la biología para excluir la complejidad de las diversas formas de ser mujer es volver al pasado, cuando la mujer solo revestía alguna importancia por sus atributos físicos relacionados con el embarazo y la maternidad. Desconocer su diversidad es a la vez reiterar que solo hay una forma única de ser mujer, validada en la reproducción y en la crianza.

Basta ya de negar la misoginia, la transmisoginia, la opresión individual y colectiva. En la actualidad, se sigue esperando que una mujer trans solo sea prostituta, y que lo haga por vicio y quizás por necesidad. Se les sigue tratando como depredadoras, monstruos de otros mundos, hipersexualizados. Los medios se han encargado de normalizar estas conductas a través de historias desgarradoras que parten de la retórica de “estar en el cuerpo equivocado”, lo que les aleja de ser una mujer, y de serlo más allá de un objeto sexual o una mujer sumisa.

Basta ya de que en los espacios académicos otras y otros hablen por ellas, mientras que se les niega su acceso en calidad de estudiantes y, sobre todo, de maestras.  Derechos básicos que inclusive las mujeres cisgénero tienen, entre ellos, los derechos básicos de ciudadanía, les son negados a pesar de las normativas vigentes. El mundo que les rodea se cree con derecho a seguir opinando e invalidando sus construcciones.

Por eso, dar cabida a las mujeres trans en las conmemoraciones del 8M es más profundo que solo pensar en que algunas susceptibilidades han sido afectadas. Es tan profundo como exigir que sus derechos sean eso y no un tema de opinión. Abrirles el espacio implica dejar de estarles cuestionando sobre si deben o no tener senos o sobre cuán femeninas son.

Nadie en su sano juicio escoge una vida de discriminación y humillaciones. Ellas no eligieron estar bajo el ojo sádico de una sociedad que no tiene nada más importante que hacer que estarles acusando de cosa negativas. Ellas luchan hasta la muerte por sus derechos básicos, por lo que el 8M no puede ser otro espacio más en el que se les insulta, se les hiere, y hasta se busca su eliminación.

EL 8M ha de ser un espacio transfeminista, de lo contrario, seguirá siendo otro espacio más de la sociedad para la eliminación de la diversidad humana.

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