La mentira como estilo de hacer política

La mentira como estilo de hacer política

Opinión del analista y consultor político Javier Loaiza

Por: Javier Loaiza
mayo 16, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La mentira como estilo de hacer política

Emilio Zolá, reconocido escritor francés principalmente por su carta J'accuse (Yo acuso) al presidente Francés en el caso Dreyfus, afirmaba que hay cuatro maneras de mentir: 1. Ocultando la verdad, 2. Recortando la verdad, 3. Exagerando la verdad y, 4. Usando la estadística.

Por su parte Hannah Arendt dice que en política hay dos tipos de verdades: las de hecho y las de opinión. Las primeras son invariables y las segundas están sujetas a cambios. Por ejemplo, afirmar que “Stalin fue un gran gobernante”, es una verdad de opinión. Afirmar en cambio: “Stalin asesinó a millones de ciudadanos soviéticos”, es una verdad de hecho. La conversión de las verdades de opinión en verdades de hecho, aducía Arendt, es una de las características principales de los regímenes totalitarios.

El profesor chileno Fernando Mires considera que "cuando Hitler afirmaba que el Tratado de Versalles era vejatorio con respecto a la soberanía de la nación, que la República de Weimar fue un desastre, que la inflación era catastrófica, que la desocupación era descomunal y que Stalin era una amenaza para Alemania, decía verdades de hecho. Socialdemócratas y comunistas, en cambio, al negarlas u ocultarlas detrás de sus verdades mentían. Sin embargo, esas verdades de Hitler estaban puestas al servicio de grandes mentiras: la culpabilidad de los judíos y la superioridad de la raza alemana fueron las dos más grandes”.

Con base en esos razonamientos podría tratar de explicarse de dónde, cómo y porqué el presidente de Colombia Juan Manuel Santos, cada semana desde el inicio de su gobierno, hace casi seis años, ensarta al menos una mentira, con el propósito de justificar su obsesión por un acuerdo con las farc, al que le llama reiteradamente la Paz.

Así podría decirse que Santos le ha mentido a los colombianos cerca de trescientas veces -tarea de revisión periodística e investigativa pendiente para comprobar la cifra-, presidente que ha estado apoyado por los medios de comunicación comprados con la pauta oficial, y que convierten cada uno de sus anuncios en hechos sin parangón al titularlos con el adjetivo de logro o declaración “histórica”. Qué diría Shakespeare quien consideraba que “No hay que fiarse de quien ha violado una vez su palabra”.

Los estudios del psicólogo  Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones y la expresión facial, cuyas investigaciones sirvieron de base para la popular serie de televisión estadounidense “Miénteme” (Lie to me), dan referencias adicionales sobre el tema. Es significativo que el rostro de Santos siempre es inexpresivo, nunca se le ve reír ni tener expresiones de disgusto. Pareciera alguien que en el pueblo donde me crie le llamaban “carepalo”, y se dice que se trata de una conducta aprendida como jugador de póker, para que sus contendores no adivinen el juego que se trae entre manos.

El expresidente norteamericano Richard Nixon dimitió de su cargo, cuando el escándalo Watergate, no necesariamente por haber mentido, sino que “Tuvo que dimitir por el encubrimiento que ideó y por las mentiras que contó para apoyarlo. En las grabaciones de unas conversaciones mantenidas en la Casa Blanca que se hicieron públicas más tarde, Nixon aparecía diciendo: «Me importa una mierda lo que pueda pasar, quiero que contesten con evasivas, que se acojan a la quinta enmienda, lo que haga falta para que se salve el plan»”.

Ekman afirma “En mi opinión, el problema no fue que Nixon mintiera, porque creo que los altos dirigentes deben hacerlo en ocasiones, sino aquello sobre lo que mintió, su motivación para mentir y las personas a las que mintió. No fue un intento de engañar a otro gobierno: el destinatario de la mentira de Nixon fue el pueblo estadounidense. No había ninguna justificación posible basada en la necesidad de alcanzar un objetivo en política exterior. Nixon ocultó un delito que conocía: el intento de robar documentos de la sede del Partido Demócrata en los edificios Watergate. Su motivo era seguir en el cargo, no arriesgarse a perder votantes si se descubriera que sabía que quienes trabajaban para él habían infringido la ley para colocarle en una situación de ventaja de cara a las siguientes elecciones”.

Por su parte, Jimmy Carter había prometido limpiar la imagen de la Casa Blanca tras los años duros y escandalosos del caso Watergate. Se comprometió en campaña ante las cámaras de televisión que nunca mentiría ante el pueblo estadounidense, pero tres años después mintió muchas veces al ocultar sus planes para rescatar a los rehenes estadounidenses secuestrados en Irán. Cárter les mintió a los electores porque sabía que los iraníes escuchaban lo que decía y deseaba que los milicianos que tenían secuestrados a los rehenes se confiaran. “Hitler también había mentido para sorprender al adversario. Pero no condenamos a Hitler porque mintiera, sino por sus objetivos y sus actos. El hecho de que el dirigente de un país mienta para estar en una posición de ventaja ante un enemigo no es censurable en sí mismo”.

El expresidente Lyndon B. Johnson ocultó a la opinión pública informaciones críticas sobre la guerra del Vietnam. Durante la campaña, el candidato republicano, Goldwater, dijo que estaría dispuesto a usar armamento nuclear para ganar la guerra. Johnson adoptó la postura contraria. «No vamos a enviar a nuestros muchachos a quince mil kilómetros de casa para que hagan lo que deberían hacer por su cuenta los propios asiáticos». Una vez elegido, y convencido de que la guerra se podría ganar enviando más tropas, Johnson envió a medio millón de muchachos estadounidenses al Vietnam durante los años siguientes.

El secreto es una ocultación deliberada, Ekman considera que la notificación es la clave para  distinguir el secreto de las mentiras por ocultación. Secreto es para aquellas situaciones donde se notifica la intención de no revelar información, se afirma nuestro derecho a no revelarlo, a mantener la reserva. Los secretos pueden limitarse a una sola persona o a dos o más personas que deseen ocultar una información a los otros.

Y agrega Ekman en su análisis, que una promesa rota no es una mentira cuando durante su campaña había prometido que no subiría los impuestos, pero sólo se le podría tildar de mentiroso si se demostrara que cuando hizo esta promesa sabía que la acabaría rompiendo.

Los fallos de la memoria para Ekman no son mentiras aunque es frecuente que los mentirosos, una vez descubiertos, traten de justificar sus mentiras aduciendo estos fallos.

Ekman, considerado por la academia norteamericana de Psicología, APA, como uno de los cien psicólogos más destacados del siglo veinte encontró nueve razones para mentir, en estudios realizados con niños. Veamos:

  1. Evitar el castigo. El castigo puede deberse a una mala acción o a un error involuntario.
  2. Para obtener una recompensa que no sería fácil conseguir de otra forma.
  3. Para proteger de un castigo a otra persona.
  4. Para protegerse uno mismo de la amenaza de un daño físico.
  5. Para ganarse la admiración de los demás.
  6. Para librarse de una situación social incómoda.
  7. Para evitar la vergüenza.
  8. Para mantener la intimidad, sin dar a conocer la intención de guardar en secreto cierta información.
  9. Para tener poder sobre otras personas controlando la información que les llega.

Agrega en sus consideraciones en relación con la mentira de los políticos y gobernantes al afirmar que “en una democracia no es fácil engañar a otro país sin engañar al propio pueblo y esto hace del engaño una política muy peligrosa cuando se practica durante mucho tiempo. El engaño de Johnson sobre el desarrollo de la guerra no fue cuestión de días, semanas o meses. Al crear la ilusión de una victoria inminente, Johnson privó al electorado de una información necesaria para fundamentar su opción política.  “Una democracia no puede sobrevivir si un partido político controla la información que recibe el electorado sobre una cuestión esencial para su voto.

Sigue diciendo Ekman que “Pero en esta trampa no sólo pueden caer los altos cargos de un gobierno. Creo que cuantas más veces se repite una mentira, más fácil resulta decirla. Y cada vez que la decimos, pensamos menos en si engañar está bien o mal. Tras muchas repeticiones, el mentiroso puede llegar a sentirse tan cómodo con la mentira que ya no se da cuenta de que miente. Sin embargo, si se le incita o se le contradice, recordará que está mintiendo”. Al fin y al cabo las mentiras funcionan como las capas de la cebolla, que casi siempre hay que inventar una mentira nueva para tapar la anterior, hasta que se vuelve insostenible.

Ekman considera que “Decir que una persona se ha engañado a sí misma es algo totalmente diferente. En el autoengaño, la persona no se da cuenta de que se miente a sí misma. Y no conoce los motivos que la impulsan a engañarse. Creo que el autoengaño es mucho menos frecuente de lo que dicen los culpables para excusarse después de los hechos. “Las leyes funcionan cuando la mayoría de la gente cree que son justas, cuando es una minoría y no una mayoría la que cree que está bien violar cualquier ley. En una democracia, el gobierno sólo funciona si la mayoría de la gente cree que se le dice la verdad la mayoría de las veces y que tiene cierto derecho a la imparcialidad y a la justicia” (Ekman 318)

Es claro que sus investigaciones profundizan sobre la base de las relaciones entre las personas, pues considera que “ninguna relación importante puede sobrevivir cuando la confianza se pierde por completo. Si sabemos que un amigo nos ha traicionado, nos ha mentido reiteradamente para sacar provecho, esa amistad no puede seguir. Y los matrimonios suelen acabar mal si uno de los cónyuges se entera de que el otro le ha engañado no una, sino muchas veces. Dudo que ninguna forma de gobierno pueda sobrevivir mucho tiempo salvo por el uso de la fuerza contra su propio pueblo si ese pueblo cree que sus d i rigentes siempre mienten”.

Pero, al final, como afirmara Abraham Lincoln “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo.”

@javierloaiza

 

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