La historia detrás del fallido golpe de Estado en Venezuela

La historia detrás del fallido golpe de Estado en Venezuela

Un relato basado en el recuento hecho por John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de EE. UU., en 'La habitación donde ocurrió: Una memoria de la Casa Blanca'

Por: Andres Arzate
julio 02, 2020
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La historia detrás del fallido golpe de Estado en Venezuela
Foto: The White House

La mañana del 30 de abril de 2019, las estrellas parecían estar alineadas para el ascenso del líder de oposición y autoproclamado presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, a la cúspide del poder en el Palacio de Miraflores. Al final del día, se esperaba la salida apresurada del dictador Nicolás Maduro por la puerta de atrás del palacio y la apertura de un nuevo capítulo en la historia de Venezuela. La historia, como todos hoy sabemos es otra. Nicolás Maduro sigue atornillado en el poder y aún no se ve un fin a su régimen dictatorial.

Juan Guaidó, un ingeniero industrial y político opositor, había tenido una carrera política relativamente corta como líder estudiantil y posteriormente como diputado del estado de la Guaira ante la Asamblea Nacional. La historia de Guaidó en la política internacional comenzó el 11 de enero cuando anunció que la elección de Maduro había sido ilegítima, y que el vacío de poder en el ejecutivo le otorgaba al presidente de la Asamblea Nacional la potestad de asumir la presidencia de Venezuela. En el curso de las siguientes semanas, el gobierno paralelo de Guaidó recibiría el apoyo de los Estados Unidos y de los países del grupo de Lima, entre ellos Colombia, además de gran parte de la Unión Europea. Para muchos resultaba sorpresivo que un político de tan solo 36 años ahora tuviera la mira en el trabajo más codiciado de cualquier político venezolano.

El ascenso de Guaidó se vio apoyado por una serie de actores con claros intereses. Este matrimonio de intereses políticos y económicos de varios países estaba impulsado por la obsesión del presidente Trump en obtener acceso a las grandes reservas petroleras de Venezuela, de acuerdo con lo dicho por John Bolton en su libro. Según Bolton, el presidente Trump no vacilaba en expresar que Guaidó debía ser “extremadamente leal a los Estados Unidos y a nadie más”. Guaidó, quizás sin tener conocimiento de las motivaciones reales de Trump, le agradeció al vicepresidente de Estados Unidos por su apoyo incondicional durante una llamada telefónica tan solo horas antes de autoproclamarse presidente interino el 23 de enero ante una multitudinaria manifestación en Caracas. Ya para eso del 30 de enero, Bolton se estaba reuniendo con ejecutivos de la Petrolera Citgo para proteger sus intereses en Estados Unidos y en Venezuela. Además de esto, Bolton estaba en conversaciones con la gente de Guaidó para sugerir nombres para la junta ejecutiva de la subsidiaria dueña de Citgo. El objetivo de todo esto era crear una especie de blindaje a los negocios de Citgo. El nerviosismo de los ejecutivos americanos era urgente para el gobierno americano puesto que la petrolera estatal venezolana, PDVSA, tenía la mayoría de las acciones en Citgo y se temía que el gobierno venezolano tomara represalias en contra de estos intereses económicos.

Por otro lado, la oposición venezolana pronto se daría cuenta que sus aliados más importantes, Colombia y Estados Unidos, no estaban dispuestos a arriesgarlo todo por derrocar a Maduro. El libro detalla la falta de coordinación e incluso aparente “sabotaje” de parte del cuerpo diplomático del Dpto. de Estado y funcionarios del Departamento del Tesoro a que estaba a cargo de Steven Mnuchin, el mayor opositor de la estrategia de Bolton en Venezuela. Las propuestas de imponer sanciones económicas más severas al gobierno venezolano se llenaron de telarañas en la mesa de Mnuchin al igual que las propuestas de quitar los nombres de familiares de militares del régimen, medidas que intentaban mostrarles la buena fe del gobierno americano a la cúpula chavista si cooperaban con la causa de la oposición. Entre otras cosas, el libro de Bolton parece reivindicar la crítica del embajador colombiano en Washington, Francisco Santos, al Departamento de Estado y la labor de Carlos Holmes Trujillo como canciller en unos audios filtrados de una conversación con la ahora canciller Claudia Blum a finales de 2019. Bolton de cierta manera corrobora el desorden en el Departamento de Estado del que se queja Santos y la falta de coordinación dentro del ejecutivo de Trump. Todo esto se sumaba al hecho que ni Trump ni Duque se encontraban dispuestos a un conflicto bélico directo con Venezuela, el plan C de algunos líderes radicales de oposición. Lo curioso del caso es que Trump, en una reunión con Duque en la Casa Blanca el 13 de febrero supuestamente le preguntó a Duque si era mejor simplemente buscar el diálogo con Maduro, Duque dijo rotundamente que no. Entonces, no había una estrategia para la paz y tampoco para el conflicto.

El otro gran fracaso del plan maestro para reemplazar a Maduro fue el concierto Venezuela Live Aid y el intento de forzar la mano de Maduro para que aceptara ayuda humanitaria a finales de febrero. Como cualquier dictador, Maduro entendía el valor político que tenía la entrega de una gran cantidad de ayuda humanitaria por parte del “gobierno” interino de Guaidó y sus aliados internacionales. El rechazo de Maduro creó roces entre la fuerza pública venezolana y grupos opositores en el lado colombiano del puente internacional Las Tienditas. La ausencia de Guaidó en Caracas posterior al fracaso del concierto le permitió a Maduro aferrarse más en el poder.

Un mes después, el gran día había llegado para la oposición venezolana. La mañana del 30 de abril, el presidente Trump fue despertado a eso de las 6 de la mañana por su asesor de seguridad nacional, John Bolton, para informarle de los desarrollos que se estaban dando en Caracas durante el inicio de la “Operación Libertad” que liberó a Leopoldo López e inició lo que sería en esencia un intento de golpe de estado al corazón del chavismo. El llamado de Guaidó a la ciudadanía a levantarse en contra de Maduro era mostrado como la parte esencial del plan, pero en realidad eran las fuerzas militares las que estaban siendo cortejadas por la oposición. Lo que parecía un ascenso político meteórico, terminó siendo la estrepitosa caída de una estrategia montada en un castillo de naipes. El Tribunal Supremo de Justicia no declaró inconstitucional a la Asamblea Nacional Constituyente de Maduro, como era parte del plan, cosa que no les dio a los militares una justificación constitucional para apoyar a Guaidó en vez de Maduro. Sin el apoyo de los militares, la operación libertad se convirtió en nada más que un espectáculo mediático para generar protestas y liberar a Leopoldo López. Este último terminaría refugiado al final del día en la embajada de España en Caracas.

Ahora todos se preguntarán, ¿por qué Estados Unidos no apoyó a la oposición de manera más directa? A pesar de que Trump consideraba a Guaidó como el caballo de Troya que le permitiría obtener mayor acceso al petróleo venezolano y posiblemente regresar la doctrina Monroe a Latinoamérica, el mandatario americano no se encontraba muy confiado en que Guaidó tenía lo necesario para reemplazar a Maduro. En múltiples ocasiones Trump pausó los planes agresivos de Bolton y otros funcionarios del alto gobierno para poner presiones económicas al régimen de Maduro porque dudaba de la capacidad de Guaidó como líder. Trump en ocasiones hizo comparaciones de manera despectiva entre el líder de oposición venezolano y el político americano fracasado Beto O’Rourke, quien perdió las elecciones para Senado en Texas y no llegó muy lejos en la contienda presidencial del Partido Demócrata. La indecisión tripartita de la Casa Blanca, el Departamento de Estado y El Departamento del Tesoro eran quizás desconocidas para los aliados de los americanos en el exterior, especialmente Duque y Guaidó. Además de esto, el costo político era muy alto para un proyecto tan impredecible.

La descoordinación de la Casa Blanca se vio aumentada por la decisión de retirar la mayoría del personal diplomático de Caracas y la necesidad de tener el apoyo de los militares, el Tribunal Supremo de Justicia y la policía secreta venezolana (SEBIN), entidades fuertemente controladas por Maduro. Era ingenuo por parte de los organizadores de esta conspiración pensar que funcionarios fieles al chavismo por más de 20 años iban a arriesgar su seguridad personal y económica por ideales en los que quizás no creen por un gobierno liderado por un político neófito que es muy cercano a Estados Unidos, el eterno némesis del chavismo. La situación de Venezuela desde el fracaso de la Operación Libertad es incierta y en realidad es ingenuo aquel que diga saber predecir el futuro.

Ahora se preguntarán si esta es una crítica que busca proponer una conspiración más coordinada y eficaz para derrocar a Maduro, pero la respuesta es que no. Como creo que habrán notado, en ningún momento mencioné a los intereses del pueblo venezolano, la razón es porque el objetivo es mostrar que para muchos de los actores importantes simplemente no es la prioridad. Nunca se habla de un plan para el día después de Maduro y el futuro de Venezuela, especialmente su economía e instituciones democráticas. El detrás de cámaras de las negociaciones geopolíticas muchas veces no es más que un juego de intereses que busca adjudicar recursos. Para aquellos cínicos idealistas como yo, es un infortunio que el realpolitik prime sobre los principios y los derechos. Como dijo el famoso politólogo Harold Lasswell de manera célebre: “La política es el estudio de quién obtiene qué, cuándo y cómo”.

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