La guitarra de Solari
Opinión

La guitarra de Solari

Por:
agosto 10, 2013
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Un día de julio de 1997, de regreso de la antigua ciudad italiana de Perugia donde tiene lugar el Festival Internacional de Jazz de Umbría, esperando en el aeropuerto de Roma, mientras salía mi vuelo a Bogotá, vi a un hombre en tenis y bermudas que tenía a su lado el estuche impecable de una guitarra clásica. En algún momento llamé su atención para proponerle uno de mis diálogos absurdos, y justo para matar el tiempo y fastidiar un poco, le pregunté:

—¿Ramírez?

—No, Solari, me respondió él, y soltó la risa.

El hombre la había cogido al vuelo. Y empezó allí una conversación que se prolongó durante las nueve horas de vuelo trasatlántico hasta cuando, de Bogotá, él seguiría para Montevideo, la capital de su país, a cumplir sus ciclos americanos de conciertos, y yo volaría a Barranquilla.

En toda esa larga conversación, en la que la música era al mismo tiempo, pretexto y fundamento, supe que era guitarrista clásico nacido en Fray Bentos y radicado en Arezzo (Italia), donde vivía con su familia. Antes de despedirnos en Bogotá quedamos en que yo le haría posible una invitación a Barranquilla a donde en efecto vino al año siguiente para hacer un concierto y un taller, y aquí tuvo la oportunidad de conocer la música y la historia de un extraordinario personaje de ascendencia italiana nacido en Ciénaga, de nombre José Mazzilli Ribón, para él, una verdadera nueva noticia en el contexto de la guitarra americana.

Gonzalo Solari quedó sorprendido y gratamente interpelado con la obra de Mazzilli, la estudió, la incluyó en su repertorio de conciertos e inclusive hizo posible la publicación internacional de una plaquette con algunas partituras.

Luego vendría nuestro reencuentro en Italia; un recital concierto juntos al lado del pianista Carlo Alberto Neri, del flautista Roberto Frabricciani y la soprano Gabriella Zanchi en una plaza medieval de Montevarchi; su nueva visita y concierto en Barranquilla (en compañía de Neri); las noticias de su carrera y su familia, etc. Pero todo eso es ya otra historia y otro cuento…

Ahora solo quiero dar cuenta de un maravilloso envío que el maestro Solari me ha hecho llegar en días pasados, y sobre el cual estaba en mora de dejar sincero testimonio público: su disco Chitarra tra due mondi, grabado por el sello GuitArt de Italia, sello al cual Solari ha estado vinculado desde hace muchos años, veces como músico en sus producciones, veces como colaborador en su famosa revista (gracias a él podemos disponer de algunos números en el Centro de Documentación e Investigación Musical Hans Federico Neuman de la Biblioteca Piloto del Caribe en Barranquilla), veces también como reporteado en la misma revista como acaba de ocurrir en fechas muy recientes, en reportaje que saldrá apenas al finales de este 2013.

Se trata de un trabajo para el cual rescato, por  justas y pertinentes, las palabras que al rompe le dije en un chat luego de haber escuchado, varias veces, con atención y fruición, todos y cada uno de los 22 temas de su disco: más allá de la inobjetable cercanía y aprecio personal en este trabajo se imponen, por sobre cualquier otra cosa, unos rasgos distintivos que sin duda califico como constantes universales de la calidad: la limpieza de una producción como esta; la unidad y al mismo tiempo la diversidad del repertorio, que revela ante todo buen juicio y experiencia en el oficio de concertista; y la pasmosa excelente ejecución de cada uno de las piezas.

Escuchando este disco debo confesar que no recordaba lo buen guitarrista que este disco revela: la cuidadosa afinación, la pulcritud de su touch, la fluida inflexión de su fraseo; el suave discurrir de un discurso que hace suyo lo que interpreta y que tiene en Solari un representante de la guitarra internacional que no por nada anda la Europa de arriba a abajo en los escenarios de los más prestigiosos festivales de la guitarra clásica.

Ver citados en un mismo disco a gente como Brouwer, Villalobos, Carlevaro, Sor y, en medio de ellos, a nuestro José Mazzilli Ribón, sin que se note prácticamente su estatura en medio de aquellas estatuas vivas del quehacer guitarrístico de todos los tiempos, es en verdad algo de un extraordinario valor artístico, y ante todo, un suceso cultural del Caribe colombiano del que lastimosamente no se tiene noticia entre nosotros. Mérito que desde luego no solo está en Mazzilli, sino el azar histórico que trajo hasta el atril de Solari las partituras de este exótico personaje cienaguero, guitarrista, compositor, poeta y comerciante que ha encontrado en el maestro Solari el polinizador de un talento que hoy se riega en los conciertos del mundo. Por eso todos estamos en deuda con el maestro Solari.

Debo confesar que en este amplio menú de musicales tentaciones yo tengo mis debilidades: Brouwer, Mangoré, Lauro, Mazzilli y Villalobos, pero el maestro Solari ha logrado equilibrar con notable control la composición de los temas y autores de este disco que ha completado una maravillosa revista sonora de la guitarra clásica contemporánea en la que dialogan con total entendimiento Dilermando Reis con Llobet y Carlevaro; Mazzilli Ribón con Antonio Lauro y Agustín Barrios; Fernando Sor y Villalobos; Poulanc con Brouwer; Ariel Ramírez y Atahualpa Yupanqui; y Carlo Alberto Neri con el propio Solari; y todos los demás también con él que los recoge y junta en su guitarra de dos mundos.

 

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