La guerra es un negocio rentable, nada que hacer

La guerra es un negocio rentable, nada que hacer

Sabiendo eso, ¿podemos esperar que los partidos, los gobiernos o sus líderes y áulicos tengan la capacidad de elegir la paz?

Por: Stella Arenas Romero
marzo 11, 2019
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La guerra es un negocio rentable, nada que hacer
Foto: Twitter @IvanDuque

A propósito del artículo de Manuel Humberto Restrepo Domínguez, publicado por Las2orillas, Aunque el pueblo pide paz, el gobierno elige la guerra.

Es claro que ni el partido de gobierno ni los medios de comunicación y otros interesados, que operan tras bambalinas, quieren la paz en ninguna parte de Colombia. El conflicto, los problemas graves o mínimos, los insultos, las trifulcas, las estampidas, las amenazas, los actos terroristas, las masacres y todo aquello que produce MIEDO (sí, con mayúsculas) es un negocio muy rentable.

¿Quién lee los diarios de mayor circulación en el mundo? ¿Quién ve y escucha los noticieros de mayor rating en la televisión? ¿Quién se detiene en los videos circulantes en las redes sociales donde se revelan de la manera más cruda hechos trágicos o escabrosos sucedidos en cualquier confín del planeta?

Por su parte, si los jóvenes leen cada vez menos libros, mucho menos revisan los diarios y aún menos ven los famosos telediarios o noticieros. Están distraídos o, tal vez, para bien, están inmersos y comprometidos en otras causas muy distintas. ¿Pero qué ve la mayoría, entonces? ¿Esas mayorías cuya vida solo gira en torno a un dispositivo? ¿Quizá los influencersyoutubers o personajes que poco o nada aportan a su libre pensamiento y menos aún, a su sentido crítico?

Pero, de nuevo con las audiencias adultas, aquellas que todavía confían en el apoyo que pueden brindarle a tal o cual político de turno mediante su voto; con la esperanza de que una vez comience a “gobernar”, la calma y el relativo bienestar retornarán al sistema, observamos con sorpresa que tampoco estas parecen desear paz de ninguna índole.

Los lugares comunes, lo chabacano, la procacidad y la mentalidad escatológica es el pan de cada día para esa masa de lectores o espectadores. Aunque la referencia a los anteriores conceptos termine siendo una enorme redundancia, es esa precisamente la intención aquí, pues este material se constituye en la médula; el elemento vital de los medios. Los excesos de información contagiada por este virus son una realidad en el mundo de las comunicaciones.

Continuando con la cadena patológica, vemos que de allí pasa directamente a los comportamientos de los ciudadanos comunes, por imitación o reflejo, fenómeno que los psicólogos y sociólogos sabrán explicar a cabalidad.

Luego viene el turno de los políticos, su hora de actuar, para regresar una vez más a su punto de origen, los medios, quienes recrean la noticia.

Entonces la rueda vuelve a girar. Cada día, ese pequeño mundo, centro visible del resto de la humanidad, que bien se sirve de la tecnología de las comunicaciones para lucrarse, se sumerge en el tinglado mejor dispuesto para representar los comportamientos y las escenas más "glamorosas" o grotescas en frente de sus ávidos y fieles seguidores. Y cada uno paga su entrada; está dispuesto a defender su símbolo, su emblema, su personaje, bien sea insultando, vociferando, aplastando, amenazando o asesinando, si le parece necesario.

Es la causa política que se ha tejido durante años en países ricos y pobres por igual. Según sus pueblos, desarrollados o sometidos; sus líderes tiranos o liberales. Todos apoyados en mesías, profetas, líderes, influencers o como se les quiera llamar. Así los nefastos políticos logran preservar su propia causa económica. Léase bien: la causa política se ha transformado hoy en lucro patente. Es lo que juzgan como su derecho y propiedad sobre la tierra, los bienes, comunidades y pueblos enteros. El animal político, que debate, que reflexiona, se prepara, discute o propone es una quimera del pasado.

Sin embargo, para indignación de muy pocos, esa causa infame, alimentada con la ambición de poder, se mantiene a flote, muy saludable, apoyada por tantos y tantos espectadores; esos ciudadanos carentes de juicio, alimentados como párvulos con biberones meticulosamente preparados a base de odio, exclusión y pobreza.

Y vuelve a girar la rueda. Medios y miedos; pseudopolítica, pseudoparticipación, pseudodemocracia. Así las cosas, ¿podemos esperar que los partidos, los gobiernos o sus líderes y áulicos tengan la capacidad para elegir la paz en lugar de la guerra?

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