"La gente percibe a los políticos como una élite corrupta"

"La gente percibe a los políticos como una élite corrupta"

José J. Uscátegui es uno de los jóvenes de la nueva generación del Uribismo. Empezó como activista político defendiendo a su padre detenido, el General Uscátegui

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febrero 23, 2018

Por ser hijo del General Uscatégui, encarcelado durante muchos años por delitos que siempre negó, su hijo José Jaime Uscatégui se acabó convirtiendo en un activista político y con un solo objetivo: defender a los militares condenados en causas supuestamente injustas. Se encadenó en instituciones, se manifestó ante Casa Nariño y luchó por defender sus ideas en las calles. Ahora, tras haber abandonado las filas del Partido Conservador, se presenta por segunda vez a las elecciones como candidato a la Cámara de Representantes por el Centro Democrático. Es joven, suficientemente preparado y vehemente en sus convicciones. Al igual que otros candidatos jóvenes de esa formación, como Iván Duque, se nos presenta como el relevo generacional del uribismo.

 

 

Ricardo Angoso: ¿Cómo te recibe la gente?, ¿cómo percibes el ambiente hacia el Centro Democrático?

Jaime Uscatégui: Hay un buen ambiente con el Centro Democrático, somos muy bien recibidos en casi todos los lugares. Se ve gente apasionada y también contrariada. No hay un punto medio, pero al menos la gente reconoce que nuestro partido ha sido el único en la oposición y que la ha ejercido con seriedad durante los últimos años, y que gracias al Centro Democrático no se le han hecho mayores concesiones a la guerrilla, que ya de por sí fueron muchas. A merced de la labor de oposición liderada por el expresidente Álvaro Uribe en las instituciones de la República se consiguieron poner freno a muchas de las demandas que la guerrilla presentaba durante las negociaciones con el gobierno. Sí me preocupa de estas elecciones que uno observa que a nivel de calle haya un ambiente similar al que podía haber en Venezuela en los años 1998 y 1999, con un desencanto claro hacia la clase política, y que nos perciban a los políticos como una elite corrupta. Y ahí es donde uno trata de llegar con una cara nueva, sin experiencia apenas, para decirle a la gente que no todos somos iguales y que queremos hacer la diferencia con respecto a esa clase política en Colombia y también en Bogotá.

R.A.: ¿Cuál es el elemento diferenciador del Centro Democrático con respecto a los demás partidos?

J.U.: Creo que hay historias de vida muy distintas a las de otros partidos. En mi caso, yo soy el hijo del General Uscatégui, un militar perseguido y encarcelado durante 16 años y sometido a un trato muy injusto. La gente ha reconocido esa injusticia y tanto la izquierda como la derecha colombiana se han manifestado acerca de la injusticia manifiesta en este caso. Yo trato de llegar a la política con mis historias de vida, mi juventud, con mi preparación y me parece que es una buena combinación ese valor nuevo, como puede ser el caso del candidato presidencial Iván Duque, con las ideas de toda la vida del Centro Democrático, como son la seguridad democrática y la confianza inversionista, por citar tan sólo algunos valores. Esos candidatos nuevos, jóvenes, recién llegados a la política, creo que aportan un aire fresco al Centro Democrático. Se está dando el necesario relevo generacional en el partido de Uribe.

IVÁN DUQUE VS. GUSTAVO PETRO

R.A.: ¿Cómo percibes el temor que se ve en los votantes de centro derecha la posibilidad de que Petro llegue al poder y se repita el mismo esquema que en en Venezuela? ¿Es real esa amenaza o inventada?

J.U.: Evidentemente, ese temor está ahí, especialmente entre los bogotanos que pudimos comprobar de primera mano el carácter autoritario de Petro. Todo lo quería hacer a la fuerza y sin contar con la institucionalidad. Entonces, indiscutiblemente, vemos con incertidumbre que Petro aparezca bien situado en las encuestas. Yo contra Petro no tengo nada, incluso creo que fue un buen Senador de la República, pero pienso que, como todos los hombres con responsabilidades de la izquierda, en general, son unos malos administradores, pésimos gerentes, y eso es lo que nos aterra: que una persona autoritaria y mal administrador llegue a la Casa de Nariño, a la presidencia de la República. Sobre todo, porque ese escenario se da en un momento de confusión y en donde las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ocupan importantes espacios de poder. Creo que hay muchos intereses y muchos líderes interesados en pescar en río revuelto para favorecer sus demandas.

R.A.: ¿No crees que el escenario colombiano es muy parecido al venezolano en el sentido de que la oligarquía de este país está favoreciendo unos políticos que por acción u omisión pueden precipitar un ascenso al poder del populismo?

J.U.: Tenemos un espejo retrovisor como el de Venezuela. Chávez incluso fue amnistiado y luego aupado al poder porque nadie hizo nada para evitarlo. Y esa historia terminó con el fatal desenlace que todos conocemos. La oligarquía colombiana, bogotana para más señas, anda muy confiada en que unos perfiles como Fajardo y Petro pueden ser interesantes, alternativos y un aire fresco al ambiente del país. Se ha creado un clima de corrupción generalizada y gasto desmesurado al que se le vienen a unir unos inmensos impuestos porque hace falta dinero. La gente se está cansando de ese modelo y busca salidas nuevas, un verdadero peligro.

Nosotros, desde el Centro Democrático, sí creemos que hay una amenaza castrochavista aunque nos intenten caricaturizar. Pero mire, ese peligro es real y se manifiesta todos los días cuando uno ve a miles de venezolanos llegando sin nada a nuestras fronteras. La amenaza existe y es latente, pese a que en el continente está cambiando el peligro sigue presente. Tenemos a las FARC, financiadas con dineros del narcotráfico, y un país donde el rey de la política es el dinero, muchas veces procedente de negocios ilícitos. Es difícil hacer política en este país sin dinero. Tienen más facilidades, claramente, los que tienen el dinero ilícito que los que nos presentamos con otras credenciales, como es mi caso, con un simple cartel y con una trayectoria sin mácula de duda.

R.A.: No crees que, si gana Iván Duque, ¿la herencia que recibirá el próximo presidente está envenenada ya que la espera una agenda compleja?

J.U.: Claro que sí. Nos pidieron que en nombre de la paz nos tragáramos muchos sapos, pero son sapos envenenados. Tenemos un grupo, las FARC, con mucho dinero ilícito y sin ni siquiera haber pedido perdón a las víctimas. Efectivamente, vamos tener muchos retos, sobre todo en materia de seguridad, en el asunto de la inmigración venezolana, que se está desbordando, y en muchas más materias. Están llegando de Venezuela las personas con menos recursos y llegan en un momento difícil para nuestro país. No quiero estigmatizar a nuestros hermanos venezolanos pero estos problemas aparecerán pronto como fruto de todo lo que está ocurriendo en la vecina Venezuela. Antes ellos recibían a los colombianos y ahora la situación es a la inversa. El país está en un trance difícil, endeudado en todos los sentidos por un proceso de paz llevado a cabo de una forma deficiente. Todo ha ido a peor. Las cargas tributarias son altísimas, el hampa se ha tomado las calles de Bogotá y el panorama económico es incierto. Pero esa inseguridad pública de la que hablo se extendió por todo el país. Bogotá y otras ciudades necesitan más policías. Hacen fatal más recursos en inteligencias y más gastos en cámaras. El país no va bien y hace falta cambiar el rumbo. Colombia está en riesgo de convertirse en otro país más a añadir a la larga lista de Estados fallidos.

LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN

R.A.: La corrupción es uno de los graves problemas del país, ¿que medidas tomarías para afrontarla?

J.U.: Ese cáncer de la corrupción indiscutiblemente ya hizo metástasis y ha hecho mella en todos los niveles institucionales. No hay rama del poder público que no sea ajena a esa lacra de la corrupción. Ahora estalló el escándalo del cartel de la toga. Hay que implementar varias medias de choque, como vetar a los concursos públicos a las personas que se hallan visto inmersas en casos probados de corrupción e incluso ir más allá como crear un estado de conmoción interna que congele salarios públicos y otras medidas excepcionales. Por ejemplo, otra buena medida sería revisar las cuentas de algunos funcionarios en el interior de Colombia y también en el exterior. Creo que hay que conseguir identificar donde se escapan los dineros públicos y hacia dónde van. Pero, considero que el aspecto fundamental es el control de las campañas electorales, pues es el epicentro de la corrupción. Las campañas cuestan miles de millones y ya se sabe cómo la recuperan algunos políticos: a través de contratos y prácticas malsanas. Mientras no resolvamos el tema de las campañas electorales y su control, no se resolverá seguramente el problema de la corrupción en Colombia. Mi compromiso es que vengo con las manos limpias y me quiero ir sin la esclavitud de deber nada a nadie y hacer bien mi trabajo. Yo tengo pánico a tomarme un peso de origen ilícito.

R.A.: Parece que el proceso de paz es irreversible llegue quien llegue al poder, ¿no cree?

J.U.: Tengo el sentir de que el proceso es irreversible y quiero que sea así a pesar de que todavía no haya concluido con la verdadera desmovilización plena de todos los grupos ilegales y de los carteles de la droga. A pesar de esos elementos negativos, quiero creer que estamos mejor que antes. Lamento que nos dijeran que iban a desaparecer las FARC pero que sigan ahí, con sus siglas, como una afrenta a las víctimas, pavoneándose por todo el país. Creo que las concesiones a la guerrilla fueron muy altas en las negociaciones a cambio de tan poco, de tal forma que otros grupos, como el ELN, pueden estar tentados de ir a un proceso parecido exigiendo al Estado demandas inadmisibles. Eso no se debe admitir, no es el camino para construir la paz. Se creó un precedente que no constituye el mejor ejemplo. También creo que algunos puntos de los acuerdos con las FARC deberían ser revisables, sobre todo los relativos a la justicia, y que algunas personas vayan a recibir el título de congresistas sin haber pagado un solo día de condena ni cárcel. Tenemos que darles un ultimátum para que no sigan negociando sobre la sangre de nuestras víctimas, de nuestros policías y uniformados. Y, en ese sentido, creo que solamente el Centro Democrático puede garantizar un juego limpio en unas negociaciones futuras. Ya nadie cree a Santos o a otros partidarios de unas negociaciones sin condiciones con los grupos armados.

R.A.: Hablamos antes que la política está desacreditada a nivel global, ¿qué reformas en el sistema político colombianos introducirías para que los colombianos vuelvan a creer en la política en la que ahora no creen?

J.U.: Pienso como Churchill que la democracia es el peor de todos los sistemas políticos, con excepción de todos los sistemas políticos restantes. No tenemos otro modelo mejor que el democrático para gobernarnos y mientras no haya otras alternativas tendremos que seguir trabajando con las reglas de juego actuales. Tendrán que mejorar las normas. Los partidos políticos siguen siendo los negociadores entre los ciudadanos y el Estado. Habrá que impulsar reformas profundas en el sistema político, eso sí creo, pero no soy partidario ni veo necesaria una asamblea constituyente en Colombia porque el ambiente está muy caldeado y turbio. Tiene que haber reformas políticas, que pienso son necesarias, como las listas cerradas y el financiamiento estatal de las campañas electorales, para que no se corrompa la política. Quizá el voto obligatorio para que las condiciones sean más equitativas y se forje una conciencia ciudadana sería también una buena medida. Todos los votos no se pueden comprar, el sistema sería más limpio. Tenemos que tomar medidas sobre todo en lo relativo a las listas cerradas, campañas electorales y el voto obligatorio. Es necesaria una nueva cultura de ciudadanía que tenga otra relación con la política, una suerte de pacto en lo fundamental del que hablaba Álvaro Gómez. Hace falta más transparencia, un liderazgo más limpio y ajeno a los viejos usos políticos que hasta ahora han imperado en el país.

R.A.: ¿Qué puedes aportar en lo personal en el legislativo, qué ideas y proyectos tienes para llevar a la Cámara?

J.U.: Tengo varias. Por mi trayectoria y experiencia, me quiero dedicar y trabajar para que la Fuerza Pública en Colombia esté bien dotada, formada, preparada y cuente con los medios suficientes. También tengo la idea de una Ley de Veteranos para el país. Quiero trabajar por la Fuerza Pública en Colombia porque así se mejorará la seguridad en nuestras calles y en nuestras ciudades, que requieren soluciones prácticas. Quiero trabajar por los emprendedores y para crear empresa en Colombia, que es una labor de valientes en este país. Los empresarios tienen que ver al Estado como un aliado en sus quehaceres productivos y no como un obstáculo, tal como ocurre ahora. Los tributos ahora son muy elevados y hay que trabajar por unos impuestos justos y equitativos. Otra medida importante es el sistema de pensiones, yendo más allá del discurso tradicional sobre la familia que luego no se traduce en medias concretas en favor de la institución. Pero mis principales aportes caminarán sobre dos ejes: emprendimiento y seguridad.

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