La reforma tributaria se presenta como una política social para mejorar la distribución del ingreso. De este modo se considera que los impuestos son una medida excelente para compensar el descuadre por el aumento del gasto, no por los efectos de la pandemia y por el privilegio que se hace a la concentración de riqueza. Mas en la realidad se olvida que sin tasa los más pudientes no sufren en menor grado el crecimiento de los impuestos que se gestan para los menos favorecidos. La reforma tributaria es impopular, planteada por quienes detentan el poder para legislar y financiar el aparato de coacción.
A mí me llama la atención en todo ese discurso como se enmascara la realidad. A la larga no existe la res publica, sino que se da razón a quienes afirman que el Estado, en lugar de ser la administración de la res pública, se convierte en un aparato de represión. Pero lo que más sorprende es el argumento con el cual se busca legitimar los impuestos. Este consiste en sostener que se trata de unas medidas que van a beneficiar a las clases menos favorecidas. Es decir, que es una medida bondadosa para ayudar a la pobrería, cuando en realidad se legisla para los más ricos, para las corporaciones nacionales y extranjeras.
Pero se dice que se legisla para conceder ayuda a los pobres. Y esto me recuerda el cuento del cerdo al que se le quita una patica y luego bondadosamente, como un acto de generosidad, se le coloca una patica de palo. En realidad, es admirable la generosidad cuando se sabe que si no hay salud no es por los pobres sino porque se ha convertido la salud en un negocio, puesto que se ha entregado al capital privado, dizque para que haya mejor servicio. A su vez, el salario mínimo es muy bajo y, vale considerar que ha sido cuestión del gobierno el hecho de que el salario sea tan precario.
Que el Estado no tiene otra medida que los impuestos para recaudar fondos… pero se olvida que el Estado se ha convertido en una burocracia, dedicada a la administración y, que no está en su finalidad el establecer empresas. Y, entonces, con ese cuento que el Estado no es más que árbitro no se establecen empresas por parte del Estado y, las que hay busca venderlas al capital privado por unas cuantas perras. Y las exenciones a los megarricos están a la orden del día. Un sofisma más, la apertura económica con la ficción que hace posible la competencia, cuando en realidad buena parte de las empresas pequeñas no pudieron competir con los productos importados.
Más de bocas para fuera, la reforma tributaria tiene que hacerse para beneficiar a los más pobres, cuando en realidad se sabe que tal medida no es beneficiosa, sino que es lesiva. La caridad, la generosidad y la ayuda para los pobres es un cuento muy viejo.