La extraña ciencia del profesor Carlos Medina Gallego
Opinión

La extraña ciencia del profesor Carlos Medina Gallego

Respuesta del columnista a un tuit del profesor en su cuenta oficial en el que “pretende enlodar mi nombre…”. “La ciencia profesor, es muy distinta al fanatismo”

Por:
enero 10, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

No suelo escribir sobre temas personales pues siempre he considerado este espacio como una oportunidad para exponer ideas. Si acaso algún asunto que toque una fibra íntima pueda haber provocado una columna en ese mismo tono, pero en líneas generales me he dedicado a opinar, consciente de que puede gustarle a mucha gente o no, apelando a la capacidad del público lector, quien en últimas define el curso de su pensamiento.

Esta primera columna de 2020, sin embargo, quiero dedicarla a un asunto que toca directamente conmigo. Y lo voy a soltar así, sin vueltas. Una amiga ofendida me envió el tuit que sobre mí publicó el profesor Carlos Medina Gallego, el cual normalmente debía ignorar, pues uno se acostumbra a las diatribas, las calumnias y las agresiones de los contradictores políticos. No sabía que el profesor de la Universidad Nacional lo fuera, al menos en ese extremo.

El tuit, de la cuenta oficial del profesor Medina, afirma: GABRIEL ANGEL opaco personaje de FARC que sembró la discordia, construyó la división y acabó con las FARC y con la FARC, sin que nadie se atreviera a enfrentarlo. Un enemigo de la unidad del @partidoFARC @PCatatumbo_FARC @AlapePastorFARC TimoFARC @JairoQ_FARC @jairoestradal. Esa ni más ni menos resulta ser la inesperada alusión a mí por parte del científico social.

¿Qué puede uno decir al respecto cuando recibe semejante afrenta? Recuerdo en primer lugar un refrán que aprendí de niño, a uno no lo ofende quien quiere, sino quien puede. Las palabras del profesor procuran enlodar mi nombre, arrastrarme por el suelo, pisotearme y hacerme quedar en ridículo ante sus seguidores en la red. Muy a pesar de su voluntad me veo obligado a asegurar que apenas resultan ser una leve brisa que no logra afectarme.

Le haré una pequeña confidencia. Yo estudié la carrera de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, en la que obtuve mi título de abogado en el año 1983, un 21 de abril. Quiero decir que creo haber pisado los mismos prados y haber vivido el mismo ambiente del profesor Medina. Leí una novela suya, Al calor del tropel, que tuvo la virtud de hacerme recordar episodios que viví en persona, como aquel del arrastre de la estatua del general Santander.

La vida nos conduce por distintos caminos, es apenas obvio. Seguramente la dedicación académica del profesor terminó por llevarlo a ocupar el puesto de profesor en la Universidad. Mi lucha ideológica, política y humana, por el contrario, me llevó a militar en la Unión Patriótica y luego a ingresar a las FARC, cuando el exterminio contra ese movimiento político rozaba la vida de quienes vivíamos en el departamento del Cesar. No tuve otra salida que ser guerrillero.

Estuve treinta años en las montañas de Colombia, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Magdalena Medio y finalmente en el Caquetá, el Meta, el Huila, Cundinamarca, Guaviare, Putumayo, Vichada, Vaupés, entre otros departamentos del país. Los recorrí a pie, en marchas guerrilleras, con el equipo a la espalda y el fusil en las manos. Traté personalmente a Jacobo Arenas, Manuel Marulanda, Alfonso Cano, Raúl Reyes, Timoleón Jiménez y demás.

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Nadie me contó de la lucha armada, ni de la guerra, ni de la revolución y el socialismo. Los viví en carne propia

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Todos fueron mis jefes, mis camaradas, mis ídolos y al tiempo mis amigos. Compartí muchos momentos difíciles al lado del Mono Jojoy, hasta el mismo día del bombardeo en que murió. Nadie me contó de la lucha armada, ni de la guerra, ni de la revolución y el socialismo. Los viví en carne propia. No aprendí de ello con autores extranjeros de prestigio, ni con profesores eruditos que estudiaban la realidad colombiana desde sus aulas.

Asistí a La Habana como testigo directo de las conversaciones de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos. Conocí en buena parte de las enormes dificultades que representó alcanzar el Acuerdo de Paz. Disentí directa y frontalmente de las minorías fundamentalistas que solo veían como alternativa para nuestro país la lucha armada. Y no fui el único. La Décima Conferencia Nacional de Guerrilleros de las Farc también pensó como yo, que lo mejor era la paz.

A eso me he dedicado, a defender el Acuerdo, a defender el partido que surgió de ellos, a defender el derecho de todos los colombianos a soñar con un país mejor, justo, democrático y en paz. Eso, en el parecer del profesor Medina me hace un personaje opaco. Otros, que sé son sus amigos personales, me han definido como oscuro por pensar como lo hago. No sé qué quiera el profesor, si los horrores de la guerra para el país. Temo que se equivoca, rotundamente.

Otros que piensan igual que él, nos tienen amenazados de muerte a buena parte de la dirección del partido. Estoy seguro de que Colombia entiende de quién es la razón. La ciencia, profesor, es muy distinta al fanatismo.

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