Cuento corto sobre la deslealtad

Cuento corto sobre la deslealtad

'Me estoy muriendo, dijo la serpiente, hace mucho frío y no hay nada que comer'

Por: ALFREDO VILLALBA BUSTILLO
octubre 06, 2015
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Cuento corto sobre la deslealtad

 

El escritor Monorabi, fanático de las filosofías orientales, en los frecuentes viajes a la India tuvo relaciones con una bella nativa completamente distinta al fenotipo de los originarios del legendario país: el cabello algo amonado y la piel no era ceniza, sino bronceada. Bella en su juventud. Un cuerpo escultural. Resolvió ir a visitarla después de muchos años. Nunca la había olvidado, penetro en lo más profundo de su alma.

De regreso a sus lares, cuenta que resolvió subir a una de las montañas, donde le dijeron que vivía con su abuela. Llovía a cantaros, soplaba un viento helado, retumbaban los truenos constantemente. Cuando estaba a punto de llegar a su destino, sintió que algo le rosaba los pies. Miró hacia abajo y vio que era una serpiente

Al intelectual se le había olvidado que, en las leyendas de ese país de leyendas, los seres vivos mutaban de un animal a otro, incluyendo los humanos.

Me estoy muriendo, dijo la serpiente, hace mucho frío y no hay nada que comer. Perdí, por este vendaval, la cueva donde vivía y como ves los árboles se han derrumbado. Mis cohabitantes se han marchado y me dejaron sola. Por Dios, socórreme, y te diré la verdad de mi vida y te morirás de alegría, encontrando lo que viniste a buscar.

A pesar de la tempestad, Minorabi se detuvo y comenzó a reflexionar. Pensó que siempre había sido bondadoso con los necesitados. Sálvame la vida y te daré una sorpresa.

Está bien. Voy a salvarte porque todos los seres vivos merecen cariño y protección, más que todo esta bella serpiente. La serpiente así se hizo amiga del señor, haciéndole compañía cuando lo necesitaba en los días solitarios. Hasta que cierta noche, cuando madrugaba escribiendo sus obras literarias, Sintió un dolor agudo en el pié derecho. Al mirar hacia abajo, descubrió a la serpiente, que lo había mordido.
Eres venenosa – grito – ¡voy a morir enseguida! La serpiente nada dijo.

¿Por qué me has hecho esto? Yo te ayude en el peor momento de tu vida, te la salvè.
–Ese día cuando te agachaste para salvarme, sabías que yo era una serpiente. ¿O no?
Y lentamente se alejó arrastrándose

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